La industria editorial barcelonesa no ha conseguido colarlos a otro "hiperintelectual" con su propaganda mediática masiva,entonces nos lo ofrecen por su calidad humana, pero hablar literariamente de la vida casisiempre resulta lo sublime y tratar nuestros sentimientos de forma exquisita: por eso nos perturba,necesitamos la anestesia y el ruido de los medios y al final su vacío.
Ahora nos quieren vender la nostalgia de los que pudieron ser barceloneses,porque ya la gente adulta no se imagina triunfando en su pueblo natal ni en su ciudad, sino en la gran ciudad donde ocurren cosas. Uno se imagina en Barcelona,¿cómo no?, al final de las Ramblas en el edificio de la Lonja en la calle Avinyó al lado del mar.
Uno si tiene cultura se puede incluso imaginar al odioso poeta profesor del 60, ya Picasso queda un poco lejos, y echar en cara al destino ¿cómo se puede ser tan mediocre rodeado de tanta belleza,de tantos edificios majestuosos y de tanto tanto dinero y multitudes ansiosas que vienen y que van y compran cualquier basura a la que firmen con la palabra CULTURA.
Me imagino las estupideces sobre el Arte a las altas horas de la mañana en cualquier bar del Puerto, sobre la gran literatura que él no supo crear. Tomando boquerones con vinagre y buena cerveza y hablando de sueños potentes pero imprecisos y haciendo una broma tenue sin gracia,que él calificaría de delicadeza extrema para diferenciarse de la chabacanería andaluza.
"La literatura desestabiliza nuestros sentimientos, exige empatía hacia el otro ,altura de miras y debate genuino. Pero en el mundo latino donde tanto se fomenta el ego, el que te contraríen sobre tu opinión de Doña Perfecta de Galdós o el Rey Lear de Shakespeare no se ve como un enriquecimiento sino como un atentado contra tu dignidad".
También recuerdo cuando a nuestro CAAM el museo de detrás de la catedral que miraba mediocremente al mar al lado del Colegio de Notarios. Vino el último gran intelectual hace años R Argullol. Recordaba a las bibliotecarias que parecían extasiadas con su visita. La antigua subdirectora llamada por sus alumnos la señorita Rottenmeyer porque vestía de una forma apocada. Pasó de subdirectora a biblitecaria por una redistribución de puestos después de 20 años,y tras eso en casi todos los relatos que escribía salía la palabra "redistribución" como si tuviera un tic en los ojos. Nunca denunció.
Llegó Rafael Argullol y aquellas trabajadoras tan bordes,tan estrictas pero que por supuesto reclamaban y aconsejaban a quien quisiera oírlas la máxima libertad desde la de viajar,hasta la sexual y la de autosuperación personal sentaban en primera fila embelesadas con el comentarista de textos( es solo eso replicaba C.H., es solo un comentarista de textos).
Te lo encontrabas en la defensa de las lenguas minoritarias,obviamente en esa ambigüedad para hacerme la víctimas de comparar sin decirlo a 10 millones de catalanoparlantes con los indígenas que se viven en la miseria en tantos lugares de Latinoamérica. O para explicar otra Teoría absurda sobre el Arte en donde cualquier cosa cabe. Uno se quedaba mirando intentando desentrañar grandes frases sin contexto, y perdiéndose en las alusiones imposibles como dijo Heidegger,como dijo Lacan.
Miraba a las bibliotecarias y pensaba ¿Y a mí dónde no me han odiado? o sea¿en qué biblioteca no me han odiado? es normal también soy un aficionado tocapelotas,no tanto pero bueno. Obligar a alguien a trabajar si estás tranaquilo mirando el ordenador jode, nada más jode. Y se acababa la gloriosa charla, hacían un debate de paripé con los amigos para llevarse la contraria o recordarse lo maravillosos que eran entre ellos, le aplaudían,le proponían llevarlo a cenar, y los demás mirábamos y nos íbamos viendo que aquello era un mamoneo. Que esta bien culturizarse y estar en sintonía con un mundo supuestamente espiritual.
Ay. Qué lejos queda de nuestra mediática los autores presocráticos tan radicalmente diferentes entre ellos,que esperaban nuevas ideas venidas de fuera e intentaban respetarlas en su originalidad,sin adulterarlas.
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