Estaba cansado mirando desde lo alto los cadáveres que lo rodeaban, y en especial el cadáver de aquel simpático moro que le había contado los traumas de su vida, del que se había hecho amigo hacía dos meses y al que había matado sin distinguirlo. Pensaba que en aquel momento no le importaría toda la cantidad de desprecios e injusticias que había recibido en su vida.
Seguían importándole pero también los miraba muy concentrado desde arriba desde la duna. Después de esto,¿no hay ninguna verdad suprema?. ¿Cuál es el misterio del hombre? no sentía alegría ni una culpa angustiosa,sino una culpa lánguida,como anestesiada.
De pronto un niño harapiento que jugaba entre los cuerpos,se paró ocultando algo entre el brazo y le dijo con una sonrisa pícara,"detrás de este brazo tengo un tesoro secreto y te lo enseñaré por mil pesetas".
A Lezo le entraron ganas de reírse pero tenía el rostro reseco y endurecido. Él ya había visto el tesoro pero le dio el dinero y se volvió para conducir el remolcador y enterrar los cuerpos en la arena.
El niño cogió su tesoro,le dio una patada y empezó a saltar de la alegría.
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