Adolfo Suárez otro presidente español que se fué demasiado tarde
En Santoña (Cantabria) hay una hermosísima bahía cerrada donde hay una barcaza que navega por toda la ribera y las jubiladas separadas típicas,como Paqui rubia teñida y rellena, flirtean con el patrón que da los paseos y les pone música romántica de los ochenta. También hay un monumento majestuoso al Presidente del Gobierno de la dictadura de Franco: Carrero Blanco. Lo más sorprendente de este monumento es que nunca se inauguró ni nadie se atrevió a destruirlo por reverencia a los recuerdos del sistema. A diferencia de las efigies y estatuas de Franco que van desapareciendo no significa demasiadas cosas. Esa estatua representa el sistema sin el lider.
Cuatro de las virtudes que se reseñan con hipocresia ambivalente en la estatua son la paciencia y la constancia. Virtudes que tuvieron que tener muchos contra Franco.
A diferencia de Franco y una minoría de acólitos católicos, el sistema productivo español y sus intereses políticos no querían quedarse manifiestamente al margen de Europa desde 1975.Sentían lo que era el bienestar, sabían que podían perpetuarse en el poder de una manera democrática. Cuando en 1978 se promulgó la Constitución los aires de consenso de los Pactos de la Moncloa para evitar una fuga de capitales. Los socialistas de González y los comunistas recién legalizados de Carrillo vieron que la ruina de los intereses económicos de facto no les interesaba.
Sólo la derecha dura de Fraga y los sindicatos que veían una lógica de más pérdida de derechos se opusieron, y para ganar más prestigio. Todos consiguieron lo que querían: más prestigio, España ser algo más competitiva en un mercado de oferta de trabajo poco cualificado, menos Suárez que consiguió consenso para quedarse en tierra de nadie. Y quedarse demasiado tiempo.
No se puede obviar la larguísima dictadura de Franco ni su escasa conflictividad social hasta casi los últimos 5 años de dictadura. Como la época de las taifas musulmanas o el conflictivo siglo XIX español nos negamos a mirarlos a los ojos por cobardes.
Sin embargo sí mitificamos la capacidad productiva y el comercio del Imperio Español. Los líderes en España nunca piensan en España. Se les permite perpetuarse para desgracia de su partido y de su patria.
Se recurre a la metafísica sentimental frente al razonamiento económico.
No es extraño que frente a las críticas de la oposición socialista fueran las guerras civiles las que acabaran con implotar el partido de Suárez. Fué una decisión de coherencia político-económica.
Con Felipe González (1982-1996) no pudo ocurrir así aunque no fuera por falta de ganas de los suyos como Txiqui Benegas. Aquí nadie se va a tiempo y siempre se invoca la estabilidad de los muertos. Siempre se abusa del prestigio personal para desgastar instituciones hechas en mármol.
Otro líder que tras el subidón de 1992 quiso perpetuarse. La ironía es que uno de los lemas de la prensa de derechas para destruir su prestigio fué el GAL, la policía de Estado contra la banda terrorista vasca ETA. La crisis de 1993 favoreció pero no resultó determinante.
Marcharse a tiempo es una virtud imposible en España. Hacerse la víctima, tener arrebatos por las duras campañas en contra es motivo para convertirse en santo entrañable de tus acólitos.
"Por la estabilidad","¿ cómo os voy a dejar solos ? " son chantajes que se han defendido una y otra vez. Igual que el despilfarro en épocas de bonanzas y no saber dirigir las empresas productivos en épocas donde apenas hay competitividad internacional.
Pero España nunca cambia. La bendición unánime a Suárez lo demuestra. Para asco de muchos.Saber despedirse a tiempo quizá fuera una virtud forzada de Aznar pero evitó el desgaste de su propia gloria.
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