Una vez en el pipican rodeado de perros corriendo frenéticos, haciendo una broma que me indignificaba, un madrileño Eugenio con fuerte acento me respondió: ¡No digas eso ni en broma!,(respétate a ti mismo).
Me encantó el zarandeo fuerte y encantador,porque es como si en la ciénaga llena de vapores saliera una luz sana.
La grandeza es respeto.
Era octubre y había roto mi amistad con G.F.T. por todas las patujadas que me decías.Tú no dignificas,tú hundes,tú echas mierda a los que te rodean,tú llevas la contraria diciendo burradas solo para hundir y creerte alguien.
Había vuelto a un anonimato tranquilo,y a mis estudios escasos de filología,y a mis notas indignantes,en los suspensos de lengua por no presentarme y en los 8,5 o 9 por literatura.
En un grupo artístico o filológico se patentiza rápido quién destaca y quién no,quién trabaja con constancia y duro y quién trabaja con arrebatos. Uno no quiere ser un agujero ni aunque te beneficie ser un agujero,ni un ectoplasma,uno quiere tratarse con dignidad. Y para eso solo hay un camino y es el trabajo constante,y de ahí sale el humor sano y no nervioso.
Hay un tipo de humor compulsivo de risotadas y fiebre mala que degrada a las personas que lo emiten,que las dominan.Es la maldición del humor que se degrada,de motor rabioso.
Degradarse.
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