Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

martes, 2 de diciembre de 2014

         La desconfianza de sí mismo de Sísifo.

        Sísifo el hombre liberado llenó su mochila de piedras para darse cuenta de que estaba vivo. Ya no tenía que empujar para conseguir obstáculos. Por una vez en su vida hizo lo que él quería, aunque se sentía perdido por el camino correcto. Se asombró pero el hombre no puede asombrarse todos los días, no hay cuerpo que lo resista. Sino una tenue reacción sin fuerza, una reacción que no llega a dar un puñetazo. Pero tenía una misión concreta vengarse del sueño con un asesinato en Santiago. Además sería la única manera de sentir que estaba vivo por una vez, y de escribir su propia historia.


          Lo lamentable es que sus padres no le enseñaron afectivamente a dar la cara, ni a decir las cosas abiertamente,ni a imponerse por temperamento en un mundo cada vez más brutal.    Sísifo hasta los 30 años apenas había tenido dinero ni fuerzas ni hábito de trabajo. Su madre Enareta era una enferma mental a la que abandonó su marido Eolo, un hombre falso y brutal. Él pasó toda su vida en un shock como infantil, de tener que convivir con brotes esquizofrénicos de los que sus vecinos se reían e ignoraban. Pero el mimo de su madre sólo hizo que fuera incapaz de mantener un trabajo y de ser responsable,y de defenderse de los ataques de los demás. Su madre murió una noche en uno de esos ataques enfrentándose con "los buitres del dinero" que eran los coches de farra del sábado por la noche. Se levantó en combinación de la cama, bajó a la calle y se puso a gritarles hasta que uno la atropelló y se dió a la fuga, delante de él Sísifo que intentaba detenerla. Nunca se esforzó la policía por buscarlo, y no lo encontraron.

         Se lo dije a su padre aunque su única hermana no quería . Le dijo que no invitaron a sus tíos al velatorio ni al funeral, por no haberlos ayudado durante tantos y tantos años de enfermedad. Según Sísifo su padre sólo respondió  "Anda. Pues mal hecho... Aquella mala bestia". Dos años después sin tener ninguna relación con su padre éste se murió. Nadie quiso a verlo. Por fin, tendría la oportunidad de con su herencia y un piso huir de Canarias. Marcharse para Madrid de donde era su padre. Un sueño que le había inculcado hasta la raíz su madre. Pero no lo hizo increíblemente porque su cañado se lo prohibió. Sólo le dijo no y él tan dócil se vino abajo. Y volvió a Canarias para buscarse una novia "más o menos". Haciendo sus sueños, por tanto,más imposibles.

  Su mundo eran los límites de la ciudad turística con su luz sobre sus altos edificios en todas las gradaciones cromáticas y de lejos frente al desierto sentía la desolación de sus ilusiones.    En la áridez desértica había cientos de muros de piedras de distintos tipos, que separaban las fincas abandonadas de tomateros. En el centro comercial de la zona turística hay unos restos aborígenes de estilo parecido al romano. Una casa de un par de familias que llegaron a unas islas frente al Desierto del Sahara, y se quedaron a vivir en condiciones muy adversas en su desierto,viviendo de la pesca.

        Se emparejó por primera vez, con una buena  mujer a la que no amaba. Y la fortuna que heredó la usó para reformar la casa de su madre enferma por la que había sentido angustia, entre arrebatos espasmódicos, toda su vida.  . Necesito un hogar por una vez, pensó. Por tanto, olvidó sus sueños porque había que trabajar mucho por ellos. Prefería gastarse su dinero en crear una vida feliz y sencilla y no repetir malas experiencias que él mismo había fomentado por mímesis toda su vida.
Y entonces le impusieron el castigo de subir la piedra por la colina por el increíblemente se hizo famoso. No por haber sufrido todas las penalidades durante su infancia y juventud sino por el castigo de la piedra.
 
       En realidad, el castigo le hacía sentir útil y en superioridad moral respecto a la crueldad de los dioses. Los turistas que se encontraban le recordaban para demostrar su astucia no por misericordia, que el castigo era rodar la piedra, no subirla a través de una colina. Pero Sísifo quiso destacar para dar gloria a su cometido. A veces miraba a los barrancos áridos y bajaba la cabeza asombrado de sí mismo. Y en vez de llevar en llano la piedra hacia alguna meta dejaba que la rueda bajara para sentirse vivo con la tensión de los músculos, de su cuerpo raquítico. Fué el mejor secreto de Sísifo que, por lo general, era retorcido pero fácilmente previsible.
   
       La excusa para abandonar a su mujer y su casa recién reformada en medio de una valle verde con niebla y vacas, fue muy curiosa.  Al mediodía volvió a su casa,y vió a su mujer acostada tras volver del trabajo viendo la tele. Sabía que llevaría 5 horas escuchándola de mar de fondo lo que le recordó la mediocridad y falta de espiritualidad creativa en que vivía. Después se pusieron en la mesa para comer. Su mujer había mezclado una ensaladilla rusa con una ensalada de cangrejo ambas compradas y aquello le resultó especialmente asqueroso. Por la noche dando vueltas y vueltas en la cama vió la inutilidad de su sufrimiento y de su vida y no aguantando más los prontos de la noche, hizo su maleta de forma patoso impropiamente de un hombre con la forma de 33 años.
 Había decidido irse,y se acabó.


    Me lo imaginaba como un preso huyendo de la prisión del Dueso por las ciénagas de costra. Con las piernas duras,y recubierto hasta el pecho de fango. El agua esta muy densa y gelatinosa. Pero eso como siempre, ya quedó atrás.                     Ahora se agotaba de trabajo por placer, aunque todo el mundo le daba la espalda, y despreciaba sus valores de hace 40 años, pero nadie sabía por qué le odiaba con ese ánimo tan vengativo si no había hecho nada contra la comunidad. Aunque  bien es cierto a escondidas robaba, lo que resultaba muy mal ejemplo. Por eso un día con la fresca antes de la madrugada decidió huir de su casa y seguir las flechas amarillas tentando los árboles del Camino.

         Hablaba un inglés españolizado que entendían los españoles que hablaban inglés pero no los angloparlantes. No vamos a despedir aún a nuestro jefe decía a escondidas, y miraba a los lados. Tenía pánico a su risa que le obligaría a destacar, gran pecado de las personas inmaduras que excitan la crueldad de los dioses. Pero su delgadez extrema ahora tenía ese sentido, y era como buscaba a cambio de una promesa de amor, pero como no excitaba tanto a los dioses, se atrevía a retarlos con ella.

    No a la deslealtad, la blasfemia, bueno ¿qué importa una mentira de vez en cuando por dignidad,cojones?,no a la vagancia y a los que buscan colaboradores para enseñar sino mamandurria para elogiarse, no a esos amores excelsos que se autodestruyen,y mueren porque la gente débil sólo puede amar dando falsas excusas para dañar como si fueran otros, algo ajeno y lejano e incomprensible lo que dañara. Y destruyéndose una y otra vez.

    Y volvió a la venganza de la parodia, sí,decía, hay amores que matan: la risa y la parodia coherente. Tenía tan pocas fuerzas que tenía que cruzar las piernas por las rodillas,para poder mantenerse de pié quieto. Tenía rostro de enfermo, de falta de sueño y de un sufrimiento encostrado profundo,pero su cuerpo no daba sensación general de enfermedad. Sino de estar de una delgadez contra la que se luchaba y encontraba placer una especie de masturbación pervertida, que daba como resultado una belleza sublime y la abstracción malsana.

   Y no le gustaba.  Pero buscaba no se sabía por qué, la perfección de la enfermedad fallida. No sé si esa delgadez le daba una cierta creatividad perfecta pero barnizada. Y aunque provocaba un hechizo en persona, al ver sus fotos virabas la cara inmediatamente y creaba una repulsión duradera...Uno siempre vuelve a acariciar sus cicatrices para encontrar placer. Su camino tardaría un duro mes de 40 kilómetros todos los días subiendo barrancos húmedos y pueblos sombríos. Todo aquello en soledad para que pareciera una penitencia. Pero siempre se encontraba con paseantes anónimos que se compadecían de su alma atormentada, y a los que daba pena que esta proeza no le hiciera más célebre. No sabían el verdadero móvil de su pasión.

    Su trayectoria y gustos eran obvios aunque había dado muchos bandazos porque nunca había hecho lo que había querido. Cuando recordaba su pasado le temblaban las manos. Tenía su visión muy clara de su pasado y su mundo y si alguien le llevaba la contraria en cualquier tontería, o apretaba la mandíbula y se callaba, o radicalizaba sus posturas a gritos, y exponía argumentos intelectuales ininteligibles que lo llevaban al absurdo de las burradas o las impertinencias, y las mentiras idiotas, llenas de generalizaciones. ¿ Cómo puedes ser así?, o falso, mentiroso, le gritaban a la cara los comensales casuales que se encontraba.

     Pero sus compañeros no querían indulgencia,ni entenderlo, y le humillaban sin piedad, una y otra vez, y en público en las redes sociales, para que no reaccionara en su contra y dejarlo en evidencia. Tenía tanta gente de la que vengarse, que vengarse de uno sabía a poco. Nunca harían justicia con él pero él, Sísifo, se mantendría en su lugar. Por el camino, cuando ya quedaban 5 días, cuando se encontró con una francesa Liselle. Se sintió contrariado cuando le dijo que lo que le llamaba la atención era el sentido católico del Camino. No quiso entenderlo. Sísifo había conseguido apenas masturbarse ni esclavizarse a la gula, gracias al sentido de sacrificio físico que seguía imponiéndose en la ruta. Quería conservar esa solidez física que iba adquiriendo como cemento en la hormigonera.

       Sísifo se enamoriscó de Liselle que era arquitecta y ganaba mucho dinero, pero la rechazó no por una timidez enfermiza sino porque él tenía un destino de héroe. Liselle era una "mujer libre" no atada a casi nadie,y en la que no se podía confiar para algo a largo tiempo según él. Aunque él únicamente le daba importancia. Liselle que lo entendía sin aludir a qué se refería dijo "eres rectangular, no cuadrado del todo, sino rectangular." Sísifo se daba cuenta que el ser obediente había sido una de las tragedias de su vida. Sísifo era feliz con pensar en la venganza. La lluvia,el trabajo duro y callado,visitar las ciudades que reafirmaba por su enorme cultura le hacia feliz, pero sobre todo era pensar en la venganza.

      Y, poco a poco se fué acercando a Santiago donde sin saberlo le esperaba un cuñado suyo al que iba a gritar. Los días pasaban en la humedad de las praderas, en la somnolencia mediocre de las vacas, en la bondad primitiva de los vecinos de los pueblos que dejaban fruta gratis a cambio de un donativo. Sí, todo aquello entre valles suaves con neblina y alamedas cerradas de robles le parecía otro Universo. AQUÍ la tierra estaba quieta,en el centro y era mucho más grande que el sol. Y, el mismo día que llegaron a Santiago se despidió de Liselle  que debía seguir su camino durante un mes después de pedirle el móvil y su correo electrónico por tener esperanzas,  que debía seguir su camino durante un mes. ¿ Qué haría yo en un estudio de 30 metros en los Campos Elíseos ? se preguntó atormentándose.

          Sísifo con ansiedad estuvo dando vueltas por las calles empedradas de Santiago, llenas de pequeñas pulperías. Fué a acreditar sus diplomas de que había cumplido su misión antes de enfrentarse con su cuñado. Visitó algunas iglesias celtas. En sus afueras colocaban las tumbas, que eran gigantes como orreos con cruces, y pensó con entusiasmo en la incineración de su padre, "ya que no quedara de él, ningún rastro sobre la faz de la tierra". Y pensaba, que tenía un día para encontrar a su cuñado para decirle todo lo que tenía que decirle. Todas las humillaciones de los últimos 3 años que habían sido como otra vuelta rumiante a su penitencia.
Aquel era un buen sitio para decírselo a su cuñado de frente:
- Pero...¿mataste a mi madre?

Era una pregunta bastante impertinente para hacerle a alguien a quien iba a robar la fórmula mágica. Sobre todo cuando me había dado lecciones gratis de fonética inglesa que nos dejaban exhaustos tras 200 clases de 2 horas para poder trabajar para los turistas.
Él había pasado de ser una víctima a ser un niño grande que se daba cuenta de sus límites.
 
  Aún conservaba con orgullo el baile de San Vito del Camino. Paseaba de forma grotesca. Y se preguntaba si aquello valdría la pena. Era una provocación al misterio de los dioses. Y así volviéndose más y más triste, decidió que compraría un billete de avión para no poder dar marcha atrás. Y, estuvo un día en Santiago antes de replegar alas para recordar los paisajes que apenas recordaba. No quería pensar en su cuñado, que le había insultado en su cara, en llamadas telefónicas y en sus espaldas. Miró con alegría su mochila llena de piedras. Cosa que no hacía con la cartera llena de dinero de la bandolera. Vió sus fotos ridículas porque las necesitaba pensando en volver a su casa con yedra que tanto había odiado.
Y se despidió para siempre de Santiago, sin echarle nada en cara, como un héroe.

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