Alicia atraída por la madriguera

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jueves, 10 de agosto de 2017

El Síndrome Miguel Blesa

En España hay una fiebre que siempre afecta al corrupto y es que a pesar dela ostentación de la corrupción y de que sabes que tarde o temprano te van a coger te crees completamente impune y te consideras superior igual que un soldado se considera predestinado y superior porque no le ha caído una bomba encima.

Ahora que es verano, y que no hay noticias se podría educar a la sociedad de que todo eso es una mentira asquerosa pero no. La audiencia ha visto a los corruptos en su apogeo y a veces de hurtadillas en salas comunes limpias en la cárcel y no se ha traumatizado contra la corrupción, esa pasión chusquera tan española.

Desde el Duque de Lerma, amigo íntimo de Felipe III, la corrupción impertinente y cínica es una maldición inevitable. Todo el mundo sabe las consecuencias que acarrea pero no tiene remedio.Hay una mentalidad social en España que entre chascarrillos es tolerante y promueve una y otra vez la corrupción chusquera y masiva y que se regenera y cree contra toda evidencia que no va a ser descubierta.

Además dependiendo de la ideología se crea una afinidad que hace que hasta la gente decente más estricta justifique a los canallas más egoístas de su ideología e invoquen a lo sagrado o que la corrupción no es uno de los problemas más graves que hay que tratar, sino el paro o la calidad del empleo.


Y desfasan mucho a todos los niveles en el gasto de lo robado y hasta en las conversaciones, la corrupción masiva no solo es en la política o en la economía como con las cajas, sino en la alta investigación científica como en el caso reciente de Susana González a la que después del escándalo han nombrado vicepresidenta del CSIC o en todo el mundo del fútbol y el deporte en general,desde la Administración hasta los jugadores. La corrupción es una mancha de aceite completamente extendida.


La trayectoria de Blesa es típica española, lo único que sorprende es su suicidio que es acortar la caída eterna en el abismo.Gracias a que no se convirtió en un héroe como Jesús Gil o Ruíz Mateos se pudo tratar su caso escrupulosamente y nadie se vio obligado a defenderlo por afinidad ideológica. Al entierro de Miguel Blesa no fue nadie de los que auparon, ni su amigo de la infancia Ansar, ni nadie que le defendiera en voz baja salvo su familia y a los amigos íntimos a los que no estafó.

Nadie de los que jaleó en el entusiasmo de la corrupción quiso ser visto con él.Impertinente sin necesidad en la cúspide,despreciado en todo por los que él mismo benefició.

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