Llegó al pueblo de la Meseta y echó un saco de veneno al pozo. Él estaba asustado de que tras tantos años alguien pudiera reconocerlo y algún vecino amodorrado se sorprendió de la mirada de odio y del nerviosismo del forastero, y se fue a comentarlo a su casa y tras desahogarse se olvidó viendo el televisor. A él le temblaban las piernas como a una vaca pariendo.Unos dicen en la plaza que fue por una herencia que le robaron hace décadas,otros por confusos motivos personales. Los guardias civiles no supieron escribir su nombre H. y aunque estaba prohibido dejaron que él lo escribiera.Después no entendieron la letra pero la transcribieron tal cual. La confesión del asesino ante los Guardias Civiles fue sensata pero con odio y muy confusa,él irradiaba una chispa de amor a la tierra, impropia de un extranjero.Miró con una sonrisa el paisaje que había construido.¿Por qué me condenáis si yo siempre os he querido?.Pero las vacas quedaron igual de tranquilas muertas.
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