Nunca sabremos el por qué de nada
ni el por qué nos embriagan los campos de tulipanes,
ni las orugas enroscándose en el barro
como nuestra mano estrujando un mal recuerdo,
ni los fotones que tardan años en salir
del núcleo del sol aunque me dé vértigo
y no lo entendamos.
Sólo conoceremos el cómo.
El alivio a un chiste a destiempo.
Un huérfano que mira una estatuilla
de Beethoven imaginando yo seré un genio
pero no imaginándose trabajando horas y horas
haciendo pentagramas de música sublime.
 Porque cuando preguntamos ¿por qué?
sólo queremos elevarnos en las cosas,
disfrutar de la belleza de las imágenes
de las grandes frases sin contenido
como a destiempo
 y de tener razones y objetivos,
sólo queremos conocer el frío de la noche
que nos congela la punta de la nariz
y nos hace echar vaho
y temblar y recuperar la sensibilidad del cuerpo.


Si hubiese suplicado con lágrimas fáciles
 al hechizo de tu belleza ¿hubieses sentido
asco de mi niñería?.
Tu belleza no es mía mientras la contemplo
salvo el recuerdo que no digo
para que no me lleven la contraria.
Gloria del silencio.






Lo que para uno es paja, a otro le ha marcado la vida

En la película Los 400 Golpes de François Truffaut hay una escena del colegio donde los niños aparecen con tinteros. Un niño torpe se le va la tinta y se le mancha la manga de la camisa y el papel donde escribe. Después cuando el profesor se va fingen una escena de una pareja abrazándose y besándose.

 Un joven espectador pensará ¡qué ingenuidad más estúpida!

Pues tras acabar de ver la película, una anciana dijo en la tertulia: se me saltaron las lágrimas cuando vi cómo le costaba coger la tinta del tintero, porque a mí también me amargaba cuando se me caía la tinta y se me ensuciaba todo. Eso es algo que la juventud que vino después que ya usaba el bolígrafo que era estable y no echaba gotas ya no conocía.
 ¡Comodones!, esta gente ya no se sabe lo que vale un trazo de la tinta.