Son los únicos autores por los que yo he visto que sus seguidores son capaces de llegar a la pelea física por defenderlos. Además no solo han creado ciclos narrativos sino casi un subgénero entero cada uno que han sido seguidos por escritores de genio como C.S. Lewis o John le Carré.No es casual que tanto Tolkien como Ian Fleming escribieran libros para niños.
En una encuesta de The Times a sus lectores sobre los mejores escritores británicos del siglo XX en un siglo de numerosos clásicos y premios Nobel británicos entre los diez primeros pusieron a Tolkien y a Ian Fleming. Tolkien y Fleming representan la antítesis radical del hombre posmoderno: la fe frente al hedonismo ateo; la ingenuidad de la fantasía, frente a la falsa ciencia del psicoanálisis pansexualista; el superyó trascendental y prejucioso, frente al ello materialista,neurótico y esclavo del sexo y de la muerte.
Pero a ambos se le atribuyen una prosa pobre y una cierta inconsecuencia en sus tramas y caracteres,pero supieron imprimir caracteres muy bien definidos y crear veneración con un tipo de novela que se puede aún entender como "mundana". La diferencia entre todos estos clásicos es que Tolkien es ampliamente leído y defendido,Fleming solo defendido como un clásico,frente a la mayoría de los clásicos intelectualoides y traumatizados de la alta novela del segundo tercio del siglo XX.
La gran novela del siglo XX se separó del amplio mundo lector. Pero Tolkien con su fantasía extrema reenganchó al público con sentimientos complejos o primarios. El fan de Tolkien lo defiende con puñetazos y enseñando los dientes, yo eso no lo he visto en ningún clásico salvo Shakespeare,o en menor medida Goethe o Cervantes. Desde hace 6 décadas los universitarios leían a Tolkien,que se lee con mucha facilidad y sin tantos traumas como otros autores y ahora ese mundo lector tiene en su genética sentimental al Señor de los Anillos.
Con Fleming,con le Carré volvió la alta literatura volvió de alguna manera a ser más sana mentalmente. Tolkien expuso su preocupaciones, Fleming sus ganas de ser pródigo.
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