Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

viernes, 23 de mayo de 2014




El asesinato de la amante 42 años menos que él.

Siempre me he odiado y he sentido asco de mí mismo. Del color de mi piel  renegrida y mis rasgos indígenas. De ser un hombre de pocas palabras. Sin capacidad de réplica.
Mientras hacía el muro de mi finca  incrustando unos pedruscos a mazazos sobre las lascas de otras piedras a golpe decidiendo si la amaba o no la amaba. Por supuesto que la amaba. Amarla suponía enfrentarme a diario contra mis demonios. Era un infierno como un actor que en tres sesiones por día tuviera que ser un depresivo suicida.
Mientras ponía las grapas en las mallas de mi finca con mis dedos hinchados me daba cuenta lo complicado que es amar cuando a uno no le quedan fuerzas para vivir. Pensaba en su belleza rubia, en sus pechos como cacerolas, mientras me temblaban los brazos sujetando los palos de hierro de los lindes y extendiendo contra el viento enrachado las mallas de la finca.

Posiblemente sólo conozcan mi nombre por las iniciales en los periódicos. Soy peruano de 77 años pero nunca quise ser peruano. Trabajé desde los 14 años cargando sacos de la cosecha en los campos. Pertenezco en el linaje más bajo a una familia de terratenientes sanguinarios,mentirosos y endogámicos.  Incluso renuncié a la nostalgia de mi  numerosa familia de bastardos en Lima. A su obsesión por robarse lindes o tierras enteras.  A su falso orgullo que daba pena rodeado de tanta evidente miseria. Dicen que se es más listo que el hambre pero es una estupidez. El pobre apenas puede robar y es raro que escape incluso dentro del caos. Llevo el rencor y el orgullo callado de generaciones que se han matado a trabajar porque no quedaba ya qué robar...

- ¿Seguro que no vienes con nosotros? ¿ Te pasa algo?
-Eh...no... déjalo...

Eran serviciales y cariñosos pero me avergonzaba de ellos. Un poco de educación me había colocado por encima de ellos y volver a sus catacumbas donde pasaban las noches de los sábados me era imposible. Sus rostros simiescos, herederos de la endogamia y de campesinos indígenas semianalfabetos que no habían conseguido cambiar sus apellidos me daban vergüenza y repelús. Cuando después de una década me enviaron un telegrama donde me informaban que mi madre había muerto no respondí. Sin más.No quise ir a reclamar mi herencia: la séptima parte de un chamizo destartalado en un camino de cabras.

- ¿Quieres llamar, a tus hermanos les gustará saber de ti? sólo 5 minutos, na más.
- ¡no! ¿vale? déjalo... dije con voz baja a mi único amigo...

 Recuerdo la última vez que fuí a verla para despedirme de esa anguila con cara de chihuahua.
Tenía la marca de la muerte y llevaba unos meses empotrada en la cama

- Sabía que acabarías siendo un desgraciado
- Yo que tú me incineraría. La última vez que te vea la raspa será para escupir tu cadáver- le susurré.
- Tú no eres ni un hombre. Eres un payaso de mierda. Eres un payaso de mierda.  Ella abrió los ojos y con el puño hacía ademán de golpearme, no esperaba esta reacción a sus continuos comentarios hirientes. Y se puso a repetirlo a gritos una y otra vez mientras yo me marchaba satisfecho


 Era una mujer postrada en el camastro de colchón grueso, delgada, llena de odio y que no hacía más que hablar de la muerte de sus enemigos. Nunca se lavaba y ni abriendo las ventanas se soportaba el hedor.  Nunca pudo reconocer al hombre excepcional que había en mí. Ni se esforzó en nada para que pudiera estudiar Derecho en la capital.
 Tampoco quería ayudar a mis hermanos a que vinieran aquí. Ya me avergonzaba salir a la calle o ir a la playa con mis compatriotas a jugar al voleibol, como salvajes escuchando música guajira.
Evitaba pasar por la avenida de la Playa de Alcaravaneras para no tener que saludarles y darles explicaciones. Era doloroso pero tenía que ser estricto para no enfrentarme a mis sentimientos aunque hacía tiempo que deseaba que les saliera todo mal. Que se volvieran a su tierra y que me dejaran en paz para esparcir arena sobre mi pasado. Les odiaba. Odiaba sus taras que quedaban al desnudo una y otra vez. Sobra decir que tenía que recurrir a la mentira.

Ya había estado casado pero fué algo como animal. Y evidentemente por compromiso. Una de las pocas veces que dejé mi casa de arcilla  fué para hacer un peregrinaje a la Parroquia del Pino. Cuando llegué a aquella villa con multitudes un altavoz de mi grupo llamaba mi nombre. Por un momento se me cayó la cara y fuí rápido a la encargada.
Miraba con sus muletas al suelo y parecía rechinar la arenilla del suelo con la suela.

- ¿Tienes ganas de ver a la Vírgen de verdad? a lo mejor tardarás décadas en volver a verla
-No sé , no le entiendo.No, déjalo.
-Lo siento mucho, tu madre ha muerto. Llevas 6 meses planeando este viaje. ¿Tienes ganas de quedarte con nosotros hasta mañana o quieres irte inmediatamente?
-¿Irme?,no quiero irme. Susurré desmayado sin encontrar una pared donde apoyarme, con el sol dándome en la cara que se me había puesto blanca.

La única vez que me había marchado de casa y mi madre se atragantó con un trozo de carne mientras le daban de comer. De noche en una camioneta destartalada rodeado de un terreno árido me imaginaba como debía sentirse. Tener eso dentro y no poder reaccionar, no poder sacarlo. Una muerte absurda.

Yo tenía 28 años y una hermana  pequeña Inma, cabreada conmigo porque no me hubiera establecido en la vida se encargó de mí. Le pagaba casi todo lo que ganaba en la obra.
- cuántas noches he dormido encajado en el andamio bajo la lluvia o con el viento viendo los lagartos sueltos. Y oyendo los ladridos rabiosos de los perros.


 Por la noche llegaba a casa e iba a escondidas lo que había sobrado en la cacerola y no encontraba nada. Pero no me atrevía a quejarme. Ella también trabajaba duro. Muchas veces tenía las manos rojas como con moho amarillo de tener que limpiar la ropa a mano, fregaba el empedrado de la casa y tenía que hacer la comida para los 3 hermanos solteros.

  Me disgustaba pelearme con ella. Así que lo dejaba ir cayendo cada vez en un abandono en la ropa, en la limpieza del suelo que se fué llenando de cucarachas. Hasta que un día llegó un hombre de casi 60 años,renegrido y arrugado, y dijo que venía por las cosas de mi hermana.
- Tu hermana está embarazada.
-¿ cómo?
-Sí. Lo mejor es que acabé con esto. Y que empiece en otra parte desde cero. Sin verte la cara jamás por supuesto.

Mire la hormigonera oxidada y abollada por arriba. Quise abrazarla pensando en mi hermana.No pude justificarme . Ni darle explicaciones. Simplemente le dejé que se llevara lo que quisiera.
Entonces me di cuenta que me había dejado unos días antes. No me había dado cuenta.
Así que fuí a una agencia y me casaron. Era una anciana que estaba en contacto con muchas chicas de pueblo huérfanas que quedaban desprotegidas....
Así que fuí a la celestina del pueblo, a que por favor me buscara una esposa.
                                     

                                                    *                              *                      *

Huir. Huir como un gato ante las pedradas, ante la reacción más mínima era otra característica que no había superado con los años. Internet me ayudó cuando me quedé viudo.

Hombre maduro, busca chica joven y estable para formar familia.

 Allí no sólo no había que dar la cara tras los seudónimos si no que había tantos foros que uno podía meterse en grescas y volver a empezar con otro apodo en el mismo. Esta cobardía no me avergonzaba a pesar de las constantes humillaciones. Me deshacía de ella más rápida que de la ropa vieja que guardaba. Y gracias a ella conseguí mi felicidad mi verdadera felicidad.
 Hace 6 años la conocí a través de una agencia por Internet.

Sí la amaba, quedaba extenuado al darle tantas vueltas pero no podía negármelo. Por primera vez me había fijado de los árboles de la calle a través de la ventana. Sólo se ponían de verde la parte alta , por debajo estaban resecos. Deje de salir para no ver las parejas besándose ni a los jóvenes fumando porros en grupo.

 Necesita lo sublime, me compré un top como el que ella llevaba en la foto que le vi para sentir como que la conocía para la primera vez que nos encontráramos. Esperaba horas para hacerme el encontradizo en Internet para estar seguro de que no hablara con otros candidatos. Me molestó la sinceridad cuando me puso que estaba viendo varias posibilidades pero tuve que asumirlo sin responder. Estuvo hablando con un chico más joven pero estaba parado y vivía con su madre. Pero aquel sentimiento tan sublime que sentía no quería mancharlo deseando mal a nadie. Natiuscha no abusaba de mí sino que cuando notaba que yo iba en serio se comprometía.  Era una mujer hermosa de anchas caderas.

 Sí...era una hermosa rubia de apellido ruso. Me enamoré de ella inmediatamente y eché a patadas mis prejuicios sobre ella, y sobre la edad. Me gustó su imagen de mujer  rubia, robusta con gesto enérgico y obediente porque siempre me había costado enfrentarme a los obstáculos que plantean  las personas. Convivimos dos semanas y se dió cuenta que era un patoso. Pero mi vida resuelta le convenció que era su hombre ideal.  Natiuscha tenía un profundo sentido de la familia y de la lealtad pero no muy coherente que a mí me era confuso. En cuanto la vi sabía que la necesitaba pero estuve dispuesto a renunciar por ella por causas evidentes.
Ella sólo tenía 35 años.

Renegrido, raquítico, con mis brazos llenos de arrugas notaba el deseo. Contemplaba satisfecho a lo lejos muchos de mis apartamientos blancos de Maspalomas que en 40 años habían quedado obsoletos bajo su propia pasión. ¿ Cómo explicar este amor sin fuerzas? ¿y encima inmoral, incorrecto?... en una época donde se defiende lo que antes era prohibido y se promueve lo débil...

Barcelona me había deslumbrado con la cuesta de Montjuic con escaleras mecánicas y dos chimeneas enormes en medio de una rotonda a la entrada de una explanada donde hacían ferias itinerantes enormes. Las ramblas bulliciosas con sus tiendas de flores...
Yo quise deslumbrarla como un jacoso que pide limosna para volver a la cárcel a su hora y se inventa una historia increíble de que es un preso de conciencia.
Yo le hice entender que era más rico de lo que era cuando nos citamos en Barcelona. Canarias era un emporio turístico y podría vivir en un oasis de lujo con un clima tropical todo el año. Además podíamos formar una familia y yo dejaría una buena herencia. Tenía dos candidatos: un chico joven que había acabado derecho. Estaba en paro y no tenía casa propia. Dudó. Yo conseguí su móvil a escondidas y la llamé. No sabía si se enfadaría conmigo pero tenía que intentarlo. Había caído en contradicciones porque una vez le reconocí que tenía 2 casas lo que era verdad y otra que tenía un piso de apartamentos. Tenía que decir que la amaba. Que conmigo conseguiría una familia para siempre. Dudó en aquella llamada nerviosa de un minuto y medio y me colgó.   Como 40 años antes había hecho mi hermana. Entonces sólo me quedaba un día de estancia en Barcelona y tiré la toalla. Visité con pena el Tibidabo y Montjuic. Por la tarde me llamó una chica de la Agencia diciendo que había dicho mentiras obvias y que eso estaba prohibido por las normas de la Agencia.

Por la tarde recibí otra llamada en el calle:
- Hola. Soy Natiuscha. Quiero ir contigo. Quiero estar contigo.
                          
 Pensé hacerle una casa en el campo con vistas al mar. A veces encontraba cadáveres para remover los alrededores del alpendre. No quise informar al Ayuntamiento para que no me pararan las obras. Pero un vecino se chivó. Después vinieron unos hombres de negro con balanzas con calculadoras y una especie de ácido efervescente. La efervescencia verde parecía el brebaje de una bruja sobre los huesos.  Examinaron los cadáveres y resultó que eran recientes. Yo seguía trabajando a escondidas para  mi Natiuscha, a la que ya llamaba mi mujer ante mis vecinos.  El psiquiátrico estaba cerca y mi propiedad había sido suya antes. Es probable que lo hubiesen usado de Fosa Común. Siempre he creído que la infelicidad que reinó en mi casa fue por influencia de aquellas auras.

Pero  además de la felicidad conyugal por fin lograda, yo tenía un segundo sueño: era ser escritor. Ambos deseos luchaban entre sí. Por ejemplo le prohibía a Natiuscha ver más de una hora al día la televisión porque me descentraba de mi obligación. A Natiuscha no le gustaban mis mentiras de grandeza. Le disgustaba llevarme la contraria en público pero me daba un pezcozón disimuladamente. Cuando llegábamos tiraba las llaves,el bolso, y lo que pudiera hasta tener el valor de gritarme de remplón. Estallaba como un animal herido entre estertores dando dentelladas a lo loco. Jamás admitía réplica alguna. Por eso yo para desahogarme a la hora de pagar tardaba bastante tiempo en los restaurantes. Quería que viera quién tenía el dinero. Quién le permitía vivir entre restaurantes. Que tenía que seguir siendo obediente.
   Tampoco me gustaba que saliera sola de compras más de tres horas, por si las moscas. Ella primero se reía después acaraciaba la fruta con una extraña sensualidad. La aplastaba entre sus manos y se deshacía. Aparte de lo que le disgustaba dar propinas y las pequeñas pérdidas de dinero a las que comparaba con pérdidas de orina. Pero poco a poco fue cogiendo odio a mi forma "esencial" de vivir. A mis reacciones según ella exageradas.     Jubilado quería dar mi versión a mi propia historia frente a las habladurías de tantas personas que me despreciaban.Miraba frente a la lluvia eterna del centro comercial de Jinámar contra mi balcón mientras pasaban los coches por la autopista llena. Los turistas europeos, la Europa que sólo había pisado una vez, apenas llegaban aquí.

 Una noche de mucho viento,  sin sueño fui a dar una vuelta por los precipicios. Tenía necesidad de pedir dinero pero no entendía bien por qué. Habían encontrado más yacimientos arqueológicos. Estacas de un metro unidas por  varios alambres. Te metías pero después era un laberinto para salir. Como los coches deslumbraban podía ser lioso donde no había alambres. Entonces encontré una puerta con bastantes rayones. Y uno como una arruga profunda en medio. Al tocarlo me di cuenta que era una enorme espalda. Empecé a golpearla pero no respondía nadie. Seguí golpeando más y más fuerte y más fuerte. Hasta que una voz de mujer sin duda a la otra parte de la puerta me respondió
- No metas el pan seco en un horno frío, ¡no metas el pan seco en un horno frío!...



                                            *                         *                              *

Mientras conducía con un Opel astra por la Autopista a 150 kilómetros hora, lo que más me gustaba del mundo, me sentía amargado. Como si una ampolla de azufre se derramara sobre mi pecho. Cruzaba los carriles a volantazos y aunque en el carril de la izquierda viniera algún coche de alta gama follado no me apartaba. Por lo que le obligaba a cambiar a él de carril mientras me pitaba  fuerte y me gritaba "cabrón". Por lo que mi mujer  Natiuscha daba golpetazos en el fregadero con las palmas abiertas y me gritaba que o la dejaba conducir a ella o que la bajara del coche. Veía el paisaje árido después de haber sido abandonado tras arrancar los tomateros.

 Gracias a una amiga de Natiuscha podíamos pasar gratis una semana de vacaciones en el Sur.
 Iba con un polo y unas bermudas como si fuera a comprar unos dulces a la tienda de abajo.   No podía imaginarme como solía hacer por los documentales que era un tanquista alemán que tenía que conquistar la Unión Soviética antes de 2 años para evitar que reaccionara.
 Estaba amargado por tener que pasar 10 días en un bungalow duplex de lujo con una enorme piscina en Maspalomas. Pude aparcar en un aparcamiento céntrico de zona azul a la primera. Apreté los labios y dejé mi rostro hierático de satisfacción por haber aparcado perfecto a la primera. Era zona Azul pero sólo cobraban de 9.00 a 22.00 por lo que no tendría que pagar hiciera lo que hiciera esa noche mi corazón atormentado.
Estaba rodeado de tiendas de comida de 24 horas y de imagen y sonido. Torres de apartamentos con turistas desaliñados que no parecían asombrarse de tantos letreros luminosos de colores.

Siempre tenía que aceptar por compromiso decisiones que me amargaban. Llegaba hasta el límite y daba dos grititos pero me desfallecía del cansancio. Entonces inmediatamente llegaba la reacción que era más brutal hasta 10 minutos gritándome, repitiéndome la letanía " eres un payaso de mierda, un niñato " o "guarro eres un guarro, eres un guarro"...
Entramos por un pasillo por el complejo.Se sonrió de amargura porque siempre me parecían iguales .Hasta el lujo es siempre igual: pensé.
Cuando entraba con mi mujer Natiuscha que estaba ilusionada con el regalo de su amiga vimos bajo la sombra unas cucarachas enormes al lado de los amapolas. Su mujer lo ignoró queriendo evitar una parálisis o un ay como hubiese hecho seguro en otra circunstancia. Yo las miré detenidamente y me di cuenta de que eran los capullos de amapola resecos que se había caído entre la hojarasca. Pero no dije nada para no aclararlo. Había un cierto a aroma a orina en la entrada posiblemente por la dejadez de los dueños con sus mascotas. Pero tampoco quise quejarme ante el entusiasmo de mi mujer.
No olía el olor a verde de Madrid que transpiraba el alma pero el olor a la negligencia de las personas sí.

Era un bungalow dúplex con tres piscinas comunitarias . Tenía una cocina enorme con vitrocerámica y un baño lleno de toallas limpias con armarios corredizos.  Tenía de todo menos WI-FI, necesario para compartir los escritos que guardara en el ordenador. No tenía televisión era lo único bueno. Tumbonas de plástico  para hacer el vago todo el día y descansar de hacer el vago.

Mientras, escribía en una mesa minúscula y antigua a la que tenía que sujetar con una pierna. La habían apoyado contra la pared para que no se notara que cojeaba.  Natiuscha se mostraba indiferente todo el rato. Buscando nuevas formas de ser antipática. Llevándome la contraria.
Eso era lo que me atormentaba el alma el ninguneo constante a mi destino de escritor. Soy un hombre medianamente rico. La vergüenza que he tenido que pasar durante décadas ante los pocos amigos que iba manteniendo no tiene remedio. La lista de humillaciones tampoco.

- Mi apellido es de conquistadores. Soy descendiente de los que hicimos un Imperio tan magnífico.

Recuerdo como Jennifer Cardona Pulido una pijotera, licenciada en Historia me gritó durante 10 minutos dándome la espalda, mirando a los ordenadores del curso del paro por defender aquel imperio. Pero me daba igual aunque durante años me acordé de esa humillación pública. Qué hija de puta cabrona.

 Desde los 50  no he tenido que trabajar. Con las rentas de mis 3 pisos me bastaba. Cuanto más vago he sido mejor he tenido que vestir. La gente se inventaba cualquier excusa para evitar darme la mano y me llevaba la contraria en cuanto habría la boca para hacer un chiste sobre cualquier trivialidad.

Siempre me amargaba conque yo no me esforzaba por hacerla feliz.  Que era un desgraciado, que la engañé dándole a entender que era un millonario.    Aquella noche en la que yo quería haberme quedado encerrado estaba especialmente suspicaz a sus largos suspiros y comentarios alusivos. Había cogido la mala costumbre de los largos suspiros pasivos. "Es natural, no puedo evitarlo"

- Pagas tú ¿no?. Bueno no me invitas ni el viaje a Rusia jajaj y le dió un ataque de risa delante del camarero.
 Ante mi cara de vergüenza el camarero  encogió los hombros y dijo - Yo no me entero de nada

Aquella noche después de volver de la terraza El Guarapo con espectáculo flamenco y Paquito y su teclado. La malla hinchada del restaurante parecía el plástico de un taxidermista mal puesto. Tenía vistas panorámicas a los kilómetros de playa.
  Yo a Paquito lo conocía desde hacía 25 años. Todas las noches cantaba "Gloria" con su pelo teñido de rubio claro, con su sombrero americano y su corbata ambos de luces fluorescentes. Le comenté en el stage mis penas, como un desahogo en cuánto le vi. Mientras mi mujer movía una jarra de cerveza al ritmo de una canción con unos turistas jubilados alemanes.

- Mire usted,mira la pinta que tienes ay, pareces un enfermo terminal, aunque te cojan en flagrante delito cargándotela,y te envíen a prisión en un par de meses los médicos de la prisión, por correosos que sean, te darán el alta por razones humanitarias.    Soltó una carcajada,me dió unas palmadas en ambos hombros. Bueno, tengo que atender a mi público.  Y se fué.

Me tuve que apoyar en un perchero donde colgaban varios disfraces de drag queen. Me puse a sudar. Miré a través del plástico y vi como a una ballena varándose en la orilla. Intentando rebotar pero las olas en contra de la marea la obstaculizaban. Quedé hipnotizado viéndola varada rebotando  una y otra vez con más y más sin poder hacer nada. Hasta que se quedó quieta.
 No me gustan estos espectáculos que veía por Natiuscha. Era la única ocasión que pedía grandes platos con guarnación lo que subía mucho el precio. Yo tenía que echar más vinagre a mis chipirones de lo que acostumbraba para soportarlo. Casualmente al volver coincidíamos con los vecinos del bungalow. Eran uno de esos inmigrantes rusos millonarios.
Cuando llegué tuve la impertinencia de decir:
-la mafia rusa.
Pero gracias a Dios no pudieron escucharme. Y mi mujer no me tomó en serio. Mi mujer y sus amigos no podían entender las necesidades de un escritor y menos cuando ya eres un pellejo y sabes que te queda poco de vida. El deseo de una vida frugal y escueta sin amigos que te juzguen o hablar de sandeces como el fútbol.
Mi mujer era la que peor me entendía. Siempre al ver las artistas se quejaba de que ella no era madre por mi culpa. Que hubiera podido pagarle un proceso de fertilización asistida. Que tampoco había favorecido su carrera de artista y que la vida social, muy poca según ella, era el único escape para una vida encerrada.
Yo no podía abrir la puerta del balcón corredizo de entrada.

- Dios qué patoso eres. Si cualquier adolescente adolescente podría hacerlo.

Así que tire piedras hasta romper el vidrio. Tratratram. Sentía un desbordamiento como si tuviera demoliendo una casa. Una piedra tras otra. No tenía sentido dejar de hacer ruido sino hacerlo rápido. Me costó pero no tenía nada que perder porque no tenía alarma. Sabía que no vendría la policía. Me dolió que me recordara que era un despistado. Que cometía fallos garrafales.
El vecino sacó su cabeza por la terraza y comentó con acento ruso:
-¿problemas? ¿se le olvidó la llave?
- sí se le olvidó la llave
-a mí no me metas en esto, gritó Natiuscha.


A base de pedradas conseguí cargarme una hoja de cristal entera y entramos. Corrimos las cortinas y dije que esa noche me quedaría en el sofá para que no entrara nadie. Se enfadó por el destrozo en el bungallow de su amiga pero a pesar de su mirada de odio increíblemente no respondió nada.
La conocía como si la hubiera parido, no era vengativa en la intimidad ni le diría a su amiga nada pero se vengaría en público y en poco tiempo cuando coincidiéramos con sus amigos.

Cuando iba a palpar una navaja en el bolsillo, me di cuenta que tenía allí la llave. No dije nada porque era demasiado tarde. Estaba disperso y despistado y quise subir a la cama, sin explicarme y dormirme rápido.
Fuera de la urbanización se oían disturbios con marchas policiales. Habían ocupado una excavadora y una furgona de la policía. Había gritos e inmobiliario urbano destrozado. De noche había barricadas  por desahucios, porque los bancos tenían miles de casas vacías, y algún enfrentamiento con unos policías rezagados, no acostumbrados a la lucha urbana. Y menos en una zona turística.
Muchos eran hijos de los trabajadores de la zona turística que sabían que no podrían trabajar allí.Asaltaban tiendas de imagen y sonido.

Natiuscha como no iba a poder dormir dijo que llamara a alguien para arreglar la cristalera. A las doce de las noche. Con lo que cuesta en los findes de semana. Que no podíamos dormir rodeados de niñatos delincuentes... no pude responderla, y harto de todo deje lo que tenía en los bolsillos en la mesilla del salón.
- ¡Dios! tenías las llaves. Eres un inútil, un auténtico inútil.

Y se puso a gritarlo una y otra vez.
 Cogió un vaso y lo tiró contra la pared
 Con tal mala suerte que una esquirla me cayó en la cara. Y me rajó.Estaba harto.

Cada vez me sentía más extraño cuando apretaba la navaja en mi puño. Era como si mi brazo no me respondiera. Tenía un arrebato de dar un puñetazo contra la pared de gotelé pero me paré.
Le grité que se callara y que dejara de insultarme pero Natiuscha se apretó los labios. Se mordió la muñeca y se fué. Volvió de la cocina al momento. Tenía un vaso y me lo tiró sin darme.

Entonces un furor se apoderó de mí. No podía visualizar lo que hacía. Me temblaba la mano y me costaba concentrarme en lo que decía. Pero mis palabras sonaban obvias aunque las repetía para asegurarme. Miraba su extraña belleza de cerámica lacada.
Me había agachado para evitar el tiro por lo que me dolió la rodilla. Fuí a por ella. Ni siquiera se movió. Estaba delante de mí sonriéndose cínicamente pero tenía algo de una madre que  espere a que su hijo que acaba de volver del colegio corra para abrazarla.

Con la navaja en el puño le di en el pecho y en la cara. Una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez. No veía lo que hacía era como conducir un coche que se había desbocado y ver sólo manchas de colores sin sentido. También al darle era tan blando y parecía tan fácil.
Como si estuviera rompiendo sus fotos, o tirando su busto de escayola al fuego. Apenas debieron ser dos minutos. Ella mismo no debió darse de cómo estaba sangrando. Yo me quedé paralizado.
No tuvo tiempo para gritar se fue arrastrándose hacia la cocina. Supuse que para buscar un trapo para taparse las heridas para que todo quedara en un incidente. No sé si quería subir por las escaleras al dormitorio de arriba aunque no hubiera podido. Sentí remordimientos cuando vi que no se quejaba ni me amenazaba con llamar a la policía pero no me atrevía a ayudarla o a taponarle las heridas.
Tenía una nube de gasolina en la cocina.
Me eché la gasolina no por miedo a que me cogiera la policía sino por vergüenza ante mi mismo de haber atacado a mi amor. A una mujer que me entendía y que se había conformado a estar con un pésimo amante y a sacrificarse no tener un hijo por mí.
No aguantaría que me lo restregaran todo en el largo suplicio de un juicio. No lo aguantaría. No era forma de acabar con una vida que apenas había podido demostrar el talento que tenía. No podía.
Me eche la gasolina por encima. Me cayó sobre los ojos por lo que tuve que ponerle más determinación. Pensé en salvarme de tener que ver su  hermoso cadáver. Su ataúd de manera dura y negra. Que aquello fuera mi responsabilidad. Sentía como un tobogán de aceite sobre mi cuerpo.
Palpé sobre la mesa el móvil, un pendrive de mi mujer, una agenda y por fin el mechero para prenderme. Por fin podría acabar con esto. Con todo. Notaba el olor penetrante que me mareaba un poco de la gasolina. Me obligaba a respirar más profundamente. A tensar más los hombros.
 Note un clic en la juntura de la falange del dedo pulgar...

Y de pronto alguien me quitó el mechero...









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