Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

jueves, 13 de julio de 2017

El dibujo de la llamarada con rostro

Cuando era alumno del COU en el Santa Teresa en 1998 (Las Palmas de Gran Canaria) estaba perfilando el dibujo de la llamarada fuego con el crepitar de la leña, como con ampollas y esquirlas con un bello rostro difuso como entre ondas de agua que se extinguía, y Cristina un antiguo amor platónico al que tuve que rechazar por tener una madre esquizofrénica y castradora que me hacía la vida imposible y que me odiaba rechinando los dientes desde entonces se quedó mirando mi dibujo. Era un dibujo con espíritu.

Y con una inocencia maligna y bastante idiota empezó a dibujar antenas y patitas mal hechas y angulosas "sí una bonita cucaracha". Y se rió y me comentó que estaba saliendo con un chico que estudiaba Arquitectura como si pretendiera darme algo parecido a celos. "Que chica más simplona, qué falta de espíritu, no ha entendido mi secreto".

Nunca dije a nadie en el Instituto lo de mi madre, pero que tenía problemas o su aspecto de extrema delgadez, y ojeras, expresaba un dolor profundo. En realidad todo el mundo sabía que vivía con una mariposa clavada con un alfiler esquizofrénica y castradora, pero la gente miraba para otro lado y a mí como era educado me permitían que me saltara casi todas las normas para estar más solo y porque tenía pánico a relacionarme con nadie. Nadie me ayudó, y solo un profesor don Iñaki de Ciencias en cinco años mostró interés por mi intenso y extraño sufrimiento en el primer curso de Bachillerato.

Pero el secreto de mi madre que lo sabía todo el mundo y al que ignoraba a posta todo el mundo, hasta el punto que en 2006 aún cuando estaba en el Movimiento Católico Catecúmeno me decían que mi madre era muy nerviosa o que estaba extremadamente delgada, para no reconocer con dignidad y cariño el hecho por su nombre porque eso sería reconocer una tragedia y dar amor al que ha sufrido un hecho, en vez de forzar más la mansedumbre y humillación conque se bendice en nombre del amor.

Al final tampoco fui al viaje de fin de curso del año siguiente que fue a la Isla de la Graciosa, aunque costó una miseria porque no me había relacionado con ninguno de mis compañeros, a mis profesores no solo les importaba un rábano sino que tuve problemas con alguna y mi tía materna solo nos visitaba una vez al mes para echarnos en cara que podíamos ahorrar más. Y al final no fui.

Pero el dibujar llamaradas de fuego con el crepitar de la leña, o animales en movimiento con las patas dobladas o las rizaduras del agua, intentar dibujar lo que es casi imposible de dibujar eso ha quedado en mí hasta en la firma.

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