Aún
El fusil suena en las risas lejanas
Maldita infancia que rompe los dedos,
con un borracho hueco extraños recuerdos
y en el pecho indulgente de ancianas.
Cuando muera no extenderé mi mano
ni me consuele una devota amargada,
quiero acariciar tu pecho y en nada
morirme alondra en charca de verano.
Ni me entiendes ni me darás la razón
¿por qué amargarme traidor con un perdón
a quien me colgará sin pena mañana?.
Hasta que me escupa echaré de menos
que el iglú sirva de testigo memo
al que no amó al sol y rumió al alba.
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