Mi amigo Sinclair y yo fuimos una vez a un Restaurant de lujo en las afueras de Bilbao como en un centro financiero elegante y apartado coo para ejecutivos pero con un toque marítimo. Era un sitio oscuro de gente callada y de aspecto vasco,como marineros vestidos con una corrección con su toque elegante. Sin falta de vino nos pusimos a bromear,y apostamos que si me sacaba las oposiciones me comería un pollo crudo y bailaría desnudo en una tasca borracho.
Había barcos de la pesca del atún y el bacalao y de traineras.
Nos dimos cuenta que la gente allí nos miraba con odio en silencio. Acabamos rápido y un hombre recio con chapela me hizo un gesto para que me acercara. Por algún motivo me pareció que estaba enfadado y que me iba a decir que les habíamos faltado al respeto por algo.
Fui serio y recio para que supiera que no iba a permitir que me gritara ni me faltara al respeto. Entonces me dijo: -les invito a comer. La verdad es que este es un sitio tranquilo y me ha encantado verles riendo y haciendo bromas todo el rato con un sentido sanote. Nos ha encantado tenerle aquí.
Sinclair que había salido cobardemente para no ver la escena, me preguntó cuánto había salido la comida y si me había gritado aquel hombre o me llamó la atención. Yo me inventé que había sido terrible pero que yo me puse en mi sitio y que al fin acabamos bien. También le dije que la comida había costado 70 euros,pero que no se preocupara que le invitara yo.
Y el muy mamón no insistió,ni me invitó en otra ocasión para compensar la supuesta invitación.
Sinclair lo que replicó cuando volvimos con nuestro senderismo fue: lo que más me jode de los bares del País Vasco es que con tan buena fama como tienen no te ponen alioli en ninguna parte. Tómate,bah. ¡No te ponen alioli antes de la comida!,¡no te ponen alioli!.
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