Yo siempre admiré Madrid y Alcalá de Henares pero nunca la amé,ni la amé en su realidad sino solo en la abstracción,porque nunca me dieron la oportunidad de amarla, por la brutalidad y el egoísmo de rapiña de quienes me rodeaban. Sin embargo Gran Canaria siempre la amé a pesar de mi odio infinito,a pesar de que literalmente quería que abrieran un campo de exterminio para destruirla, la amé porque amé a mi madre esquizofrénica, y al final aunque tarde porque amé aunque fuera de mala manera,de forma esquizofrénica y incoherente: y todo eso lo viví como una doble tragedia.
Porque en Canarias la creación de lo sublime es muy muy difícil.
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