Decían de él que era un cura para niños que había venido de trabajar en las tomateras. Durante 40 años de servicio se había mostrado proclive a la vanidad,ahora que estaba casi ciego y cojo pedía al Ayuntamiento por los favores prestados una placa en su parroquia y el nombre de una calle.
Era patético verle con un lazarillo por la calle y saber que en su parroquia se humillaba a gente con necesidades a la cara,mientras él también buscaba un extraño pedazo de gloria por escrito.
Le contaba a mi hermana que hacía gracia cómo perdía los papeles,pero con el tiempo a mi hermana llegó a gustarle esa voluntad férrea y despreciaba mi sentido católico de la abnegación."Hay que tener dignidad" y no admitía réplica mientras se iba a arreglar su cocina.
Al final consiguió una placa ridícula y una plaza con su dichoso nombre. Por aquel tiempo le quitaron la propiedad de un barranco a mi abuelo para hacer un parque con el nombre de un pintor Néstor de la Torre. Mi abuelo era parte de la identidad del pueblo,un hombre que paseaba con la escopeta todas las tardes por sus tierras,pero el alcalde quiso volverse culto.
Aquello nos humilló pero no se podía hacer nada y más cuando yo militaba en el partido socialista y lo único que podía hacer era mantener lo que no fue expropiado. Quejarse era inútil,parecer ambicioso y quedarse en evidencia.
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