Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

domingo, 27 de abril de 2014

Tomando copichuelas en el Tanatorio de San Miguel

Uno quiere tomar una postura solemne en los momentos que prevé importantes. Cuadrarse ante el féretro. Inclinarse para dar las condolencias. No hablar, y escuchar atentamente las anécdotas de una vida rememorada. Llevar un periódico para no centrarse en el llanto compungido de los parientes. El que no ha vivido una Guerra brutal para ver el cadáver de los amigos brillantes, ni ha vivido en la abyecta miseria de las chabolas ni ha tenido que robarle la ropa o partes del cuerpo de algún familiar conocido por necesidad, tiene que rebuscar en sus recuerdos. Y en los objetos que rememoran entre las cenizas esos recuerdos.

Coleccionar monedas por su valor sentimental no por su tasación económica, ya que cualquier aventura implica la necesidad de comprar algo, es un anticipo de un bello recuerdo.
 Gracias al Capitalismo podemos tener objetos útiles a precio de costo. Pero no nos llena. Los containers son el resultado de millones de trabajadores humildes.
Pero incluso los recuerdos de los que trabajaron duro son tranquilos, sin impacto, como el viento que arranca los árboles de las avenidas de la ciudad de un dulce arrebato final. Y uno se acostumbra a que en la vida la gente vea a sus muertos y se sorprende de que no les hable. Horrores del sentido científico en que nos han educado.

Cuando uno habla le quita importancia a las cosas, y le da el valor de lo vivido que es el auténtico valor.
No presuponer lo que es lógico. La filosofía se descontrola y cae en el ridículo cuando habla de las cosas genuinas de la vida. El protocolo nos devuelve esa naturalidad en los sillones del velatorio. Mucha literatura de ficción consiste en dar grandeza a aquellas miserias que uno increíblemente no ha tenido fuerzas de reparar.

Hace poco fué el deceso de Leopoldo María Panero. Después de una vida de degradación constante no hubo un desfile fastuoso ante sus restos. Sólo 3 personas que avisaron tarde al resto de personas que no hubiésemos ido pero que por lo menos nos hubiésemos sentido arrepentidos de no haber ido. Cada uno recoge un poco más de lo que siembra, poco más. La degradación gracias a Dios no vende pero ya no se considera ni una curiosidad de lujo. El estudio del sufrimiento se acabó con el mundo audiovisual del entretenimiento. Sus masivas referencias a la muerte quizá como una queja a su abandono terminó en el abandono a su memoria que sólo sirve para notas a pié de página.

Uno se sorprende de los conocidos con los que coincide en los velatorios y que explican nuestra propia vida en un círculo muy reducido.
 Un capataz con el que coincidió en un trabajo infame en el que era imposible destacar ni dejar innovación alguna. Por fin se acababa de jubilar y ya sólo le daba órdenes su mujer lo cual no sabía si era peor.   Una cincuentona que buscaba trabajo dramáticamente, puerta a puerta,telefonillo a telefonillo, boutique a boutique. Una hermana de un grupo estricto católico a la que no vemos desde hacía 7 años y que gracias a Dios guarda un buen recuerdo de nosotros. Nota aparte: no criticar absurdos de opiniones de ningún cargo canónico.
 Una mujer mayor que iba a beber al bar enfrente de mi piso y que quizá por la forma de vestir y comportarse ejerciera la prostitución. Un sindicalista de los años 80 que ya no era agresivo y que contaba anécdotas de los años 60 en plena miseria. "Era buena gente porque tenían sentido de respeto a la Autoridad pero en los años 80 eran ellos los que dirigían las instituciones públicas y no sabían hacerlo aunque tuvieran don de Liderazgo".

Uno nunca escapa de su propia vida a no ser que se marche. La cosa parece obvia pero no para los filósofos. Los filósofos opinaban que si a un individuo le ofrecían una "conjetura" una forma de vida alienante nadie la escogería. Hoy en día con el bienestar, o sea la televisión,los videojuegos, la playa, la diversión o sea formas de acción no productiva no hacemos más que ausentarnos de nuestro alrededor.
Elegimos cualquier forma de diversión que nos evada hasta que algo nos da un aldabonazo de realidad.


También de ir  a velatorios uno pierde la paciencia y el interés de saber que han muerto personas que se han ensañado con nosotros. El dolor hay que tomárselo como algo irreparable cuando uno ve las casas enormes en las colinas áridas que en una curva desaparecen para siempre. Uno se impacta como de niño le pudo dar valor a estos paisajes. Y entiende la torpeza de expresión de los que lo despreciaban. Los recuerdos son grandes por haberlos vivido uno. Ralkovnikov superó cien veces más obstáculos que el vampirismo de Napoleón aunque sea a Napoleón al que se rememore.


Resulta extraño que nadie tenga causas para matar o defienda ideas extrañas como que existieron Adán y Eva, o que una piedra es sagrada porque la tocó un extraterrestre o el deseo de empezar una masacre para evitar un Referendum de Autodeterminación, qué lógico es matar por que uno habla un idioma propio o reza sin recibir la comunión. Pero es más extraño que una migaja esencial de bienestar haga mansos a los hombres en su mediocridad rebozada oliendo ese tufo de rebogado hecho en los tragaluces de los bares.
 Sí, nadie tiene necesidad de navegar hacia lo desconocido y llegar hasta Cipango o las Indias para no perder los malditos electrodomésticos... Nadie cuando ha vivido un poco tiene necesidad de juzgar a nadie ni  echar nada en cara, tiene sensibilidad hacia las miserias ajenas, y tiene una paranoia de no exponerse por poco sentido común que uno tenga. A no ser que quieras ser un Líder según el procedimiento mosaico.

Recuerdo cuando aquella mujer de poco más de metro y medio me contó que fué a buscar empleo a la casa del famoso político comunista.  Bueno tiene una madre mayor, pero aunque no me dé trabajo me dará algo de trabajo porque fuimos compañeros 3 años en el bachillerato.
Llegó se pusó a llorar en el recibidor contándole los sufrimientos y humillaciones que tenía rumiadas de tanto darle vueltas antes de dormir todas las noches.
Espera le dijo el político campechano mientras apretaba su pipa de madera hasta rajarla. Estaba escribiendo un libro sobre Juan Negrín que no leería nadie.
Y volvió lleno de alegría con dos libros, que le puso en la mano apretándosela: mira, estos son dos libros uno mío y otro de mi hija , que es su primer libro, muy alegre, para que te consuele.
Y la mujer salió confundida y siguió confundida mientras me lo contaba con dos bolsas de ayuda de Cáritas apoyada en el muro de baldosas del Centro Cívico.
" Qué hijo de puta ¿ qué me importarán a mí los folleteos de su hija que es una niñata?"
Y yo sin querer riéndome para mí, el pobre político intentando encasquetarle a alguien el libro infumable, sin entender del que está pidiendo en un peregrinaje que la llevara al Final de la Tierra en vano.

A veces recuerdo esta anécdota con un vaso de vino y se me derrama la mitad del caso sin darme cuenta por qué.
Y rememoro el vaso de vino, el miedo de la fregona por limpiarla bien, las vistas de LA Bahía del Confital vistas desde las Coloradas, la derrotas de los fieles suicidas del MAHDI del Desierto de Sudán frente a las ametralladoras que describió un joven sádico Winston Churchill y tantas tantas vidas que no serán nunca rememoradas.

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