En mi cumpleaños leyendo con lágrimas en los ojos recuerdo por qué la soledad radical siempre me arrojó como fuga a la literatura. Casi leyendo a personas a las que odio,y a las que perdono constantemente,y a las que entre disculpa y disculpa acabo amando más mucho más que a las personas de mi realidad. Que se esconden en las paredes de los edificios.
Veinte minutos a San Juan de la Cruz con su toque rancio y esa mentalidad prematuramente tridentina. Lo que admiro es que parece que realizaron una investigación por buscar en todas partes(obviamente tampoco creo que se esforzaran mucho),por ampliar un libro porque había poco de su obra y de su vida,y el impulso es como si quisieran el escritor cuya personalidad cuesta asumir.
Otro intento algo más logrado fue el estudio de Arthur Rimbaud,que por lo menos anima más al ser un aventurero. Gusta revisitar más al trabajador sin suerte que el gamberro hiriente admirado de París "rodeado de mediocres" y encima chupóptero.
Y otro es el de las poetisas españolas del siglo XIX que como no dejaron mucha obra, se investiga muchísimo su vida para cuadrar un libro voluminoso. Aquí lo divertido es que como son católicas ofrecen una visión sacrificada de su vida que pretende ser "ejemplar",algunas hasta con apariciones, y uno tiene que "reconstruir" su vida a la manera humana para entender cómo fueron aquellas mujeres. Eso te obliga a reformatear la vida,lo que ya parece literatura.
Y gym,forzando llamadas cachondas de los amigos,y por la tarde fiestita merienda familiar haciendo todo lo posible por hacer chistes y que sea todo a pesar de todo lo mejor posible.
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