Vivir con una madre esquizofrénica ha sido lo más excepcional y cotidiano, y también el hecho de que siempre quisieran hacerme callar. Eliminarme de alguna manera a través del silencio. Desde la infancia siempre he tenido una profunda conciencia de la esquizofrenia de mi madre y del abandono de mi padre hipócrita y contundente.
De niño me quedaba triste en unas escaleras estrechas de casa de mis abuelos maternos que llevaban a la azotea triste mirando al suelo siempre triste. Jocelyn una prima liberal alguna vez recordaba entre risotadas esa tristeza, pero no recordaba los motivos, la muy hipócrita pensaba que no había motivos, nunca había motivos, todo era cosa mía. Cosa creada de una melancolía profunda que yo mismo por gusto provocaba.
Todo lo demás extraordinario y cruel que he vivido a mi alrededor que era lo más real no ha significado demasiado: la muerte de familiares cercanos, el amor, el trabajo duro han sido arrebatos duros para salir del paso, todo esto me habrá marcado, y han sido como golpes de boxeador a alguien que estuvo noqueado durante años pero no significa absolutamente nada de muchas maneras.
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