Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

domingo, 20 de abril de 2014




Puedes matar a un hombre con un fusil
 a 20 metros de ti,
dar un billete a un mendigo que te maldice
porque te vió 5 billetes,
o acostarte con una prostituta
sin que tenga ninguna consecuencia
a escondidas para que nadie murmure,
pero nunca te das cuenta de que sigues estando
con personas.Qué vacío, con personas.
Personas con milenios de prejuicios
que necesitan, para reírse,cuando pasean desnudos
naturales,ridículos ante sí mismos.
Aunque las odies o no les devuelvas el saludo
siguen estando viviendo a tu lado.
Sí, a tu lado, coinciden contigo al comprar el pan
o en la puerta de tu edificio.
Sin escucharse, sin hacerse caso,
sin importarse lo más mínimo,
a no ser que salgan por televisión.
Sus recuerdos,los precios de sus cervezas
serán iguales a los tuyos.
O leer las noticias del periódico
del naufragio de decenas de inmigrantes muertos
sin tener que verlos por tu ventana.

Me gustaría ayudarte a clavar el palo
de la sombrilla dándole vueltas en la arena
sí aunque lo pudiera hacer otro
quisiera ser yo y no otro.
Ser tu realidad, sentir mis brazos,
e imaginarte con mis propios sueños.
Como si estuvieras rematando a un escritor
en la tapia  derruida de la Guerra Civil,
o un descubridor el estandarte en la playa
tras una misa espontánea,
el que mató a indígenas que no se enteraban
y el fraile solemne que no podía dar misas,
juntos sobre la misma arena.
Me gustaría salir a la calle
dejando atrás la costa del televisor.

Y ver cada rostro femenino,
cada curva, cada pecho,
no como si fuera un dibu animado
al que no tengo tiempo de juzgar, no.
Siempre apabullado con las mismas novedades.
Sino como las leyendas,la gastronomía
nacida del miedo de los pastores al lobo de noche,
los calados de los sillones rotos...

Y el olor a fruta tras las cortinas de cadenitas
o de macarrón, para evitar las moscas,
sin duda es la entrada a laberintos
 del tesoro de wolframio.
Amar sin sentido común
no amar sabiendo cómo hay que tratar a las mujeres,
no amar manteniendo las distancias
respetando el sentido común, ni el protocolo,
ni teniendo en cuenta si me convienes o no
o cuál es tu terrible pasado,
o si eres una golfa incorregible y nocturna,
 o un bicho rencorosa y respondona
o una retrógrada que no deja respirar.
No. Amar como quien respira suavemente
bajo la lluvia suave que le encala el tuétano.
Amar simplemente amar, como el sol
que brilla en la playa tranquila.
Como la ola que retrocede haciendo su ruido
y burbujitas entre los guijarros.
Y que revienta contra el muro
como si quisiera romper el cráneo de los náufragos
como una nuez.
Quiero vivir para  crear el misterio de las cosas
ir por libre y cuando me agoto de estar solo
llamar a los locos presos,
para que me expliquen como se tatúa uno
con los muelles del camastro.
Toda esa riqueza que se desperdicia
como si fuera mugre encostrada durante siglos
para traer espigones de tierras muy lejanas.

Parecemos necesitar más de pasiones fuertes
y guardar lealtad a dictadores o patrias
que de dignidad o de personas.
Y sólo nos arrepentimos de no ser suficientemente leales
cuando se trata de algún prejuicio,
de alguna tradición retrógrada.
Un loco se masturbó sobre un cáliz sagrado
pues hay que enviar el cáliz al Obispo
para hacer dos misas de desagravio.
Cientos de personas mueren en África
por enfermedades cuyo antídoto
vale 2 euros. ¿ Saldrán alguna vez
en algún libro de Historia,
para que lo lea un empollón antisocial?.
Parecemos no necesitar de personas
son guiñapos nada más a nuestro alrededor.
De personas que no saben hablar de sus sentimientos,
y qué extraño es que personas tan distintas
podamos entender lo que siente el otro
y poder explicar la locura con palabras.
 Poder ver las ganas de vivir
de quién vive en las chabolas abyectas
junto a los Hoteles de lujo de India,
y,¿por qué una y otra vez tengo un compromiso
con el sufrimiento de la gente?.
¿Por qué hasta la belleza de las mujeres cansa?.
¿Por qué el trabajo agota, si uno disfruta satisfecho
del resultado de tu obra, y cómo te endurece?
¿Cómo pierdes sensibilidad
para los matices insignificantes?
¿pero son tan insigficantes que hasta los niños
quieren deshacerse de ellos?.
¿Cuál es el misterio de las personas
que no se agota nunca?
¿Cuál es el sortilegio de esperar un sí,
y obtener un no, y un argumento
que no esperabas para nada
de quién ha vivido décadas al lado de ti?.
Y por qué uno espera la muerte
para que no te vuelva a desbordar el misterio
del Hombre.Calmar esa prodigalidad
y esa insaciabilidad del que se vuelve a poner
frente al televisor buscando más.
Pesadilla de la muerte Infinita,
porque es infinita en el tiempo la muerte
pero mientras vive e imagina
infinita es la vida sin muerte...

¡Qué pesadilla de no dejar
nada más que juicios ajenos en tu Historia!
Esta vida es como un Hotel de Lujo sin Arte,
sin estatuas, sin historias, donde los camareros
trabajan para que tú no hagas nada
ni tengas estatuas, historias ni sueños...
sólo pasillos de esperas en la larga fila...
esos son tus recuerdos...
porque un palo que tú tallas de una rama
ya para ti tiene un sentido y una historia.
Pesadilla sin fin donde la gente
te dice cómo reaccionas y lo que pasó.

Nihiltoria de los sueños errados lleno de mapas.
Donde un taxista, es un taxista peseta,
un tacaño siempre por las mismas calles,
con sus socavones y sus malas señales,
llenas de atascos,semáforos en ámbar
y la angustia de pasar o no pasar,
y cuando en el atasco se baja tu cliente
y te quedas indefenso con tu angustia,
el olor a flores mustias
de las retenciones de los accidentes,
viejas que cruzan pasos de cebra,
trucando el taxímetro, dando vueltas
engañando a los turistas...
el seguro del coche y el permiso del Ayuntamiento
y las emisoras de radio...
¡Dios, qué mediocridad de ser una eterna
variación de sentido común, de lo mismo!...
Prefiero ser un vago al que todo el mundo desprecia,
ya me buscaré la vida otra mañana más,
sí repugnantemente vago mientras leo el periódico.

¡Esta pesadilla anestesiada donde trabaja la muerte
como cuando me afeito la cara!
Este periódico que es un catalejo que me hace ver
la vida imposible que no tengo.
La vida bajo la casa de autoconstrucción
con techo de uralita pintada y bloques,
donde zumban las ráfagas de  viento,
donde una y otra vez me sale el moquillo,
en cuya esquina me orinan los jóvenes
berreando cuando vuelven de la verbena,
como la mala conciencia de no tener un trabajo
y de no querer coincidir con nadie
para no tener que mentir ¡otra vez mentir!
ni que nadie te eche en cara nada.
Ocultándonos todos de todos
aguantamos nuestras miserias lamentables
justificamos nuestra ruindad, del mensaje evangélico.
Acaso las viejas chismosas, hirientes
que se dan codazos por comulgar la primera,
que se cuelan y ceden el puesto a su marido
por ocupar el primer banco con gesto humilde,
por juzgar sin entender a la peluquera
¿saben algo del mensaje evangélico?
Sí, yo hubiese sido feliz con una mesa minúscula
y la mitad del sueldo de un recluta de MAPFRE.
Sí, la muerte para mí habría tenido otro sentido...
más insignificante como un ficus
al que por fin le encontramos el nombre,
no necesitaría falsos misterios como un virus
para antídotos más y más potentes.
Qué maravillosas vistas hacia el muelle
donde sólo atracan los cruceros.
¿Pero pintar de rosa los ataudes
no sería como profanar a la muerte?.

Porque hasta los recuerdos
fueron rastrojos de lo que fuí,
de lo que soñé,
frente al mar que intuyo pero al que veo.
Cerca del desierto del Sahara que siento
sin haberlo visto nunca
son los rastrojos de aquello
que no intente llegar a ser, nunca.

¿Qué logré yo, qué fuí?
¿por qué acaso lo que logré fuí lo que fuí?
¿lo que perdí en mis deseos?
Porque no sólo soñé hablar bien Inglés,
sino que a veces se me escaparon balbuceos
con los que pude hablar Inglés.
Y algún policía negro inglés me entendió
pero yo no lo entendí en Londres.
Y le pedí que me hablara más despacio
pero le dió igual y me perdí en Carnaby Street,
hacia el Royal Natinal Hotel de Londres.

¿Cuánto perdí en mis deseos?
Ni ponerme cuadrado en el gimnasio
aunque apenas segregara músculos
y pensara en mi compromiso con el sufrimiento...
En la vieja de la esquina junto a la columna
del piso de arriba con gesto de dolor...
¿quién me echó de menos y me lo dijo a tiempo?
¿a quién pude aliviar sin un perdón?
¿y qué fué de lo que vi, de lo que sentí
mirando al mar  encrespado, como a un rostro
al que tengo que decir algo terrible,
esperando su reacción terrible,
lo que conseguí ser yo?
¿ a quién pude aliviar sin un perdón?...

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