Uno ama sagradamente hasta que se da cuenta que el egoísmo consigue que valgan poco los sagrados amores.
Sin duda el mayor premio a mi cultura que he recibido en toda mi vida,ha sido cuando la vendedora de menús del Spar me separa escrupulosamente el pulpo del pimiento para ponerme los mejores pulpos auténticos.
A cambio yo le cuento las aventuras de Burroughs perpetrando a Guillermo Tell intentando buscar el chismorreo más sangrante,y la broma más rumbrienta.
¿Y cómo resulta posible que se coman tan poco pulpo sahariano auténtico en Canarias? miren los precios. Hace 40 años morían los pescadores en el banco canario-sahariano con las patrullas histéricas marroquíes. Solo comían pulpo los pescadores de las chabolas con las redes resecas apestando a mar que pescaban ilegalmente.
Los pulpos de los cables de acero son poder porque son inteligencia y uno ama a su público porque le cuesta hacerlo sonreír y le cuesta rumiarlo en serio. Pero vuelvo y cuando pienso en su amor,sé que ella trabaja por cuenta ajena, o sea si pone buen pulpo y no pimiento a ella no le afecta sino al dueño.
Y me pongo triste de lo poco que valen los sagrados amores.
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