Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

domingo, 27 de agosto de 2017

Vértigo en el Roque de Guiniguada

Estaba escalando cuesta arriba el inmenso Roque junto a Prendes, mientras subía notaba palpitaciones del corazón,que le iba a dar un desmayo. Miraba para abajo y veía el infinito paisaje árido lleno de barrancos. Sabía que estaba el mar pero no lo veía, no lo veía. Se puso a cantar "Sin ti no soy nada" y pensaba que sería gracioso si se caía del risco y tras su muerte se creaba una Leyenda de su vida con la última canción que había cantado.


Como a Robert Johnson el guitarrista de jazz que a través de las letras de sus canciones se creo la leyenda de que había vendido su alma al diablo. Si alguien escribe mi biografía espero que no se tomen muy en serio las letras de mis canciones.


Tenía gracia, solo a través de la leyenda tuvo un encanto atrayente contar su vida: el que cantara de espaldas a la pared,el que se pusiera gafas para tapar sus ojos rojos, el que repitiera machaconamente su punteo o su forma de tocar, el que se acostara con mujeres mayores y que lo hiciera con el dueño del Bar en que tocaba y que este dejara casualmente una botella de whisky abierta y que tras beber casualmente este se derrumbara y apareciera muerto.

Sentía vértigo, plenitud,vacío. Yo no tenía una guitarra cochambrosa y rajada sino una mochila ya vieja.Y sentía que el Delta del Misisipi debía ser un páramo lleno de aire tan inmenso como los barrancos que salían del Guiniguada. Recordé a los jóvenes que están menudeando en la esquina del Bar Rialto porque tampoco hay mucho más que hacer,y me conmoví de la mediocridad eterna. En la Isla minúscula podía sentir la inmensidad y lo minúsculo.

Y mientras me daba un síncope no sé por qué repetía mientras apretaba la mochila contra e pecho como para que no le hicieran daño ni me la robaran, "gracias,gracias,cuídame la mochila".

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