Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

jueves, 31 de agosto de 2017

Los recuerdos de la perseguidora


Coincidía con aquella mujer en la calle constantemente y siempre me miraba con odio. La conocí hace 10 años cuando éramos afiliados al mismo partido y me enamoré de ella. La seguí haciendo el casual al Restaurante de su madre donde trabajaba, pero yo era demasiado obvio y empezaron a evitarme como se suele hacer con los clientes pesados.
Seguí yendo y me siguieron evitando hasta que la cosa llegó a un punto en que sentí que molestaba, que me había rechazado y no volví. Diez años después la tenía como quien dice en la puerta de mi casa, vendiendo no sé qué cosas seguros o productos de comercial. Siempre mirándome de reojo con odio.
Mi amigo Shylock me dijo que había coincidido muchas veces con ella en el Skansen, un bar de proxenetas con los que charlaba, y que había estado metida en un lío y había sido condenada por complicidad en un delito de lesiones y había pasado tres meses en el Salto del Negro. Que solo me relacionaba con locas y que de todos modos tuviera cuidado.
Me acordaba muchos detalles de su vida menos su nombre aunque sabía que tenía una “b”. Sabía que un abuelo suyo había sido un profesor universitario republicano y exiliado, que había hecho Ciencias del Mar y que era trabajadora una virtud que todo el mundo le reconocía.
Se estaba convirtiendo en una de esas anécdotas molesta, verla todos los días con su carpeta. A veces la había visto con un hombre calvo con pinta de matón en la penumbra de la biblioteca de la Universidad y pensé que sería para estudiar Oposiciones. Pero diez años después de una despedida que no le importó a nadie aquello no tenía importancia.
En mi barrio suele haber peleas y muchos de los que dan palizas por encargo suelen quedar impunes así que quise evitarla sin saber qué interés podía tener en mí.

Una de esas tardes de lluvia con la hojarasca empegostada en las calles en que la ciudad huele a Europa saliendo de la gasolinera rumbo al trabajo, noté que me seguía descaradamente. Me miraba seria y fijamente como si no le importara disimular. Así durante 3 manzanas, a veces si me paraba, ella se paraba para mirar el escaparate de una tienda, sin embargo parecía que era más para no saludarme que para disimular.
Me paré y la saludé. Ella dijo que solo se acordaba de mí solo por haber sido compañeros. Después de decir tres nombres con la “b” no pude adivinar su nombre. Se llamaba Beatriz. Le recordé que nos conocíamos por más motivos de los que ella nombraba: que nos habíamos visto en la calle y teníamos un conocido en común. Se quedó perdida.

“Tengo novio” me dijo. “Sí, sí, lo sé, les he visto de lejos”. Por un momento sonreí, debía ser mujer entre 32 y 35 años y aquella para ella debía ser una confesión insólita dicha a un enemigo al que se quiere dañar. Por un momento entendí que había dejado huella, que me guardaba un cierto rencor tras 10 años quién sabe por qué y que quería vengarse de algún modo.
Me hizo gracia es como si a pesar de mi mismo hubiese dejado alguna huella en el mundo.

Seguí hablando y caminando junto a ella, estaba como desorientada y de pronto se paró diciendo que tenía que entrar en un comercial de una compañía eléctrica. Sonreí, pensé que si alguien tenía que tener rencor era yo que fui el rechazado, pero tras 10 años...Tampoco quise darle explicaciones de mi vida actual, ni apenas se las pedí. No quería tener nada más que decirme, es como cuando guardas rencor a alguien durante mucho y cuando quieres vengarte te encuentras fuera de lugar.
No parecía ninguna matona ni nada parecido. Había sido otra estúpida broma pesada de Shylock para meterme miedo. El muy cabrón.
Nos despedimos con dos besos. Al día siguiente volvimos a encontrarnos, y me ignoró con un gesto serio y mitad de rencor y de curiosidad cotilla que notaba que era habitual en ella. Me puse delante para no tener que verla y me fui al trabajo casi cantando con una cierta alegría.
Me pareció una buena chica con demasiada memoria.

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