Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

domingo, 13 de abril de 2014

Rigoletto: Muerte en el Jardín Botánico


No se muere. No-se-mue-re. No-se-pu-dre. No-se-pudre ese perro sanguinario.

       Josefa Daza cogió un  gran pedrusco mirándolo fijamente con sus débiles brazos del muro, en lo alto del Jardín Botánico.Imaginaba su rostro. Estaba en un camino de piedras con otros dos compañeros de jardinería, rodeado de dragos de unos 6 metros de altura.

 Abajo había otro sendero de lascas de piedra donde se veía una fila bastante larga de a tres, de niños con aspecto nórdico.Se oía abajo un cántico como militar y pegajoso.
 Josefa enorme, lo tiró con fuerza compulsiva hacia el precipicio. Estaban en la umbría y la hierba mojada hizo que el pedrusco rodara sin rebotar.

Aquellos peones de jardinería en plena cuesta empinada a 60 º, sujetándose con cuerdas haciendo muros de contención debían ser trabajadores para tareas excepcionales.              
 Habían tomado  una responsabilidad superior a su fuerza. Había aspersores y mangueras para mantener las distintas especies del JARDÍN BOTÁNICO. La tierra estaba mojaba y resbaladiza: era un riesgo innecesario que denotaba cierto descontrol de sus superiores. Además había muchos claros donde se podían hacer transplantes de plantas endémicas.

 Un compañero con el uniforme verde y blanco llegó inmediatamente silbándole como si mandara a detener a un perro.  Lo agarró atándole su cuerpo entre sus brazos.
 
     -¿Qué haces? que¿qué- ha-ces? abajo en el camino puede pasar gente.¿ Vistes a los niños de lejos? ¡Imagínate que le cae a alguien. I-ma-gí-na-te la que nos cae. No sólo te echan. Vas a la puta cárcel por la feiz. Imagínate!. Dijo Fernando Macías.
      - Estoy harto. Completamente harto. Odio a mi padre. Lo o-dio.Odio a mi padre y no se pu-dre el ca-brón. Después de destruirme la vida el cabrón me sobrevivirá. Yo- lo- ma-to.
       - Yo también estoy harto. Pienso cambiarme los apellidos. Me pondré sólo los de mi madre.
      Dijo tartamudeando  Rigoletto sentado en las escaleras de la  esquina,encogido como un mono, tenía "la carta de la discordia" y la movía de un lado a otro, como un náufrago pidiendo ayuda.  

         Aquella cuadrilla era la de deshecho donde enviaban a los problemáticos que no eran adictos a drogas.
       Josefa era una mujer de espaldas cuadradas, parecía salido de un cuarto oscuro de torturas, y de casi un 1,80 metro de altura,pálido y poco robusto.
Josefa tenía por fin una misión después de tanto tiempo pero se negaba a ella.
Se sentó en la parte de la escalera de piedra que parecía una espiral de caracol. Una pareja de turistas con gorritas pasó asombrada ante ellos,la mujer iba a hacer un comentario con el gesto chistoso pero el marido viendo la tensión que no entendía, la cogió de la mano y aceleró el ritmo dejándole la frase a la mitad, para evitar posibles reacciones.
       - ¿Qué di-jo? tartamudeó Rigoletto.
Y tras una leve pausa, reaccionó cansado:    
  - Trabajando duro¿eh?.
Mientras mascullaba para sí:
        - No se muere. No -se-mue-re. No-se-pu-dre. No-se-pu-dre- ese perro sanguinario.
       De lejos por el camino de piedra venía el capataz Torres concentrado como un campesino duro que volviera de una batalla con unos prismáticos. Y un caminar lento y cojeando. Pusieron un gesto agrio .Fernando  Macías bajó la cabeza pensando que tendría que dar explicaciones a su capataz delatando a su compañero. Se sentaron exhaustos de exponer sus sentimientos.

        -¿Os he dado yo permiso para sentaros?.Vagos de mierda..¡Levantaos!, levantaba los brazos desde lejos como un arrebato para imponer su voluntad.
         - Josefa ¿ Qué dijo aquella guiri?
          - Nada, no lo sé señor.      
      Pero siguieron los tres sentados delante de su capataz Torres, sin responder a nada: Josefa planeando algo tras su ataque. Fernando renegrido y gordo,exhausto en estado de shock hinchándose y deshinchándose, y  Rigoletto inmóvil e indolente con los hombros desnivelados, un poco de chepa y la lengua gruesa como un trozo de caucho sin poder tenerla dentro de la boca.Serraba torpemente una rama. Se le metía y salía la sierra oxidada de la hendidura. Tenía un cigarrillo entre los dedos y daba caladas de una forma curiosa con la cabeza ladeada mirando al cielo. La lengua se le pegaba mucho al paladar y se le salía por el lado izquierdo de la boca por lo que sólo podía soltar palabras sueltas, difícilmente inteligibles.

      -Aro, aro. Decía Rigoletto en su peculiar tartamudeo que sólo podía intuir Josefa.

         Javier miraba fijamente a la falda del Barranco donde ponían una Fosa Común con los fallecidos del Psiquiátrico. A los que alguna vez había enterrado y echado cal en la tarde-noche..Cuando llegaron allí les dijeron que amortajarían los cadáveres de los aborígenes que se encontraran en la cuneta de la Autopista para colocarlos en la cueva para enseñar algo de cierto interés a los turistas británicos.  Los amortajarían encogidos para que dieran sensación de fragilidad. De haber huido de alguna represión de algún gobierno civilizado. Sin embargo desde que llegó la primera camioneta se pusieron a enterrar a tarados.
 Se dieron cuenta porque los cuerpos estaban con gestos grotescos de intensa concentración y con un gesto de un dolor indolente.
 ¿Quién iría para ver eso? se preguntaron al principio. Cuando les echaban cal protegidos con mascarillas y les enterraron no entendían por qué les habían mentido de forma tan burda. Cogieron las tarjetas blancas llenas de nombres y las tiraron dentro sin importar el hueco de cada cadáver y se quedaron con tres.
          Y se apropiaron de sus nombres.
           Josefa cogió la carta blanca de Rigoletto con un arrebato de asco. Rigoletto se quedó rompiendo el sobre en finas lineas e intentando comérselas.
           - ¿ Saben qué es esto? ¿saben,eh? tengo que verificar la identidad del cadáver de mi madre.
           Sí tal vez este allí. Y señaló con un gesto mínimo con la barbilla a la Fosa Común.Era un espacio cedido desde hacía años al entierro de personas sin recursos.
         Y después hizo otro gesto de desaliento bajando la frente como si echara la culpa de algo a Rigoletto.

 A los límites del Jardín donde había un acueducto sin sentido en otro barranco. Pero aunque ellos eran jardineros, no se atrevían a protestar para evitar provocaciones. Era un trabajo hermoso y duro como Josefa necesitaba, para calmar su insaciable rencor. Respetaban sus derechos laborales y apenas le pedían que hiciera horas extras gratuitas. El Jardín Botánico era el único lugar de la zona donde no se notaba la influencia del Sáhara. Era un Barranco que parecía los containers achatarrados de un Puerto, de árboles de la Laurisilva, especies de cactus y de plantas endémicas minúsculas.

       - ¿Cómo he acabado aquí? Mo-ri-ré en Gran Ca-na-ria. Pensaba poniendo un gesto patético. Abría las piernas y bajaba la cabeza hasta casi ponerlas entre las rodillas.
        - Habrá que enterrarlos.Sí hay que decirles la verdad
                           Dijo Fernando con desgana, al ver el camión donde solían traer nuevos fallecidos. Fernando traicionó a un antigüo compinche al delatar que tomaba cocaína en el trabajo. Aquella traición no significó nada porque no tuvo consecuencias, pero encendió en él un profundo sentido de vergüenza.Pidió un cambio de grupo y le cambiaron a éste donde los miembros estaban aún más deteriorados. No quería responsabilidades. No pensaba cumplir su deber sin una orden taxativa de su capataz Torres.
   
              - ¿Qué será de mí? nunca me recuperaré de ésta.

     Qué vida. Soñaba con Madrid. Tenía nostalgia de Madrid.Aquel mundo lleno de edificios como los Ministerios. Recordaba a la gente haciendo footing en sus jardines. Sin brisas. Lleno de oportunidades.
    Y veía el paisaje actual que le recordaba la campiña de una colina de Italia pero con casas abandonadas. Con cascadas que ellos habían preparado para los turistas nórdicos.  Sabía que allí no olería a verde.Imaginaba lugares lejanos.

         -Recuerdo cuando decidí tirar mi vida por la borda. Era consciente de lo que hacía. Me hicieron la vida imposible. Sobre todo ella: mi madrastra.La odié desde que la vi.Quedamos en el Parque Velázquez y apareció en Goya,una paralela, y me dijo que habíamos quedado en Goya. Un rapapolvo sin derecho a réplica desde el primer momento. Era fea de cara y plana . Estábamos en la playa y me dió un dulce reseco que había robado del todo incluido del Hotel. Casi me lo metió en la boca. Y así todos los días desde que la conocí.Tal para cual. Me cayó mal.  De alguna manera fuí injusto con ella pero el que tiró su vida por la borda fuí yo.   A ella no le importaba nada eso.
     
        - Mi pa-dre es-tá vi-vo.Él está en Madrid y yo en Gran Canaria. Aquella mala bestia...
         Merece estar muerto.Sí mu-er-to.

       
         

No hay comentarios:

Publicar un comentario