Si pienso en la novela de Víctor Hugo pienso en una narratividad constante,en compromiso sin pretenderlo contra la miseria, injusticias y desigualdad: problemas sociales evidentes, en gente que tiene que trabajar y aguantar en situaciones adversas.
Siempre me acuerdo de la frase de Víctor Hugo en el funeral de Balzac: "a partir de ahora los ojos de los hombres se volverán a mirar los rostros, no de aquellos que han gobernado, sino de aquellos que han pensado".
Mientras en el siglo XIX la literatura se compromete sin pretenderlo y entiende la mentalidad "indefendible" para los bienpensantes de las personas que viven en la miseria y de la impotencia lógica y usa el patetio nacido de ellas, el siglo XX abre un campo insólito de estudio: la de la inmadurez.
El siglo XIX busca lectores y trata problemas reales con objetividad,pero siempre deja un hálito de esperanza,a pesar de sus prejuicios a los que de alguna manera deja intactos.Su literatura busca la salud y la humanidad y se rebela. El siglo XX ha sido literariamente el siglo de la autodestrucción, de la inmadurez y del solipsismo en la literatura, y como por traslación en la pintura y en la escultura.
Con DOSTOIEWSKI en su "Memorias del Subsuelo" vamos hacia la profundidad del hombre autodestructivo que no reacciona,que no replica,que no actúa, y Kafka, Proust, Thomas Mann o Albert Camus nos meten en ese mundo de la autodestrucción porque sí,y transitoriamente Jorge Luis Borges.
Ya a partir de los 40 tanto William Faulkner y su pirotecnia técnica, como en parte la abrumadora sencillez de Borges y sobre todo el Boom vuelven a problemas reales o a problemas metafísicos imposibles pero que son inevitables, y que el Hombre se plantea con el discurrir del existir. El siglo de la debilidad,de la inmadurez escondida en hipersensibilidad paralizante,del cáncer de la apatía y la falta de la voluntad,y a pesar de cualquier chiste a una maldición con dolor a la del trastorno mental.
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