Alicia atraída por la madriguera

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miércoles, 22 de noviembre de 2017

Lecroy en la Guerra Civil

Lecroy estaba arreglando su mochila para volver a casa. Se había dejado el bigotillo que era moda en el ejército para demostrar que volvía siendo ya un hombre. Lecroy había ido a la guerra con miedo se sintió feliz y necesario al encontrarse allí, además era católico sentía que la República era el futuro y la Justicia Social y aunque percibía que se acometían muchos excesos contra la Iglesia pensó que eso pasaría,que oponerse a la República era oponerse a la modernidad.

No había tenido que matar a nadie ni mirándole a la cara,ni con sus propias manos y una vez antes de entrar en combate le dieron un poco de cerveza.


Examinó de nuevo meticulosamente la mochila:

Una cantimplora y la ligera de montaña.
Saco de dormir y esterilla.
Uniforme.
Un poco de comida.
Un sombrero militar.
Dos pares de guantes.

Le habían dado permiso y en vez de quedarse en la ciudad que estaba en estado de sitio,quiso volver en tren con su madre,al pueblo. Apenas le había escrito sobre la odiosa monotonía de la guerra.

Cuando llegó a la estación se encontró a su madre esperándole de negro por la muerte del abuelo. Lo abrazó y le miró de arriba abajo.

- Ay mira cómo vienes,sudado, despeinado,¿y ese bigotito absurdo?. Ay no sabes ni vestirte,mira qué uniforme que mal planchado está.

Lecroy llegó a casa y se encontró a su padre huraño y como estupidizado. Aunque como antes de que se fuera no ayudaba en casa, esta vez su madre se quejaba de que no hiciera nada,ni de que no tuviera el detalle ni de limpiar los cacharros tras la comida.

-Tienes razón me pondré a limpiarlos.
-Déjalo,déjalo, qué mal lo haces,y encima lento,no podemos estar una hora para limpiar tres platos.

Su padre solía ir al bar del pueblo más que antes, y el embotamiento por las noticias de las sucesivas derrotas también había afectado al resto de los parroquianos. Habían muchas recriminaciones de cómo se llevaba la guerra,de que la iniciativa la tuviera el otro bando y de la miseria en general.

Tenía dos semanas de permiso pero al cabo de cinco días quiso volver al campo de batalla donde se sentía en su lugar.

En el bar hablando de madrugada con el relente en la misma mañana de su vuelta con Clarencio que se había transformado en un ser medio loco y que solo hablaba de coger provisiones "por si la posguerra duraba mucho",le confesó con gran esfuerzo y a borbotones todas sus impresiones.

Lecroy le miraba con cierta prepotencia juvenil por haber estado en la guerra,mientras vigilaba su petate y un bocadillo. El tren acababa de llegar a la estación y en unos minutos seguiría su rumbo.

Clarencio no asintió,ni respondió, de hecho no le hizo ningún caso. Tenía miedo solo a que el hambre que vivían durara muchos años aún. Lecroy se conmovió: ¿quién contará mi historia si muero en la guerra?. Espero que no sea mi madre.

Se rió,se puso el petate al hombro,y cuando lo vio con su boina y vestido humildemente le dio el bocadillo y se subió al tren.

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