Llevaban un par de días del Golpe de Estado de 1936.
A Javier Prendes le habían ofrecido absurdamente huir en un barco a Latinoamérica por su pasado de afiliado sindicalista insignificante,pero absurdo que lo persiguieran así que rechazó la oferta.
Paradójicamente el amigo patrón Jones que le ofreció el billete después le contrató como una especie de somatén, de guardia de seguridad con permiso de llevar una pistola. Estaba en el Puente de Palo y vio como dos Guardias Civiles estaban pegando a tres veintiañeros por robar tres gallinas.
Él conocía y odiaba a aquellos chicos y sabía que no lo necesitaban, que era un síntoma de malcriadez que se toleraba y fomentaba en Canarias. De hecho él había visto muchos robos y como cogían a los ladrones y los encerraban.
Y sabía que con la propaganda de los partidos de izquierda,ahora cualquier persona con necesidad creía que tenía derecho a robar,y a que todo hombre por serlo merecía una cierta igualdad. Sabía que había abusos,y hasta que los partidos de izquierda habían dado marcha atrás diciendo que el que debería repartir la propiedad debía ser el propio Estado y no cada individuo a su libre albedrío.
Pero ver como empujaban,dieron un bofetón a uno y un codazo a la cara a otro le aterrorizó. Sabía que era necesario pero no podía ser así. La Guardia Civil en el vértigo anterior al Golpe de Estado estaba frenética,porque la dejaban en evidencia una y otra vez. Los superiores gritaban a los Guardias Civiles,y los burgueses a su vez gritaban a las Autoridades a veces haciéndose las víctimas y a veces amenazando.
Él mismo al comienzo estaba disfrutando de esta mentalidad socializante en que cada uno podía arreglar las increíbles injusticias sociales por su mano y robar aunque no lo necesitara, pero después pensó que aquello traería el caos.
Y cuando vio la reacción de la burguesía que se sentía amenazada presionando a la Guardia Civil para que respondiera con palizas ante cualquier robo,no pudo más. A los muchachos ni siquiera les dolían los golpes,sino la humillación de que hubiera sido en público primero el que les llamaran la atención y les llamaran "ladrones" y después que les golpearan y tumbaran.
Los muchachos habían vivido una irrealidad de que todo estaba permitido. Solo con decir "injusticia social" podían robar aunque fueran pequeños hurtos,escupir al suelo o gritar insultos a la gente bien vestida. El bofetón les devolvió a la realidad. Javier Prendes fue a por el grupo les gritó "déjenlos,ya basta".
En realidad,la Guardia Civil no iban a pegarles más,y estaban pensando si llevarles a comisaría cuando tenían las celdas llenas o tomarles el nombre solo para asustarles.Después romperían el papel. La llegada de Javier Prendes les trastornó. No podían huir,eran la autoridad.
Javier fue a por ellos,sin pensar,como un acto reflejo a las noticias de enfrentamientos armados en muchos sitios de España en aquellos. Empezó a darles piñas sin mirar. Solo veía aquellas dos caras y siguió golpeando bajo la luz destelleante del sol.
Los chicos se fueron corriendo sin darles las gracias y sin llevarse las gallinas. No se sabía bien Javier cayó al suelo y las gallinas se pusieron a revolotear en su cara. Las apartó de su cara y se fue corriendo aprovechando que los dos Guardias Civiles habían caído y estaban confusos.
A partir de ahí, decidió aceptar el billete de ida que en un solo día había aumentado la mitad de precio.
Cuando estaba en el barco despediéndose para siempre de su tierra árida sin apenas haberse despedido de su madre a la que dejó llorando en su casa, se repetía con rabia que nunca volvería a cometer un error así por reparar una injusticia.
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