Tenía el orgullo de un ingeniero de telecomunicaciones para opinar con seguridad de cosas de las que no tenía ninguna idea con la solvencia de un experto desde el cine iraní de Kiarostami o Asghar Farhadi que por supuesto había rechazado ver hasta de nuevas versiones aceptables de Shakespeare.
Al escucharle sentía una profunda vergüenza ajena aunque seguía sonriendo con un orgullo olímpico.
Ni siquiera su desprecio por la cultura le salvaba. Sin embargo, era un hombre encantador. Resultaba como la comparación de la mujer adúltera a la que iban a dilapidar, "el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y uno a uno iban bajando la cabeza y se iban yendo sin decir nada.
- ¿Eres tú ingeniero de telecomunicaciones?
-No.
-Pues no opines del cine iraní ni de las nuevas versiones de Shakespeare..
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