La familia del niño al que le sangraban las manos
(por supuesto basado en hechos reales)
La difícil misión de Adolfo era llegar al santuario del Rincón a pesar de la condena. Y sentarse entre
sus compañeros sin llamar demasiado la atención para que no le gritasen ni le insultasen.
Con una ráfaga de aire con olor a barniz se despertó Adolfo en la parada del micro. Llevaba su uniforme gris pulcro que destacaba sobre su bello rostro pálido y sus ojeras. La madre de Adolfo le había anudado las manos con dos trapos de cocina para que nadie se diera cuenta de que le sangraban las manos. La sangre le salía de toda la mano como el agua que no aguanta más y por instinto sale de la tierra y lo inunda todo: frutales,papas...
Su casa estaba a 5 minutos del colegio salesiano, su colegio. La madre no quería su sangre llamara la atención sobre el pavimento pegajoso de la acera más que alguien resbalara. No había riesgo con la cantidad de orina que había. Adolfo había notado que su sangre manaba menos cuando la gente la ignoraba y volvía cuando le daba un éxtasis de sufrimiento. Como si tuviera las manos muy raspadas. De todas formas los pañuelos estaban empapados en sangre y apretados como el resto del uniforme.
-No quiero ir en el micro. Me gritan.Se mofan una y otra vez de mí. Se atrevió por fin a decir extenuado.
-Yo no sé nada. ¿Estás sufrimiento de verdad o te lo haces? Le preguntó haciéndose la víctima e ignorante de todo. Su madre María Luisa era una mujer también alta, bella y muy delgada con las sienes y el gaznate metidos hacia dentro. Cuando se ponía melodramática daba miedo mirarla directamente.
- No, no es nada. Bajó la cabeza de vergüenza. No se quejó más.
Expulsar sangre no le importaba aunque era una gran cantidad como para llenar más de medio balde. Como si se hubiese puesto a raspar sus manos en el asfalto de la carretera. Lo que le importaba era llamar la atención. Que sus compañeros le pusieran otro mote. Y que sus profesores le gritaran, y encima en público. Pero él sabía que tenía una buena excusa para no volver al colegio que tanto le había hecho sufrir. Pero no decía nada para que no le replicaran atormentándole.
Que los hechos hablen por mí. Si sangro mucho alguien me salvará de mi madre. Y dejaré de ir al colegio. Pero no fué así el consejo machacado por su madre fue taxativo:
-¡tú no saludes a nadie,¿me has entendido? lo importante es que no saludes ni respondas ni te relaciones con nadie.
Recordaba a su padre Alfonso que lo había abandonado hace 2 años. Se rió ante el consejo, movía la cabeza de un lado a otro y se mordió los labios con los dientes pero no dijo nada. Le indignaba pero se divertía de lo lindo. El niño de unos 11 años pensó eres un canalla, una de mala bestia... imaginaba a uno de esos negros de las películas que veía como una trituradora destrozaba a su hijo delante suya y se ponía a reírse de pura estupidez y a decirle aunque ya no le oyera:
- ¿te gusta bailar? pues va a ser la última vez que bailes mientras trabajas.
Con su abandono había firmado su sentencia de muerte sin que le importara lo más mínimo. A veces le llamaba en una pensión de Alcobendas, otra ciudad obrera al norte de Madrid. Embestía sin ver las consecuencias de las cosas...no se podía hablar con él. Si veía que lo iban a corregir se ponía a gritar durante varios minutos y por desgaste ya no había posibilidad de réplica.
-Todos nos hemos acostumbrado a vivir cada uno por su cuenta y así está bien. Si tus manos sangran es que la circulación la tienes bien. Véndala un poco, ya verás que es una chorrada y una cuestión de nervios.
Y la cosa quedaba ahí.
Pero Adolfito era incapaz de reaccionar, estaba superado por los gritos y la locura. Tenía el rostro como dos piedras mal golpeadas de ver 8 horas diarias la televisión como morfina para la felicidad de sus manos. Le daba angustia cuando volvía a su piso y veía desde las escaleras anchas la puerta recién barnizada de su casa.
Miraba al suelo de la parada que era la entrada al edificio Picasso y se sentaba con la mitad del trasero porque tenía las piernas llenas de cardenales de jugar en el suelo de granito del pasillo de casa sentado toda la tarde. Constantemente había vecinos que entraban y salían, algunos saludaban con las bolsas de la compra y un viejo tiraba una colilla cerca de él por el fastidio de tener a niños desconocidos en el zaguán de su edificio.
Adolfito miraba con asombro sus manos inútiles,reblandecidas y patosas frente a los gritos de sus compañeros más pequeños del micro.
-Chocolate podrido, mierda podrida,mierda podrida...lo repetían una y otra y otra vez.
Estos éxtasis le vienen más a los niños devotos que conocen los misterios de la vida.Pero él veía las chamizos derruidos por el salitre de los pescadores con las redes usadas puestas al sol para evitar que entraran las moscas en los chamizos al otro lado de la calle.Y sólo pensaba en la muerte porque se sentía abandonado como un tiburón resecándose en aquella red hasta llegar la putrefacción...
El micro llegó a las menos 5 sin excusas. Sus dos compañeros Raúl y Echedey el renegrido entraron juntos en el micro destartalado sin saludarle ni fijarse en sus manos vendadas como dos palomas rojas mensajeras muertas.
-¿Qué, a cagarla otra vez?siéntate atrás para que te den otro aullido... le preguntó un gordinflón de la primera fila mientras la seño le viraba de un manotazo la espalda. La seño era una cincuentona muy gruesa de campo, que buscaba que no reinara el caos y el griterío de aquellos salvajes.
El problema de la sangre resaltaba su falta de personalidad para enfrentarse con los gritos de los demás niños. Además era un dineral para una distancia tan corta de 5 minutos andando hasta su colegio. La tarifa era la misma fuera la distancia que fuera. Pero su madre tenía pánico a que el niño saliera solo a su calle.
La sangre amontonada tenía un color granate. De ahí que pareciera un monstruo de una película de los años ochenta. No tenía a nadie que lo defendiera porque eso sería comprometer a los demás cuando se quedara solo.Y aunque lo había intentando sólo había comprometido a su amigo íntimo Guanhaben que fue el que inventó el mote y luego lo extendió. El propio Guanhaben no quería conocer la gravedad que para Adolfito suponía.
Pegaba a los menores del micro al llegar a la parada en un rincón del patio exterior del colegio. Por puro divertimento con el puño con el brazo en forma de egipcio. Pero sin venganza sino por puro divertimento y por hacer el favor a Adolfito a cambio de que le hiciera los deberes de matemáticas e historia. De todas maneras no era suficiente para calmar el furor de los salvajes.
Guanhaben siente con 11 años. Siente que no va a tener vida ni fuerza para transcribir bien toda su vida. Transcribir como un notario abandonado en la plaza que se pone a hablar con las ancianas que vuelven de la peluquería o de la compra.
- ¿Me quedará mucha vida?. Pero esta de acuerdo conque tiene que ponerse en su lugar, juega con su amigo Alejandro que le garantiza un asiento de madera firme en su micro, el número 1 del colegio. Y un rincón concreto desde hace 3 años para jugar sus partidos de minifútbol.
Guanhaben apenas siente la misión de Adolfo y no le pregunta por sus manos anudadas. Se divierte pegando a los niños menores del patio pequeño anterior al gran patio donde está el santuario. Pero él aunque es creyente no entiende el sufrimiento y aunque no acepta réplicas no entiende el sentido profundo de la religión sin nombre.
* * *
Javier Adolfo entra a las tiendas donde apenas le cogen su curriculum adornado. Su misión es conseguir trabajo. Las chicas de la tienda de móviles le miraron entre ellas con cara de asco y cuando se iba oyó a una que le dijo a la otra:
- ¿Dios, cómo se puede ser así?
Pero en primer lugar conseguir dinero e intentar recuperar las propiedades que le han robado a su madre. Cuando ve la nevera vieja vacía le da asco el sufrimiento de Adolfo y que no se esfuerce más por ocultarlo. Ni que no se defienda cuando le insulten ni que tenga estigmas para poder abrir una barraca en la feria para cobrar el espectáculo. Javier Adolfo tiene el mismo carácter de su hermano esta harto de tantos desprecios en las tiendas pero le disgusta entrar en los bares para quejarse entonces que se da eternamente hablando solo en el parque mientras la gorda Genoveva esta paseando a su perro preocupada porque su perro no come.
Una vez un borracho tras dos días de que saliera de una entrevista en la que preveía que no le habían aceptado le gritó desde la puerta del bar Rialto enfrente de su casa.
- Si me lo hubieses dicho te hubiese entendido.
Y él se respondió ¿y a mí qué me importa que me hubieses entendido?. Desde entonces lo rehuía para no "contagiarse" de la dejadez que irradiaban los parroquianos con su filosofía de barra de bar.
Después de su ronda de trincheras Javier Adolfo va a la parroquia de Santa Teresita para buscar consuelo en el cura nuevo, cuyo nombre ignora. Lo llama don Manuel como el anterior por orden de su madre aunque sabe que el don sobra por su catadura. Es una parroquia de barrio sufragada por un empresario que sólo pidió a cambio que lo enterraran en el altar mayor sin que le peinaran el pelo.
El cura en cuanto lo ve frunce el ceño y aprieta los labios. Le hace esperar por estar parloteando al final de unas charlas con las catequistas media hora en unas sillas plegables. Mientras él se ríe con su risa nerviosa nerviosa de niño grande. Lo recibe en un cuarto amplio amarillo oscuro del sótano con poca ventilación. A través de unos ventanucos se ven los piés de las personas aplastando colillas en la acera. En cuanto se sienta le dice:
- Dile a tu abogado que no me llame más. Que no tiene ni idea. Una declaración escrita vale tanto o más como una verbal. Yo también soy abogado ¿sabes?.
- Yo venía a hablar de la historia de Honorio y san Pablo que se llamaban hermanos y no lo entendió. Y de algunos detalles confusos de la historia de Noé.
- Tú no entiendes nada. Tendrías que estudiar teología. La historia de Noé es un paralelismo con la historia de la Iglesia: un barco a la deriva...es muy complicado.
Detrás está la mujer de Marcos López Barreto que interrumpe de remplón. Es una vieja pequeña y arrugada con el pelo corto lleno de rizos. Con gesto borde y muy circunspecto prorrumpió confianzudamente sin saludar:
-¡Has cambiado!.
- a lo mejor ha cambiado usted y por eso me ve diferente.
-¡No! ¡has cambiado tú!¡ yo no!
Roberto Adolfo se quedó estupefacto y empequeñecido. Era una maldición el que siempre tuviera que necesitar a personajes así. El cura miraba sin querer participar en el asunto. Roberto Adolfo lo miró pero no quiso pedir su ayuda porque no se la daría. Diría la mujer de Marcos López Barreto es una buena mujer y colabora mucho con la iglesia además que va a ser testigo de tu madre sin tener por qué. Por tanto aunque sabía lo que significaba todo aquello no quiso defenderse de la mirada de odio de aquella mujercita que no quería mirarle.
Literatura/ lengua,cine, música y arte.
Alicia atraída por la madriguera

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viernes, 13 de junio de 2014
domingo, 13 de abril de 2014
Rigoletto: Muerte en el Jardín Botánico
No se muere. No-se-mue-re. No-se-pu-dre. No-se-pudre ese perro sanguinario.
Josefa Daza cogió un gran pedrusco mirándolo fijamente con sus débiles brazos del muro, en lo alto del Jardín Botánico.Imaginaba su rostro. Estaba en un camino de piedras con otros dos compañeros de jardinería, rodeado de dragos de unos 6 metros de altura.
Abajo había otro sendero de lascas de piedra donde se veía una fila bastante larga de a tres, de niños con aspecto nórdico.Se oía abajo un cántico como militar y pegajoso.
Josefa enorme, lo tiró con fuerza compulsiva hacia el precipicio. Estaban en la umbría y la hierba mojada hizo que el pedrusco rodara sin rebotar.
Aquellos peones de jardinería en plena cuesta empinada a 60 º, sujetándose con cuerdas haciendo muros de contención debían ser trabajadores para tareas excepcionales.
Habían tomado una responsabilidad superior a su fuerza. Había aspersores y mangueras para mantener las distintas especies del JARDÍN BOTÁNICO. La tierra estaba mojaba y resbaladiza: era un riesgo innecesario que denotaba cierto descontrol de sus superiores. Además había muchos claros donde se podían hacer transplantes de plantas endémicas.
Un compañero con el uniforme verde y blanco llegó inmediatamente silbándole como si mandara a detener a un perro. Lo agarró atándole su cuerpo entre sus brazos.
-¿Qué haces? que¿qué- ha-ces? abajo en el camino puede pasar gente.¿ Vistes a los niños de lejos? ¡Imagínate que le cae a alguien. I-ma-gí-na-te la que nos cae. No sólo te echan. Vas a la puta cárcel por la feiz. Imagínate!. Dijo Fernando Macías.
- Estoy harto. Completamente harto. Odio a mi padre. Lo o-dio.Odio a mi padre y no se pu-dre el ca-brón. Después de destruirme la vida el cabrón me sobrevivirá. Yo- lo- ma-to.
- Yo también estoy harto. Pienso cambiarme los apellidos. Me pondré sólo los de mi madre.
Dijo tartamudeando Rigoletto sentado en las escaleras de la esquina,encogido como un mono, tenía "la carta de la discordia" y la movía de un lado a otro, como un náufrago pidiendo ayuda.
Aquella cuadrilla era la de deshecho donde enviaban a los problemáticos que no eran adictos a drogas.
Josefa era una mujer de espaldas cuadradas, parecía salido de un cuarto oscuro de torturas, y de casi un 1,80 metro de altura,pálido y poco robusto.
Josefa tenía por fin una misión después de tanto tiempo pero se negaba a ella.
Se sentó en la parte de la escalera de piedra que parecía una espiral de caracol. Una pareja de turistas con gorritas pasó asombrada ante ellos,la mujer iba a hacer un comentario con el gesto chistoso pero el marido viendo la tensión que no entendía, la cogió de la mano y aceleró el ritmo dejándole la frase a la mitad, para evitar posibles reacciones.
- ¿Qué di-jo? tartamudeó Rigoletto.
Y tras una leve pausa, reaccionó cansado:
- Trabajando duro¿eh?.
Mientras mascullaba para sí:
- No se muere. No -se-mue-re. No-se-pu-dre. No-se-pu-dre- ese perro sanguinario.
De lejos por el camino de piedra venía el capataz Torres concentrado como un campesino duro que volviera de una batalla con unos prismáticos. Y un caminar lento y cojeando. Pusieron un gesto agrio .Fernando Macías bajó la cabeza pensando que tendría que dar explicaciones a su capataz delatando a su compañero. Se sentaron exhaustos de exponer sus sentimientos.
-¿Os he dado yo permiso para sentaros?.Vagos de mierda..¡Levantaos!, levantaba los brazos desde lejos como un arrebato para imponer su voluntad.
- Josefa ¿ Qué dijo aquella guiri?
- Nada, no lo sé señor.
Pero siguieron los tres sentados delante de su capataz Torres, sin responder a nada: Josefa planeando algo tras su ataque. Fernando renegrido y gordo,exhausto en estado de shock hinchándose y deshinchándose, y Rigoletto inmóvil e indolente con los hombros desnivelados, un poco de chepa y la lengua gruesa como un trozo de caucho sin poder tenerla dentro de la boca.Serraba torpemente una rama. Se le metía y salía la sierra oxidada de la hendidura. Tenía un cigarrillo entre los dedos y daba caladas de una forma curiosa con la cabeza ladeada mirando al cielo. La lengua se le pegaba mucho al paladar y se le salía por el lado izquierdo de la boca por lo que sólo podía soltar palabras sueltas, difícilmente inteligibles.
-Aro, aro. Decía Rigoletto en su peculiar tartamudeo que sólo podía intuir Josefa.
Javier miraba fijamente a la falda del Barranco donde ponían una Fosa Común con los fallecidos del Psiquiátrico. A los que alguna vez había enterrado y echado cal en la tarde-noche..Cuando llegaron allí les dijeron que amortajarían los cadáveres de los aborígenes que se encontraran en la cuneta de la Autopista para colocarlos en la cueva para enseñar algo de cierto interés a los turistas británicos. Los amortajarían encogidos para que dieran sensación de fragilidad. De haber huido de alguna represión de algún gobierno civilizado. Sin embargo desde que llegó la primera camioneta se pusieron a enterrar a tarados.
Se dieron cuenta porque los cuerpos estaban con gestos grotescos de intensa concentración y con un gesto de un dolor indolente.
¿Quién iría para ver eso? se preguntaron al principio. Cuando les echaban cal protegidos con mascarillas y les enterraron no entendían por qué les habían mentido de forma tan burda. Cogieron las tarjetas blancas llenas de nombres y las tiraron dentro sin importar el hueco de cada cadáver y se quedaron con tres.
Y se apropiaron de sus nombres.
Josefa cogió la carta blanca de Rigoletto con un arrebato de asco. Rigoletto se quedó rompiendo el sobre en finas lineas e intentando comérselas.
- ¿ Saben qué es esto? ¿saben,eh? tengo que verificar la identidad del cadáver de mi madre.
Sí tal vez este allí. Y señaló con un gesto mínimo con la barbilla a la Fosa Común.Era un espacio cedido desde hacía años al entierro de personas sin recursos.
Y después hizo otro gesto de desaliento bajando la frente como si echara la culpa de algo a Rigoletto.
A los límites del Jardín donde había un acueducto sin sentido en otro barranco. Pero aunque ellos eran jardineros, no se atrevían a protestar para evitar provocaciones. Era un trabajo hermoso y duro como Josefa necesitaba, para calmar su insaciable rencor. Respetaban sus derechos laborales y apenas le pedían que hiciera horas extras gratuitas. El Jardín Botánico era el único lugar de la zona donde no se notaba la influencia del Sáhara. Era un Barranco que parecía los containers achatarrados de un Puerto, de árboles de la Laurisilva, especies de cactus y de plantas endémicas minúsculas.
- ¿Cómo he acabado aquí? Mo-ri-ré en Gran Ca-na-ria. Pensaba poniendo un gesto patético. Abría las piernas y bajaba la cabeza hasta casi ponerlas entre las rodillas.
- Habrá que enterrarlos.Sí hay que decirles la verdad
Dijo Fernando con desgana, al ver el camión donde solían traer nuevos fallecidos. Fernando traicionó a un antigüo compinche al delatar que tomaba cocaína en el trabajo. Aquella traición no significó nada porque no tuvo consecuencias, pero encendió en él un profundo sentido de vergüenza.Pidió un cambio de grupo y le cambiaron a éste donde los miembros estaban aún más deteriorados. No quería responsabilidades. No pensaba cumplir su deber sin una orden taxativa de su capataz Torres.
- ¿Qué será de mí? nunca me recuperaré de ésta.
Qué vida. Soñaba con Madrid. Tenía nostalgia de Madrid.Aquel mundo lleno de edificios como los Ministerios. Recordaba a la gente haciendo footing en sus jardines. Sin brisas. Lleno de oportunidades.
Y veía el paisaje actual que le recordaba la campiña de una colina de Italia pero con casas abandonadas. Con cascadas que ellos habían preparado para los turistas nórdicos. Sabía que allí no olería a verde.Imaginaba lugares lejanos.
-Recuerdo cuando decidí tirar mi vida por la borda. Era consciente de lo que hacía. Me hicieron la vida imposible. Sobre todo ella: mi madrastra.La odié desde que la vi.Quedamos en el Parque Velázquez y apareció en Goya,una paralela, y me dijo que habíamos quedado en Goya. Un rapapolvo sin derecho a réplica desde el primer momento. Era fea de cara y plana . Estábamos en la playa y me dió un dulce reseco que había robado del todo incluido del Hotel. Casi me lo metió en la boca. Y así todos los días desde que la conocí.Tal para cual. Me cayó mal. De alguna manera fuí injusto con ella pero el que tiró su vida por la borda fuí yo. A ella no le importaba nada eso.
- Mi pa-dre es-tá vi-vo.Él está en Madrid y yo en Gran Canaria. Aquella mala bestia...
Merece estar muerto.Sí mu-er-to.
No se muere. No-se-mue-re. No-se-pu-dre. No-se-pudre ese perro sanguinario.
Josefa Daza cogió un gran pedrusco mirándolo fijamente con sus débiles brazos del muro, en lo alto del Jardín Botánico.Imaginaba su rostro. Estaba en un camino de piedras con otros dos compañeros de jardinería, rodeado de dragos de unos 6 metros de altura.
Josefa enorme, lo tiró con fuerza compulsiva hacia el precipicio. Estaban en la umbría y la hierba mojada hizo que el pedrusco rodara sin rebotar.
Aquellos peones de jardinería en plena cuesta empinada a 60 º, sujetándose con cuerdas haciendo muros de contención debían ser trabajadores para tareas excepcionales.
Habían tomado una responsabilidad superior a su fuerza. Había aspersores y mangueras para mantener las distintas especies del JARDÍN BOTÁNICO. La tierra estaba mojaba y resbaladiza: era un riesgo innecesario que denotaba cierto descontrol de sus superiores. Además había muchos claros donde se podían hacer transplantes de plantas endémicas.
Un compañero con el uniforme verde y blanco llegó inmediatamente silbándole como si mandara a detener a un perro. Lo agarró atándole su cuerpo entre sus brazos.
-¿Qué haces? que¿qué- ha-ces? abajo en el camino puede pasar gente.¿ Vistes a los niños de lejos? ¡Imagínate que le cae a alguien. I-ma-gí-na-te la que nos cae. No sólo te echan. Vas a la puta cárcel por la feiz. Imagínate!. Dijo Fernando Macías.
- Estoy harto. Completamente harto. Odio a mi padre. Lo o-dio.Odio a mi padre y no se pu-dre el ca-brón. Después de destruirme la vida el cabrón me sobrevivirá. Yo- lo- ma-to.
- Yo también estoy harto. Pienso cambiarme los apellidos. Me pondré sólo los de mi madre.
Dijo tartamudeando Rigoletto sentado en las escaleras de la esquina,encogido como un mono, tenía "la carta de la discordia" y la movía de un lado a otro, como un náufrago pidiendo ayuda.
Aquella cuadrilla era la de deshecho donde enviaban a los problemáticos que no eran adictos a drogas.
Josefa era una mujer de espaldas cuadradas, parecía salido de un cuarto oscuro de torturas, y de casi un 1,80 metro de altura,pálido y poco robusto.
Josefa tenía por fin una misión después de tanto tiempo pero se negaba a ella.
Se sentó en la parte de la escalera de piedra que parecía una espiral de caracol. Una pareja de turistas con gorritas pasó asombrada ante ellos,la mujer iba a hacer un comentario con el gesto chistoso pero el marido viendo la tensión que no entendía, la cogió de la mano y aceleró el ritmo dejándole la frase a la mitad, para evitar posibles reacciones.
- ¿Qué di-jo? tartamudeó Rigoletto.
Y tras una leve pausa, reaccionó cansado:
- Trabajando duro¿eh?.
Mientras mascullaba para sí:
- No se muere. No -se-mue-re. No-se-pu-dre. No-se-pu-dre- ese perro sanguinario.
De lejos por el camino de piedra venía el capataz Torres concentrado como un campesino duro que volviera de una batalla con unos prismáticos. Y un caminar lento y cojeando. Pusieron un gesto agrio .Fernando Macías bajó la cabeza pensando que tendría que dar explicaciones a su capataz delatando a su compañero. Se sentaron exhaustos de exponer sus sentimientos.
-¿Os he dado yo permiso para sentaros?.Vagos de mierda..¡Levantaos!, levantaba los brazos desde lejos como un arrebato para imponer su voluntad.
- Josefa ¿ Qué dijo aquella guiri?
- Nada, no lo sé señor.
Pero siguieron los tres sentados delante de su capataz Torres, sin responder a nada: Josefa planeando algo tras su ataque. Fernando renegrido y gordo,exhausto en estado de shock hinchándose y deshinchándose, y Rigoletto inmóvil e indolente con los hombros desnivelados, un poco de chepa y la lengua gruesa como un trozo de caucho sin poder tenerla dentro de la boca.Serraba torpemente una rama. Se le metía y salía la sierra oxidada de la hendidura. Tenía un cigarrillo entre los dedos y daba caladas de una forma curiosa con la cabeza ladeada mirando al cielo. La lengua se le pegaba mucho al paladar y se le salía por el lado izquierdo de la boca por lo que sólo podía soltar palabras sueltas, difícilmente inteligibles.
-Aro, aro. Decía Rigoletto en su peculiar tartamudeo que sólo podía intuir Josefa.
Javier miraba fijamente a la falda del Barranco donde ponían una Fosa Común con los fallecidos del Psiquiátrico. A los que alguna vez había enterrado y echado cal en la tarde-noche..Cuando llegaron allí les dijeron que amortajarían los cadáveres de los aborígenes que se encontraran en la cuneta de la Autopista para colocarlos en la cueva para enseñar algo de cierto interés a los turistas británicos. Los amortajarían encogidos para que dieran sensación de fragilidad. De haber huido de alguna represión de algún gobierno civilizado. Sin embargo desde que llegó la primera camioneta se pusieron a enterrar a tarados.
Se dieron cuenta porque los cuerpos estaban con gestos grotescos de intensa concentración y con un gesto de un dolor indolente.
¿Quién iría para ver eso? se preguntaron al principio. Cuando les echaban cal protegidos con mascarillas y les enterraron no entendían por qué les habían mentido de forma tan burda. Cogieron las tarjetas blancas llenas de nombres y las tiraron dentro sin importar el hueco de cada cadáver y se quedaron con tres.
Y se apropiaron de sus nombres.
Josefa cogió la carta blanca de Rigoletto con un arrebato de asco. Rigoletto se quedó rompiendo el sobre en finas lineas e intentando comérselas.
- ¿ Saben qué es esto? ¿saben,eh? tengo que verificar la identidad del cadáver de mi madre.
Sí tal vez este allí. Y señaló con un gesto mínimo con la barbilla a la Fosa Común.Era un espacio cedido desde hacía años al entierro de personas sin recursos.
Y después hizo otro gesto de desaliento bajando la frente como si echara la culpa de algo a Rigoletto.
A los límites del Jardín donde había un acueducto sin sentido en otro barranco. Pero aunque ellos eran jardineros, no se atrevían a protestar para evitar provocaciones. Era un trabajo hermoso y duro como Josefa necesitaba, para calmar su insaciable rencor. Respetaban sus derechos laborales y apenas le pedían que hiciera horas extras gratuitas. El Jardín Botánico era el único lugar de la zona donde no se notaba la influencia del Sáhara. Era un Barranco que parecía los containers achatarrados de un Puerto, de árboles de la Laurisilva, especies de cactus y de plantas endémicas minúsculas.
- ¿Cómo he acabado aquí? Mo-ri-ré en Gran Ca-na-ria. Pensaba poniendo un gesto patético. Abría las piernas y bajaba la cabeza hasta casi ponerlas entre las rodillas.
- Habrá que enterrarlos.Sí hay que decirles la verdad
Dijo Fernando con desgana, al ver el camión donde solían traer nuevos fallecidos. Fernando traicionó a un antigüo compinche al delatar que tomaba cocaína en el trabajo. Aquella traición no significó nada porque no tuvo consecuencias, pero encendió en él un profundo sentido de vergüenza.Pidió un cambio de grupo y le cambiaron a éste donde los miembros estaban aún más deteriorados. No quería responsabilidades. No pensaba cumplir su deber sin una orden taxativa de su capataz Torres.
- ¿Qué será de mí? nunca me recuperaré de ésta.
Qué vida. Soñaba con Madrid. Tenía nostalgia de Madrid.Aquel mundo lleno de edificios como los Ministerios. Recordaba a la gente haciendo footing en sus jardines. Sin brisas. Lleno de oportunidades.
Y veía el paisaje actual que le recordaba la campiña de una colina de Italia pero con casas abandonadas. Con cascadas que ellos habían preparado para los turistas nórdicos. Sabía que allí no olería a verde.Imaginaba lugares lejanos.
-Recuerdo cuando decidí tirar mi vida por la borda. Era consciente de lo que hacía. Me hicieron la vida imposible. Sobre todo ella: mi madrastra.La odié desde que la vi.Quedamos en el Parque Velázquez y apareció en Goya,una paralela, y me dijo que habíamos quedado en Goya. Un rapapolvo sin derecho a réplica desde el primer momento. Era fea de cara y plana . Estábamos en la playa y me dió un dulce reseco que había robado del todo incluido del Hotel. Casi me lo metió en la boca. Y así todos los días desde que la conocí.Tal para cual. Me cayó mal. De alguna manera fuí injusto con ella pero el que tiró su vida por la borda fuí yo. A ella no le importaba nada eso.
- Mi pa-dre es-tá vi-vo.Él está en Madrid y yo en Gran Canaria. Aquella mala bestia...
Merece estar muerto.Sí mu-er-to.
lunes, 31 de marzo de 2014
Al abordaje. Espaldas cuadradas
Exceso de hormonas después de un Despido. 30-3-2014
Nadie entendió el crimen después de su despido.
A Aguinaldo un oficionista del Departamento de Recursos Humanos y Medios le despidieron el día después de San Valentín por haber robado 50 euros de la caja al cabo de 3 años de servicios. Había robado el dinero para llevar a una chica, Silvia Mengibar el viernes al cine, aunque ella no quería ir después de plantearle la posibilidad ambigüa de que sí iría, porque no iba a buscarla a La Goleta ,su pueblo, a 25 kilometros de la capital. Y a pesar de que en 10 días tendría su sueldo íntegro.
El lunes estaba preocupado porque cuando notó el clic del cierre de la puerta de su casa se dió cuenta que se había quedado sin llave para entrar. Era un extraño sortilegio que le pasaba cuando tenía problemas. Como estar tanteando a una mujer ambigüa.En la parada en plena avenida marítima disfrutó del sol. La vida le parecía algo hermoso después de tantos años de sufrimiento y ni las quejas de sus compañeros en sus mesas sin despacho de su Departamento le molestaban. La guagua se retrasó 20 minutos y no iba llegar al trabajo con el retraso de casi media hora como a Aguinaldo le gustaba.
Estaba preocupado por devolver un libro a la biblioteca aunque no tenía necesidad de hacerlo en aquel día. Sólo quería ir porque los bibliotecarios mayores, antigüos compañeros, no le saludaban. Lo trataban como a un vago,con circunspección y desprecio.
Cuando llegó a la entrada del gigantesco edificio de su trabajo la Segurita le paró. Casi nunca le saludaba y le miraba de reojo de soslayo.Estaba detrás de una enorme mesa de recibidor como de madera lacada granate.Y siempre viraba la cara tras saludarla.Por tanto se sintió confuso con un grito seco y contundente que lo ponía en evidencia frente a un cliente mayor gordo y calvo que esperaba Le dijo que entrara a un trastero aparte con un ventanuco con una malla metálica suelta al viento, que era un almacén de archivadoras de informes con olor a carcoma. Había tenido algún tropiezo con la Segurita. Una vez que le preguntó por el horario de una Conferencia de Accidentes ella le respondió:
-No tengo por qué saberlo.
- Entonces...(dijo dando a entender cuál era su labor, si apenas controlaba sus entradas)
- Llevo desde las 7 de la mañana y me iré a las 18.00 de la tarde. Dando el callo mientras usted esta en las terrazas en la playa.
Fué tal el impacto que puso una queja por el tono gritón de la respuesta. Le dieron un toque de atención. Y ella le guardo un rencor estridente por el correctivo. Ahora la Segurita después de semanas evitándola tenía la posibilidad de vengarse de él. Pero no midió que tendría que seguir viéndola todos los días después de la queja.
Aguinaldo siempre había estado preocupado desde que estudió Derecho en la Universidad de Las Palmas en no destrozar la vida a inocentes. Más que como sus compañeros que sólo les importaba en no defender culpables. O en hacerlo por dinero y sin vincularse con ellos ni importarle por su futuro.
Hay personas que necesitan rencor para sentir fuerza en su cuerpo. Que no admite réplicas a sus canalladas. Personas repugnantemente vagas que funcionan a reacción. Y cuyas reacciones siempre son exageradas, sin sentido de la realidad.
Aguinaldo pensó que hablaría con él. A lo mejor lo humillaría en público en esa cobardia española de gritar u ofender durante minutos con los altibajos del berrinche a alguien en público para sentirse más protegido frente a posibles reacciones. Además la Segurita era especialmente grosera y vocinglera y estaría deseando hacerlo frente a lo que consideraba como un ataque para que la despidieran. Si bien había tenido otros roces graves con empleados.
Aguinaldo se puso a buscar el móvil en la bandolera y en los bolsillos. Desde que se había esfumado su pasión por la fotografía cada vez tenía menos interés por llevarlo encima. De pronto una angustia por no entender su situación le hizo desistir del intento de avisar a nadie. Estaba en estado de shock. Veía el riesgo inminente de un despido.
Aguinaldo se ocupaba de las comisiones de la venta de pólizas de los delegados. Quedarse con dinero físico era ingenuo. Con conchabarse con algún delegado y subirle la comisión e ir a medias y hacerse el loco ante las correciones de la Sede Central hubiese sido más sencillo. No habría dejado rastros.
Aguinaldo no reaccionó cuando lo acusó. Llevaba semanas cuchicheando en voz alta en su contra al resto de sus compañeros seguritas y una chica rusa de la limpieza.Ésta debió entender aquel "incidente" como el abuso de un oficionista contra una trabajadora que no podía defenderse para no crear problemas.Y evitar un despido. Pegó e oído a la puerta y oía a la limpiadora que debía estar silbando con los auriculares puestos.
Lo de destruir la vida a cualquiera de los que le rodeaban no era una cuestión de principios sino de fuerza. Le parecía increíble el que sus delegados pudieran buscar cláusulas en las pólizas de los accidentados para evitar el gasto de sus servicios médicos. Era ruin. A él le habían atacado por chorradas que habían adquirido tintes exagerados. Sentía una admiración silenciosa por estas personas que se quedaban en su lugar.Y que soltaban frases técnicas rutinarias de ruindad cotidiana a tomar un café y quejarse de la equivocación de un árbitro en cuestión de minutos.
Trabajar es ser duro, enfrentarse a las personas cara a cara y decirles Este es mi derecho y a partir de ahí hacerles la vida imposible en su trabajo hasta que los despidan o no puedan cobrar su indemnización después de su accidente.
Sobra decir que a Aguinaldo le interesaba más meterse en líos ajenos que no le iban ni le venían a conservar el prestigio en su puesto. No era una cuestión de dispersión. Ni el que consideraba que en su vida había muchos asuntos que siempre dejaba a medias. Era una extraña sensación de seguridad que sentía y que compensaba cuando su superior le llamaba la atención en público. Tenía que desahogarse sintiéndose superior en otro sitio donde pudiera gritar y salir corriendo sin sentir las reacciones a sus "reconducciones".
Como él llamaba. Inmediatamente después se sentía arrepentido y se quedaba agazapado en su madriguera pero a la larga sentía una sensación satisfacción rayana en el orgullo.Pero en este "INCIDENTE" como había empezado a repetir sabía que no habría remedio. Ni compensaciones ni desagravios.
Sabía que no trataría de defenderse.De hecho era lo mejor.No le dejarían que se recreara en sus frases alambicadas.Le interrumpirían y algún testigo se sonreiría. Acusarse de una negligencia imperdonable en vez de un robo y suplicarse la compasión del jefe, por un fallo tonto. Aunque negó las acusaciones se prestó para devolver el doble del dinero. Por lo menos quería ir a su cuarta planta para ver a su superior. A sus compañeros encorbatados. Quería discutir con ellos en el Office tomando un café hablarles de una Nueva Legislación sobre los Seguros en medio de la Crisis.En medio de las quejas de autocompasión soltaría su pesar como un chiste y la gente se reiría de forma amarga y le pondría la mano sobre el hombro. Además era el Cumpleaños de Julio Jaén su jefe inmediato y tendrían preparado un queque reseco. Ese sería el momento. Le explicaría su situación.Había sido un antigüo compinche de farra.
-¡Mentira!. ¡Ellos me han dado órdenes concretas de que no quieren verte más!
Oyó como giraba la llave para encajar el seguro de la puerta Lo dejó encerrado entre las estanterías metálicas en un taburete con la madre de una de las secretarías de la primera planta. La luz estaba muy alta a más de 3 metros y en su círculo era muy intensa. La anciana encima de otro taburete sujetaba bajo el brazo un periódico. Estaba muy degradada . Era notorio por las arrugas y porque no parpadeaba ni miraba a ningún punto fijo que tenía un embotamiento emocional y alguna enfermedad mental grave. La anciana estaba debajo de la luz por lo que temió que si no le daba una insolación podía tener problemas de respiración. Aunque por la falta de reacción intuyó que debía estar acostumbrada a ese aire enrarecido.
Cuando pensó en el caso, vió que todo era un malentendido producto de su soledad. Él no había robado nada. Simplemente cogió un dinero adelantado que devolviera al día siguiente. Era todo demasiado absurdo para ser real. Bueno si se habían saltado el procedimiento para dejar en las instalaciones al familiar de un empleado no importaría que alguien cogiera un adelanto por un día de tan poco montante.
Julito Jaén era una persona provinciana que había pasado de ligar a turistas alemanas mayores a venderles seguros. No tenía delicadeza para entender las sutilezas del pensamiento de un hombre solitario. Algunas veces habían salido al China White zona nocturna de marcha para ligar. El CHINA WHITE era como un garaje en el ático rodeado de las cristaleras por el que sólo se veían más luces de colores parpadeando y con humo de otras discotecas.
Cómo aquella vez el año 2007 cuando bailaron con Sam de Londres al final fué él el que se enrolló con la chica. Aunque fuera Lemzo el bailarín negro que fichaba allí todas las noches el que después se acostara con ella.
Aquellas salidas sólo habían sido motivo de humillaciones. Él no era un hombre de ligoteo. Nunca se lo creyó. Aunque le gustaba sentirse vivo y quedarse a dormir en un Hotel de Apartamentos del Sur había sido su ilusión de adolescente. Cuando Julio no conseguía enrollarse una chica de 20 años, aunque ya tenía 37años, la culpa se la echaba a la cerveza o a no tener un compañero que mantuviera entretenida a la amiga inevitable de la chica.
El caso de Sam aunque era de cajón le hirió profundamente. La chica rubia sólo hablaba inglés y reaccionó ante Aguinaldo a la que tras 2 minutos de conocerla intentó besar. La reacción de Sam ofendida fué morrearse con Julito con quien había hablado antes. Aguinaldo le besó el hombro proponiendo tácitamente un trío. Pero la pareja se marchó sola a las escaleras metálicas de la calle.
Aquella humillación la vió como necesaria. Pero no lo era. Julio no valoraba su compañía en las marchas con respecto al mérito con su trabajo. Aguinaldo no había vivido. Salvo su cultura no tenía nada que ofrecer a Julito salvo su obediencia servil.
Aguinaldo no podía creer que aquel incidente pudiera arruinar su trayectoria. Había entrado a trabajar a la Compañía de Seguros de chiripa. No le importaba hacer 3 o 4 horas extras sin cobrar. Con la Crisis no contrataban y si había alguna baja la sustituían con un trabajador de otro Departamento no estrictamente necesario. Sólo querían vendedores. Despedido, no te volvían a contratar ni te daban una Carta de Recomendación. Si otra empresa preguntaba por ti a la anterior no le ocultarían el motivo del despido.
Además no hacían contratos indefinidos sino de 6 meses renovables. Aunque su mesa tenía una vista impresionante al Puerto Deportivo cuando llegaban por la mañana se quedaban en el Office alrededor de la cafetería como el fuego del chamán de la Tribú hablando de las posibilidades a cada uno de que los renovaran. Por lo menos era un hombre sano y sensato. Cuando hable con Julio le recordaré el caso de Sam y que me debe una...
En Derecho había demostrado que ni era fajista ni epiléptico para mirar a otro lado ante los problemas de las personas. Eso le dió fama de hombre débil e ingenuo.De algún modo esa actitud le había permitido conocer a amigos ricos de los que había abusado. Se había hospedado en su casa. Había abusado de que le invitan a comer y hasta les había robado dinero de la cartera cunado no estaban.A cambio de poco más que su amistad,de dejar que les echaran sus rapapolvos injustificados y ser el huevón... a quien siempre le echaban la culpa de no conseguir a la golfa de turno en las noches de marcha.
La atracción de su madre a la autohumillación y la miseria le habían dado ese sentido de la mansedumbre. Ahora que había conseguido un hueco en el acantilado del mundo había cometido un error fatal. Incluso si no hubiese puesto pegas al cobro de una póliza por un accidentado negligente se hubiesen enfadado menos. Era cuestión de prioridades. La mayoría de los clientes que trataba no eran personas tórridas. Eran administradores de pequeños complejos de turistas o pequeños empresarios. Era gente campechana y les gustaba hablar con un hombre de cara adolescente que parecía buena gente. Eso y obviamente el prestigio de la empresa que tenía carteles en toda la ciudad era lo que más les gustaba. Sobre todo porque muchas veces su trabajo era de aguante. Recibía unas 15 llamadas al día de sus comerciales quejándose de que las pólizas no respondían a las necesidades de los clientes. Y los clientes de que se les había inundado la casa o habían tenido un accidente de tráfico en condiciones que el seguro no cubría. Aunque les ofrecían su servicios eran más caros y esto daba lugar a fricciones. Él tenía que callarse y aguantar con paciencia 10 minutos de histeria bajo presión de estar siendo gabado por la empresa.
Después de aguantar esa prueba. La empresa te concedía una hipoteca y un seguro de coche. Con lo que si bien se cumplía tu deseo de vincularse a la empresa. Y te daban facilidades. También te volvías un dependiente acomodado.
Se llevaba las manos a la cabeza. Se las retorcía. Quería ver a su superior. Durante semanas lo evitaba porque siempre le hacía bromas pesadas sobre como se anudaba la corbata. De forma muy fina.
-Te tendré que enseñar con 30 y tantos años a atarte la corbata como a un niño se le enseña a atarse los cordones. Debería ser de enganche tu corbata.
La anciana le sonreía de una manera infantil y exagerada. Tenía un tinte rojo llamativo en el melena rala y como estirada hacia arriba.Se notaba de que estaba exhausta de tanto sufrimiento y que con la poca fuerza que le que daba quería dar bendiciones. Le levantó la mano muy débil para acarciarle el brazo en actitud maternal.Su tacto daba malas vibraciones de pesadumbre.
-¿Dios qué he hecho, qué he hecho,mecagüen la puta,Dios,cojones?. Y le apartó la mano de un manotazo.
Miró a lo alto porque pensaba que la luz estaba muy alta y que le costaba respirar.
Y empezó a dar vueltas con las manos juntas detrás en la espalda. ¿He debido estar tonto? Todo es culpa al infierno que estoy pasando con esta mujer.
Hace un par de semanas se había de vacaciones. Aunque le tocaba no se atrevía a cogerlas porque estaban despidiendo gente. Aguinaldo pálido pero cuadrado se sentía blindado en su puesto. Pero se sentía estresado por este trasiego de personas que querían vomitar sus miserias. Ni siquiera rondaba por el Office si antes no veía a algún náufrago sin ganas de hablar. Cuando cogió las vacaciones fué al Palacio Real, al Escorial, al Valle de los Caídos. En todos los sitios: las cafeterías, los detectores de seguridad,los guías de los museos, los quioscos,se encontraba a trabajadores que se quejaban de sus Contratos de Trabajo incluso aunque estuvieran a un metro de un cuadro de Velazquez. Esto le hacía muchísima gracia.Sólo al hacerse las fotos con el móvil tenía que dejar de sonreír para salir con ese empaque de solemnidad que poco le gustaba en su cotidianidad.
De pronto sintió el golpe de los nudillos golpeando a la puerta para pedir permiso para entrar.
-¿Quién hay ahí? ¿Qué pasa?.
Aguinaldo reconoció aquella voz cascada como llena de flema de acento eslavo.
- Nadia ¿qué tal? ¿eres tú, guapa? Nada ha sido un malentendido. Me han dejado aquí encerrado. Necesito que me saques. Tengo reunión con el Jefe. Llego tarde.
- ¿Cómo?¿Seguro? ¿Le han dejado cerrado?¿cómo va a ser eso?me extraña. Qué extraño.
No oía ningún sonido para intentar abrir la puerta. Nadia la limpiadora, era una mujer mayor y seca. Cuando se la conocía era más dicharachera pero guardando las distancias. Le gustaba "ser absolutamente sincera" por lo que de cuando en cuando soltaba impertinencias contundentes de las que sentía orgullosa.
-Seguro que no se quedó apalancado con algún papeleo. Aquí meten a los chungos.
- Sácame Nadia, DIOS santo.
- Ya . Mira mejor llamo a la segurita. ¿Vale?
Y se fué. Sintió las pisadas alejándose.
Un momento pensó que aquello no podía durar demasiado tiempo.Le angustiaba la idea como hacía tiempo no le preocupaba ninguna adversidad lógica como el Euribor que absurdamente le estaba subiendo. Lo que afectaba a los plazos de su hipoteca. Incluso se le pasó la idea de abrir la cremallera, desabrocharse el pantalón y masturbarse allí mismo. Pero el embotamiento de la anciana no era tan fuerte como para que no reaccionara ante un estímulo agresivo.
Él era un antirrealista. El haberse sentido integrado en la Empresa en condiciones adversas (no había conseguido titulación universitaria pero sí un trabajo que la exigía). Y relacionarse con personas que sí se buscan la vida duramente vendiendo seguros caros en la calle en plena Crisis donde todo el mundo quería ahorrar costes, le había dado una seguridad de advenedizo consolidado. Se tomaba confiaba al dar consejos a Julio su superior cuando nadie se lo pedía y a opinar en la relación con el Departamento de Atención al Cliente.
Estaba exhausto de tantas reprimendas por tomar iniciativas que competían a Olga la directora del Call Center. A veces su negligencia había rayado lo intolerable al dar explicaciones previas, como a un anciano que quería suprimir su seguro de caza y tenía que pagar una clausula de rescisión. Aunque acabó bien, contravino el Protocolo. Le llamaron la atención suavemente por el exceso de trabajo del Call Center que tenía que enviar una carta al susodicho. Y porque le había mostrado su agradecimiento y había trifulcas internas del Call Center como para exigir explicaciones.Pero dejó relejes de resquemor como para pedir favores a sus compañeros. Pero siempre escapaba.
Eso en vez de crear una sensación de alivio por la condena no materializada, generaba una sensación de reconomiento por haber salvado de problemas a mis compañeros que no me lo pueden agradecer por envidia y orgullo. Su ambiente salvo apuntes concretos no lo tomaba ya en serio y se daba cuenta que al darle una responsabilidad le estarían dando soga para que se ahorcara él mismo. Él se dió cuenta y mantuvo un celo especial para no dar un paso en falso
Podían medir su madurez en la reacción en este trance. A lo mejor le estaban poniendo nervioso. Julio quería ver cómo respondería ante este trance y lo tendría en cuenta para ascensos futuros. Su sala de trabajo, con fotocopiadoras, escáners y archivos prioritarios estaba al lado de la del Director General. Sólo con dejarse caer por la cocina para coger una botella de agua y podría hablar con él. Intentar caerle simpático recordarle su curriculum.Lo importante que era recompensar la fidelidad a la empresa y blablá.
El problema es que sabían que hablaba bien. Parte de su prestigio era no dejarse encandilar ante los argumentos brillantes,NO CEDER. Sí era un problema insalvable. No lo escucharía.
Se quedó mirando al suelo de granito. Le recordó cuando se quedaba encerrado de niño en la azotea de sus tíos. Había un picaporte oxidado que él tomaba como bastón de mando para dirigir ejércitos. O como pistola para dar Golpes de Estado y dominar países. Por un momento descubrió lo inevitable.
Nadie estaría discutiendo su caso en la Sala del Departamiento. La Reunión sobre la venta de Pólizas del mes sin duda era hoy. Al principio creyó que estaba mintiendo pero después se dió cuenta que no. Que era cierta. Gracias a Dios no tenía responsabilidad en el número de ventas sino de que se hubiesen efectuado los ingresos y de que no hubiese quejas ni en eso ni en el servicio. Pero aún así debería estar allí y no estaba.
La anciana de pronto soltó: -
-Prefiero no hacerlo.
-¿El qué?
-Dígale a los pajarillos que no canten,¡dígaselo, Dios, dígaselo!
- Ya. Sáquenme de aquí. No pueden tenerme aquí. ¡No pueden!
Gritó mientras aporreaba la puerta metálica. Notó como arrastraba su paso yéndose por el pasillo. Y cómo recolocaba las escobas en el equipo de la limpieza y como cuchicheaba
-Que se joda el gilipollas.
2
Silvia Mengíbar le había llevado por una Procesión de Humillaciones. Nunca había calculado las consecuencias de sus actos pero esto no tenía remedio. La verdad es que era él el que tomaba la decisión final pero aunque tenía elección, siempre se preguntaba si tenía alternativas reales. Era muy débil. Cuando intentaba mantener una relación estable lo humillaban. Y nunca se controlaba en sus reacciones.
Porque la indirecta de coger el dinero fué de Silvia aunque él se apropiara del mérito. Ahora que se veía como un vago y como un cobarde sin iniciativa pensaba por qué no había cogido el curso y aprender Inglés en Londres para su currículum. Aunque sabía que una quincena no serviría de muchos. Siempre metiéndose en mierdas
Había conocido a este chica en un grupo de personas que siempre estaban peleando. El propio conocido que les presentó Pablo, le recomendó: ten cuidado con ellos. Pero el hecho de que a otros conocidos le hubiesen dado el mismo consejo sobre él hizo que no se lo tomara en serio. Y se sonrió.
Les habían invitado al Club Náutico un club de élite con piscinas olímpicas que sólo admitía a socios. Pablo su amigo lo llevó porque en el grupo la mayoría eran mujeres. Ana "la loca" parecía ser la líder de aquel grupo. Con los ojos saltones, muy blanca y con pechos caídos a pesar de tener apenas 30 años parecía una mujer devota.Que te corregía cuando cualquier expresión le parecía fuera de lugar.
- Esa es una patujada. Y no tiene gracia.
Le contestó mirándole fijamente. Justo cuando llevaban 5 minutos después de sentarse en una terraza la primera vez de conocerse.Junto a ella Alfredo un mocetón alto que tartamudeaba,lento, al que le costaba mantener argumentos y que pronunciaba palabras como aire por nadie, aro por claro,o ejó por mejor.
Aguinaldo se quedó con la copla. Permaneció callado, fijándose en las reacciones y en la falda de cómo venía e iba la camarera.
Desde el comienzo Silvia sentada a su lado en la silla metálica junto a la piscina le dijo que Alfredo estaba tanteándola. Aunque a veces no sabía si le tiraba los tejos o se reía cruelmente de ella con indirectas insultantes. Alfredo sin embargo decía que se habían besado y que por tanto eran novios para rechifla de Pablo. Pablo tenía problemas con el Servicio de Empleo. Estaba amargado por no cobrar unos subsidios a los que creía que tenía derecho. Sus padres le pagaban todos los años un viaje al Norte de Europa para ver a sus parientes maternos pero este año con 35 años su padre se negó. Tenía que enfrentarse a la propia inutilidad de su vida.
Confiaba más en quien admite errores como Pablo, que en la persona segura que va golpeando aquello que le molesta en la calle y encima echa la culpa de que te tropezastes con él.
Silvia era treintañera y menuda con la piel escamosa. Castaña y de poco cuerpo tenía la cara chupada. Sabía entornar los ojos y dar la impresión algo falsa de una vida interior profunda. Era mona pero lo importante era su capacidad mímica.
Cuando se reía parecía una hiena .Pablo era un guasón y comentó
-...y la tercera mentira que una le dice a la otra es chupa chupa que yo te aviso... hay amores que uno nunca entiende.
Habló de Ana y se preguntó por qué una amiga suya que debía ser una machorra no había querido venir para presentársela a Aguinaldo. Ana se fué al baño. Estuvimos esperándola tres cuartos de hora. Fueron al baño a buscarla pero increíblemente no estaba.
Al día siguiente Pablo le llamó. Parece ser que la tal Ana le llamó a las 12.30 a su casa con la excusa de que no tenía su movil. Se pusó a insultarle por lanzar indirectas obvias y de mal gusto con que era una lesbiana y se entendía con su amiga. Que deseaba que su reciente noviazgo se rompiera y que sus padres le echaran de su casa para que tuviera alguna idea de lo que es la vida. Que solo tenía 35 años y ya era de que empezara a trabajar que era pronto para vivir de sus hijos bastardos...
Y salvajadas sin ton ni son por el estilo. Aguinaldo en vez de entender la lección siguió intentando conocer a Silvia. Su único nexo era quedar con Ana y utilizarla para conocerla. No sólo le pareció receptiva sino muy viva, con gracia y quiso ver posibilidades.
Por una vez su trabajo se relegó a un segundo plano.
Nadie entendió el crimen después de su despido.
A Aguinaldo un oficionista del Departamento de Recursos Humanos y Medios le despidieron el día después de San Valentín por haber robado 50 euros de la caja al cabo de 3 años de servicios. Había robado el dinero para llevar a una chica, Silvia Mengibar el viernes al cine, aunque ella no quería ir después de plantearle la posibilidad ambigüa de que sí iría, porque no iba a buscarla a La Goleta ,su pueblo, a 25 kilometros de la capital. Y a pesar de que en 10 días tendría su sueldo íntegro.
El lunes estaba preocupado porque cuando notó el clic del cierre de la puerta de su casa se dió cuenta que se había quedado sin llave para entrar. Era un extraño sortilegio que le pasaba cuando tenía problemas. Como estar tanteando a una mujer ambigüa.En la parada en plena avenida marítima disfrutó del sol. La vida le parecía algo hermoso después de tantos años de sufrimiento y ni las quejas de sus compañeros en sus mesas sin despacho de su Departamento le molestaban. La guagua se retrasó 20 minutos y no iba llegar al trabajo con el retraso de casi media hora como a Aguinaldo le gustaba.
Estaba preocupado por devolver un libro a la biblioteca aunque no tenía necesidad de hacerlo en aquel día. Sólo quería ir porque los bibliotecarios mayores, antigüos compañeros, no le saludaban. Lo trataban como a un vago,con circunspección y desprecio.
Cuando llegó a la entrada del gigantesco edificio de su trabajo la Segurita le paró. Casi nunca le saludaba y le miraba de reojo de soslayo.Estaba detrás de una enorme mesa de recibidor como de madera lacada granate.Y siempre viraba la cara tras saludarla.Por tanto se sintió confuso con un grito seco y contundente que lo ponía en evidencia frente a un cliente mayor gordo y calvo que esperaba Le dijo que entrara a un trastero aparte con un ventanuco con una malla metálica suelta al viento, que era un almacén de archivadoras de informes con olor a carcoma. Había tenido algún tropiezo con la Segurita. Una vez que le preguntó por el horario de una Conferencia de Accidentes ella le respondió:
-No tengo por qué saberlo.
- Entonces...(dijo dando a entender cuál era su labor, si apenas controlaba sus entradas)
- Llevo desde las 7 de la mañana y me iré a las 18.00 de la tarde. Dando el callo mientras usted esta en las terrazas en la playa.
Fué tal el impacto que puso una queja por el tono gritón de la respuesta. Le dieron un toque de atención. Y ella le guardo un rencor estridente por el correctivo. Ahora la Segurita después de semanas evitándola tenía la posibilidad de vengarse de él. Pero no midió que tendría que seguir viéndola todos los días después de la queja.
Aguinaldo siempre había estado preocupado desde que estudió Derecho en la Universidad de Las Palmas en no destrozar la vida a inocentes. Más que como sus compañeros que sólo les importaba en no defender culpables. O en hacerlo por dinero y sin vincularse con ellos ni importarle por su futuro.
Hay personas que necesitan rencor para sentir fuerza en su cuerpo. Que no admite réplicas a sus canalladas. Personas repugnantemente vagas que funcionan a reacción. Y cuyas reacciones siempre son exageradas, sin sentido de la realidad.
Aguinaldo pensó que hablaría con él. A lo mejor lo humillaría en público en esa cobardia española de gritar u ofender durante minutos con los altibajos del berrinche a alguien en público para sentirse más protegido frente a posibles reacciones. Además la Segurita era especialmente grosera y vocinglera y estaría deseando hacerlo frente a lo que consideraba como un ataque para que la despidieran. Si bien había tenido otros roces graves con empleados.
Aguinaldo se puso a buscar el móvil en la bandolera y en los bolsillos. Desde que se había esfumado su pasión por la fotografía cada vez tenía menos interés por llevarlo encima. De pronto una angustia por no entender su situación le hizo desistir del intento de avisar a nadie. Estaba en estado de shock. Veía el riesgo inminente de un despido.
Aguinaldo se ocupaba de las comisiones de la venta de pólizas de los delegados. Quedarse con dinero físico era ingenuo. Con conchabarse con algún delegado y subirle la comisión e ir a medias y hacerse el loco ante las correciones de la Sede Central hubiese sido más sencillo. No habría dejado rastros.
Aguinaldo no reaccionó cuando lo acusó. Llevaba semanas cuchicheando en voz alta en su contra al resto de sus compañeros seguritas y una chica rusa de la limpieza.Ésta debió entender aquel "incidente" como el abuso de un oficionista contra una trabajadora que no podía defenderse para no crear problemas.Y evitar un despido. Pegó e oído a la puerta y oía a la limpiadora que debía estar silbando con los auriculares puestos.
Lo de destruir la vida a cualquiera de los que le rodeaban no era una cuestión de principios sino de fuerza. Le parecía increíble el que sus delegados pudieran buscar cláusulas en las pólizas de los accidentados para evitar el gasto de sus servicios médicos. Era ruin. A él le habían atacado por chorradas que habían adquirido tintes exagerados. Sentía una admiración silenciosa por estas personas que se quedaban en su lugar.Y que soltaban frases técnicas rutinarias de ruindad cotidiana a tomar un café y quejarse de la equivocación de un árbitro en cuestión de minutos.
Trabajar es ser duro, enfrentarse a las personas cara a cara y decirles Este es mi derecho y a partir de ahí hacerles la vida imposible en su trabajo hasta que los despidan o no puedan cobrar su indemnización después de su accidente.
Sobra decir que a Aguinaldo le interesaba más meterse en líos ajenos que no le iban ni le venían a conservar el prestigio en su puesto. No era una cuestión de dispersión. Ni el que consideraba que en su vida había muchos asuntos que siempre dejaba a medias. Era una extraña sensación de seguridad que sentía y que compensaba cuando su superior le llamaba la atención en público. Tenía que desahogarse sintiéndose superior en otro sitio donde pudiera gritar y salir corriendo sin sentir las reacciones a sus "reconducciones".
Como él llamaba. Inmediatamente después se sentía arrepentido y se quedaba agazapado en su madriguera pero a la larga sentía una sensación satisfacción rayana en el orgullo.Pero en este "INCIDENTE" como había empezado a repetir sabía que no habría remedio. Ni compensaciones ni desagravios.
Sabía que no trataría de defenderse.De hecho era lo mejor.No le dejarían que se recreara en sus frases alambicadas.Le interrumpirían y algún testigo se sonreiría. Acusarse de una negligencia imperdonable en vez de un robo y suplicarse la compasión del jefe, por un fallo tonto. Aunque negó las acusaciones se prestó para devolver el doble del dinero. Por lo menos quería ir a su cuarta planta para ver a su superior. A sus compañeros encorbatados. Quería discutir con ellos en el Office tomando un café hablarles de una Nueva Legislación sobre los Seguros en medio de la Crisis.En medio de las quejas de autocompasión soltaría su pesar como un chiste y la gente se reiría de forma amarga y le pondría la mano sobre el hombro. Además era el Cumpleaños de Julio Jaén su jefe inmediato y tendrían preparado un queque reseco. Ese sería el momento. Le explicaría su situación.Había sido un antigüo compinche de farra.
-¡Mentira!. ¡Ellos me han dado órdenes concretas de que no quieren verte más!
Oyó como giraba la llave para encajar el seguro de la puerta Lo dejó encerrado entre las estanterías metálicas en un taburete con la madre de una de las secretarías de la primera planta. La luz estaba muy alta a más de 3 metros y en su círculo era muy intensa. La anciana encima de otro taburete sujetaba bajo el brazo un periódico. Estaba muy degradada . Era notorio por las arrugas y porque no parpadeaba ni miraba a ningún punto fijo que tenía un embotamiento emocional y alguna enfermedad mental grave. La anciana estaba debajo de la luz por lo que temió que si no le daba una insolación podía tener problemas de respiración. Aunque por la falta de reacción intuyó que debía estar acostumbrada a ese aire enrarecido.
Cuando pensó en el caso, vió que todo era un malentendido producto de su soledad. Él no había robado nada. Simplemente cogió un dinero adelantado que devolviera al día siguiente. Era todo demasiado absurdo para ser real. Bueno si se habían saltado el procedimiento para dejar en las instalaciones al familiar de un empleado no importaría que alguien cogiera un adelanto por un día de tan poco montante.
Julito Jaén era una persona provinciana que había pasado de ligar a turistas alemanas mayores a venderles seguros. No tenía delicadeza para entender las sutilezas del pensamiento de un hombre solitario. Algunas veces habían salido al China White zona nocturna de marcha para ligar. El CHINA WHITE era como un garaje en el ático rodeado de las cristaleras por el que sólo se veían más luces de colores parpadeando y con humo de otras discotecas.
Cómo aquella vez el año 2007 cuando bailaron con Sam de Londres al final fué él el que se enrolló con la chica. Aunque fuera Lemzo el bailarín negro que fichaba allí todas las noches el que después se acostara con ella.
Aquellas salidas sólo habían sido motivo de humillaciones. Él no era un hombre de ligoteo. Nunca se lo creyó. Aunque le gustaba sentirse vivo y quedarse a dormir en un Hotel de Apartamentos del Sur había sido su ilusión de adolescente. Cuando Julio no conseguía enrollarse una chica de 20 años, aunque ya tenía 37años, la culpa se la echaba a la cerveza o a no tener un compañero que mantuviera entretenida a la amiga inevitable de la chica.
El caso de Sam aunque era de cajón le hirió profundamente. La chica rubia sólo hablaba inglés y reaccionó ante Aguinaldo a la que tras 2 minutos de conocerla intentó besar. La reacción de Sam ofendida fué morrearse con Julito con quien había hablado antes. Aguinaldo le besó el hombro proponiendo tácitamente un trío. Pero la pareja se marchó sola a las escaleras metálicas de la calle.
Aquella humillación la vió como necesaria. Pero no lo era. Julio no valoraba su compañía en las marchas con respecto al mérito con su trabajo. Aguinaldo no había vivido. Salvo su cultura no tenía nada que ofrecer a Julito salvo su obediencia servil.
Aguinaldo no podía creer que aquel incidente pudiera arruinar su trayectoria. Había entrado a trabajar a la Compañía de Seguros de chiripa. No le importaba hacer 3 o 4 horas extras sin cobrar. Con la Crisis no contrataban y si había alguna baja la sustituían con un trabajador de otro Departamento no estrictamente necesario. Sólo querían vendedores. Despedido, no te volvían a contratar ni te daban una Carta de Recomendación. Si otra empresa preguntaba por ti a la anterior no le ocultarían el motivo del despido.
Además no hacían contratos indefinidos sino de 6 meses renovables. Aunque su mesa tenía una vista impresionante al Puerto Deportivo cuando llegaban por la mañana se quedaban en el Office alrededor de la cafetería como el fuego del chamán de la Tribú hablando de las posibilidades a cada uno de que los renovaran. Por lo menos era un hombre sano y sensato. Cuando hable con Julio le recordaré el caso de Sam y que me debe una...
En Derecho había demostrado que ni era fajista ni epiléptico para mirar a otro lado ante los problemas de las personas. Eso le dió fama de hombre débil e ingenuo.De algún modo esa actitud le había permitido conocer a amigos ricos de los que había abusado. Se había hospedado en su casa. Había abusado de que le invitan a comer y hasta les había robado dinero de la cartera cunado no estaban.A cambio de poco más que su amistad,de dejar que les echaran sus rapapolvos injustificados y ser el huevón... a quien siempre le echaban la culpa de no conseguir a la golfa de turno en las noches de marcha.
La atracción de su madre a la autohumillación y la miseria le habían dado ese sentido de la mansedumbre. Ahora que había conseguido un hueco en el acantilado del mundo había cometido un error fatal. Incluso si no hubiese puesto pegas al cobro de una póliza por un accidentado negligente se hubiesen enfadado menos. Era cuestión de prioridades. La mayoría de los clientes que trataba no eran personas tórridas. Eran administradores de pequeños complejos de turistas o pequeños empresarios. Era gente campechana y les gustaba hablar con un hombre de cara adolescente que parecía buena gente. Eso y obviamente el prestigio de la empresa que tenía carteles en toda la ciudad era lo que más les gustaba. Sobre todo porque muchas veces su trabajo era de aguante. Recibía unas 15 llamadas al día de sus comerciales quejándose de que las pólizas no respondían a las necesidades de los clientes. Y los clientes de que se les había inundado la casa o habían tenido un accidente de tráfico en condiciones que el seguro no cubría. Aunque les ofrecían su servicios eran más caros y esto daba lugar a fricciones. Él tenía que callarse y aguantar con paciencia 10 minutos de histeria bajo presión de estar siendo gabado por la empresa.
Después de aguantar esa prueba. La empresa te concedía una hipoteca y un seguro de coche. Con lo que si bien se cumplía tu deseo de vincularse a la empresa. Y te daban facilidades. También te volvías un dependiente acomodado.
Se llevaba las manos a la cabeza. Se las retorcía. Quería ver a su superior. Durante semanas lo evitaba porque siempre le hacía bromas pesadas sobre como se anudaba la corbata. De forma muy fina.
-Te tendré que enseñar con 30 y tantos años a atarte la corbata como a un niño se le enseña a atarse los cordones. Debería ser de enganche tu corbata.
La anciana le sonreía de una manera infantil y exagerada. Tenía un tinte rojo llamativo en el melena rala y como estirada hacia arriba.Se notaba de que estaba exhausta de tanto sufrimiento y que con la poca fuerza que le que daba quería dar bendiciones. Le levantó la mano muy débil para acarciarle el brazo en actitud maternal.Su tacto daba malas vibraciones de pesadumbre.
-¿Dios qué he hecho, qué he hecho,mecagüen la puta,Dios,cojones?. Y le apartó la mano de un manotazo.
Miró a lo alto porque pensaba que la luz estaba muy alta y que le costaba respirar.
Y empezó a dar vueltas con las manos juntas detrás en la espalda. ¿He debido estar tonto? Todo es culpa al infierno que estoy pasando con esta mujer.
Hace un par de semanas se había de vacaciones. Aunque le tocaba no se atrevía a cogerlas porque estaban despidiendo gente. Aguinaldo pálido pero cuadrado se sentía blindado en su puesto. Pero se sentía estresado por este trasiego de personas que querían vomitar sus miserias. Ni siquiera rondaba por el Office si antes no veía a algún náufrago sin ganas de hablar. Cuando cogió las vacaciones fué al Palacio Real, al Escorial, al Valle de los Caídos. En todos los sitios: las cafeterías, los detectores de seguridad,los guías de los museos, los quioscos,se encontraba a trabajadores que se quejaban de sus Contratos de Trabajo incluso aunque estuvieran a un metro de un cuadro de Velazquez. Esto le hacía muchísima gracia.Sólo al hacerse las fotos con el móvil tenía que dejar de sonreír para salir con ese empaque de solemnidad que poco le gustaba en su cotidianidad.
De pronto sintió el golpe de los nudillos golpeando a la puerta para pedir permiso para entrar.
-¿Quién hay ahí? ¿Qué pasa?.
Aguinaldo reconoció aquella voz cascada como llena de flema de acento eslavo.
- Nadia ¿qué tal? ¿eres tú, guapa? Nada ha sido un malentendido. Me han dejado aquí encerrado. Necesito que me saques. Tengo reunión con el Jefe. Llego tarde.
- ¿Cómo?¿Seguro? ¿Le han dejado cerrado?¿cómo va a ser eso?me extraña. Qué extraño.
No oía ningún sonido para intentar abrir la puerta. Nadia la limpiadora, era una mujer mayor y seca. Cuando se la conocía era más dicharachera pero guardando las distancias. Le gustaba "ser absolutamente sincera" por lo que de cuando en cuando soltaba impertinencias contundentes de las que sentía orgullosa.
-Seguro que no se quedó apalancado con algún papeleo. Aquí meten a los chungos.
- Sácame Nadia, DIOS santo.
- Ya . Mira mejor llamo a la segurita. ¿Vale?
Y se fué. Sintió las pisadas alejándose.
Un momento pensó que aquello no podía durar demasiado tiempo.Le angustiaba la idea como hacía tiempo no le preocupaba ninguna adversidad lógica como el Euribor que absurdamente le estaba subiendo. Lo que afectaba a los plazos de su hipoteca. Incluso se le pasó la idea de abrir la cremallera, desabrocharse el pantalón y masturbarse allí mismo. Pero el embotamiento de la anciana no era tan fuerte como para que no reaccionara ante un estímulo agresivo.
Él era un antirrealista. El haberse sentido integrado en la Empresa en condiciones adversas (no había conseguido titulación universitaria pero sí un trabajo que la exigía). Y relacionarse con personas que sí se buscan la vida duramente vendiendo seguros caros en la calle en plena Crisis donde todo el mundo quería ahorrar costes, le había dado una seguridad de advenedizo consolidado. Se tomaba confiaba al dar consejos a Julio su superior cuando nadie se lo pedía y a opinar en la relación con el Departamento de Atención al Cliente.
Estaba exhausto de tantas reprimendas por tomar iniciativas que competían a Olga la directora del Call Center. A veces su negligencia había rayado lo intolerable al dar explicaciones previas, como a un anciano que quería suprimir su seguro de caza y tenía que pagar una clausula de rescisión. Aunque acabó bien, contravino el Protocolo. Le llamaron la atención suavemente por el exceso de trabajo del Call Center que tenía que enviar una carta al susodicho. Y porque le había mostrado su agradecimiento y había trifulcas internas del Call Center como para exigir explicaciones.Pero dejó relejes de resquemor como para pedir favores a sus compañeros. Pero siempre escapaba.
Eso en vez de crear una sensación de alivio por la condena no materializada, generaba una sensación de reconomiento por haber salvado de problemas a mis compañeros que no me lo pueden agradecer por envidia y orgullo. Su ambiente salvo apuntes concretos no lo tomaba ya en serio y se daba cuenta que al darle una responsabilidad le estarían dando soga para que se ahorcara él mismo. Él se dió cuenta y mantuvo un celo especial para no dar un paso en falso
Podían medir su madurez en la reacción en este trance. A lo mejor le estaban poniendo nervioso. Julio quería ver cómo respondería ante este trance y lo tendría en cuenta para ascensos futuros. Su sala de trabajo, con fotocopiadoras, escáners y archivos prioritarios estaba al lado de la del Director General. Sólo con dejarse caer por la cocina para coger una botella de agua y podría hablar con él. Intentar caerle simpático recordarle su curriculum.Lo importante que era recompensar la fidelidad a la empresa y blablá.
El problema es que sabían que hablaba bien. Parte de su prestigio era no dejarse encandilar ante los argumentos brillantes,NO CEDER. Sí era un problema insalvable. No lo escucharía.
Se quedó mirando al suelo de granito. Le recordó cuando se quedaba encerrado de niño en la azotea de sus tíos. Había un picaporte oxidado que él tomaba como bastón de mando para dirigir ejércitos. O como pistola para dar Golpes de Estado y dominar países. Por un momento descubrió lo inevitable.
Nadie estaría discutiendo su caso en la Sala del Departamiento. La Reunión sobre la venta de Pólizas del mes sin duda era hoy. Al principio creyó que estaba mintiendo pero después se dió cuenta que no. Que era cierta. Gracias a Dios no tenía responsabilidad en el número de ventas sino de que se hubiesen efectuado los ingresos y de que no hubiese quejas ni en eso ni en el servicio. Pero aún así debería estar allí y no estaba.
La anciana de pronto soltó: -
-Prefiero no hacerlo.
-¿El qué?
-Dígale a los pajarillos que no canten,¡dígaselo, Dios, dígaselo!
- Ya. Sáquenme de aquí. No pueden tenerme aquí. ¡No pueden!
Gritó mientras aporreaba la puerta metálica. Notó como arrastraba su paso yéndose por el pasillo. Y cómo recolocaba las escobas en el equipo de la limpieza y como cuchicheaba
-Que se joda el gilipollas.
2
Silvia Mengíbar le había llevado por una Procesión de Humillaciones. Nunca había calculado las consecuencias de sus actos pero esto no tenía remedio. La verdad es que era él el que tomaba la decisión final pero aunque tenía elección, siempre se preguntaba si tenía alternativas reales. Era muy débil. Cuando intentaba mantener una relación estable lo humillaban. Y nunca se controlaba en sus reacciones.
Porque la indirecta de coger el dinero fué de Silvia aunque él se apropiara del mérito. Ahora que se veía como un vago y como un cobarde sin iniciativa pensaba por qué no había cogido el curso y aprender Inglés en Londres para su currículum. Aunque sabía que una quincena no serviría de muchos. Siempre metiéndose en mierdas
Había conocido a este chica en un grupo de personas que siempre estaban peleando. El propio conocido que les presentó Pablo, le recomendó: ten cuidado con ellos. Pero el hecho de que a otros conocidos le hubiesen dado el mismo consejo sobre él hizo que no se lo tomara en serio. Y se sonrió.
Les habían invitado al Club Náutico un club de élite con piscinas olímpicas que sólo admitía a socios. Pablo su amigo lo llevó porque en el grupo la mayoría eran mujeres. Ana "la loca" parecía ser la líder de aquel grupo. Con los ojos saltones, muy blanca y con pechos caídos a pesar de tener apenas 30 años parecía una mujer devota.Que te corregía cuando cualquier expresión le parecía fuera de lugar.
- Esa es una patujada. Y no tiene gracia.
Le contestó mirándole fijamente. Justo cuando llevaban 5 minutos después de sentarse en una terraza la primera vez de conocerse.Junto a ella Alfredo un mocetón alto que tartamudeaba,lento, al que le costaba mantener argumentos y que pronunciaba palabras como aire por nadie, aro por claro,o ejó por mejor.
Aguinaldo se quedó con la copla. Permaneció callado, fijándose en las reacciones y en la falda de cómo venía e iba la camarera.
Desde el comienzo Silvia sentada a su lado en la silla metálica junto a la piscina le dijo que Alfredo estaba tanteándola. Aunque a veces no sabía si le tiraba los tejos o se reía cruelmente de ella con indirectas insultantes. Alfredo sin embargo decía que se habían besado y que por tanto eran novios para rechifla de Pablo. Pablo tenía problemas con el Servicio de Empleo. Estaba amargado por no cobrar unos subsidios a los que creía que tenía derecho. Sus padres le pagaban todos los años un viaje al Norte de Europa para ver a sus parientes maternos pero este año con 35 años su padre se negó. Tenía que enfrentarse a la propia inutilidad de su vida.
Confiaba más en quien admite errores como Pablo, que en la persona segura que va golpeando aquello que le molesta en la calle y encima echa la culpa de que te tropezastes con él.
Silvia era treintañera y menuda con la piel escamosa. Castaña y de poco cuerpo tenía la cara chupada. Sabía entornar los ojos y dar la impresión algo falsa de una vida interior profunda. Era mona pero lo importante era su capacidad mímica.
Cuando se reía parecía una hiena .Pablo era un guasón y comentó
-...y la tercera mentira que una le dice a la otra es chupa chupa que yo te aviso... hay amores que uno nunca entiende.
Habló de Ana y se preguntó por qué una amiga suya que debía ser una machorra no había querido venir para presentársela a Aguinaldo. Ana se fué al baño. Estuvimos esperándola tres cuartos de hora. Fueron al baño a buscarla pero increíblemente no estaba.
Al día siguiente Pablo le llamó. Parece ser que la tal Ana le llamó a las 12.30 a su casa con la excusa de que no tenía su movil. Se pusó a insultarle por lanzar indirectas obvias y de mal gusto con que era una lesbiana y se entendía con su amiga. Que deseaba que su reciente noviazgo se rompiera y que sus padres le echaran de su casa para que tuviera alguna idea de lo que es la vida. Que solo tenía 35 años y ya era de que empezara a trabajar que era pronto para vivir de sus hijos bastardos...
Y salvajadas sin ton ni son por el estilo. Aguinaldo en vez de entender la lección siguió intentando conocer a Silvia. Su único nexo era quedar con Ana y utilizarla para conocerla. No sólo le pareció receptiva sino muy viva, con gracia y quiso ver posibilidades.
Por una vez su trabajo se relegó a un segundo plano.
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