LA PETICIÓN " Tu falta de deseo no me congratula
en tu ánimo de conjetura"
Bella petición de boda en un accidente aéreo
Fué en el accidente de Spanair del año 2008 en el aeropuerto de Barajas. Era verano y estaban las cosechas recogidas y los edificios antigüos rematados con sus puntas hacia arriba como erróneo elogio a Felipe II. Ernesto tenía preparado que lo haría durante cualquier catástrofe imponente porque necesitaba sensaciones fuertes ante su hermosa pero reservada novia Mercedes Alvárez.
Siempre le encanta llevarme la contraria. Se tocaba su grasienta barba, se rascaba su untoso cabello y su piel como de blanco ceniza. A Mercedes le encantará, se sentirá en estado de shock y cuanto se recupere tras unos segundos mi cámara del trabajo, al que le pagaré por el favor, me diré sí en directo, haré cualquier chanchullo para que los técnicos de la cadena lo pongan en directo.
Ya hubo pintores durante la Era Victoriana que recrearon encontraron con ninfas huidas de la Inquisición en fábricas incendiadas o cosas semejantes citandos poemas del poeta Blake. Era una huida a una naturaleza que era demasiado maternal, aséptica y sin embargo extrañamente castrante como una estatua rodeada de acantiladosde mármol.
Mercedes Alvárez era blanca y de pelo negro, una mujer hermosa. Muy echada para alante se presentaba ella sola en la mayoría de reuniones, a algunos le daba la sensación de ser una golfa integral. Y quería casarse para despotricar de todo lejos de las réplicas de su familia, Dios cómo quería casarse. Era una chica intelectual, sofisticada que hacía chistes complicados, siempre en un tono monocorde y sereno. Y sabía aunque no lo reconociera que era borde,hiriente incluso y contundente. Su belleza podría acabarse y debería de tener anzuelos para que un hombre con cierto nivel la quisiera de verdad. No quería esperar a separados traumitizados con hijos y que buscaran una chacha.
A Ernesto lo que más le encantó de ella es que una tía buena hablara con sus mismas muletillas. En una conferencia sobre periodismo y política internacional, él estaba en la última fila para hacer parodias grotescas en un programa en vivo y ella no se dió cuenta y creyó que él se estaba masturbando o algo raro parecido y no dijo nada.
Salvo una frase trivial a la amiga que la acompañaba. Esa frase que Ernesto no recordaba fue la que lo enamoró.
Ernesto siempre faltaba el respeto pero siempre recibía el aplauso de la gente porque se mantenía al borde de la navaja. Y ¡qué demonios también respetaba el dolor o el trabajo ajenos!. Entonces cuando el tipo de la agencia soltó la noticia por el ordenador no lo dudo dos veces. Fíjense cuando podría repetirse un fenómeno tan maravilloso como aquel. Lo haría sin molestar al margen de todo.
Quedó con el cámara Goyo en la pista de la terminal que como era novato no estaba acostumbrado a colarse en sitios vigilados. Goyo era un guasón pesado que tenía sus límites pero no a la hora de remover una noticia sensacionalista incluso sangrienta que lo sacara del anonimato, de tener aguantar las impertinencias envueltas en alguna ironía de algún compadre de la redacción. Entonces cuando iba acercándose al aeropuerto y ver humo negro de lejos. Se alegró mucho de saber que no se trataba del típico avance petardo de que hay mucho tráfico turístico.
Aquella era una noticia de alcance.
Ernesto estaba cortando las cuerdas con una navaja que enrollaba la cámara con un plástico de bolsitas mientras esperaba que Mónica saliera del trabajo . La cámara la tenía él porque el director consideraba que él era más responsable desde que en una reunión en la redacción donde se tiraban unos a otros un cenicero de cristal grueso Goyo lo estampó contra la pared. Una esquirla rasgó la oreja y la mitad de la ceja de Ernesto que no participaba en el infantil juego por lo que parecía merecer la responsabilidad de tener el material de última generación de la Agencia.
Oía por la radio cómo se había incendiado una ala del avión o como explotó el motor. De pronto, la última polémica sobre un penalti injusto se calló, mientras él sonreía, mientras intentaba cortar las dos últimas cuerdas que estaban especialmente correosas.
Mercedes salía como algo misterioso y mágico pero las zapatillas deportivas rompían el encanto mágico, de aquellas escaleras empinadas de donde bajaba. Llevaba un bolso y unos tacones con un informe en la otra mano. Se ponía los tacones para dar paseos en el coche aunque nunca se bajaba para caminar. Mercedes quiere estar elegante para adentro.
Cuando iban llegando al aeropuerto Mercedes no preguntó qué hacían allí. Se esperaba una sorpresa convencional. Varias veces habían hablado de matrimonio. Le había dicho a Ernesto que ella no se quedaría embarazada sin tener el anillo en el anular. Ernesto lo entendía y se desentendía por principios firmes que le parecían triviales...o que de paso le ponían muy enfermo.
Veía como conducían las ambulancias con frenesí y los taxis pitando con fuerza. No entendía qué podía estar pasando pensó en un atentado de ETA o de los yihadistas. Le preguntó a Ernesto si no sería mejor marcharse, si la había llevado allí por cuestión de trabajo.
Ernesto le respondió ¡espera, ya te lo diré en su momento, espera!.
Se colaron en la pista gracias a un seguritas con un sesgo de retraso mental, blanco, con gafas de sol y tres perros feroces, atolondrado que al ver la acreditación de la televisión vió de lo más normal abrirse la rumbrienta verja y acercarlos a los tres en uno de esos cochecitos de golf.
Goyo volvía a sentir ese placer de acariciar la cámara. De colocar el micro a su compañero que estaba orgulloso de dar la noticia de su vida, de la que él sería provocador y protagonista de algún modo: su petición. Mónica estaba disgustaba, estaba fuera de lugar, no se había podido quitar los tacones y veía restos del fusilaje aquí o allí. Personas tiradas pero carbonizadas que a lo mejor con una ducha estaban como nuevas pero... y ese olor a intenso quemado con el riesgo a que volviera a surgir otra explosión de quién sabe donde.
¡ Graba! Dirígete a mí y de fondo el avión. ¿Me has entendido? solo de fondo sacas al avión.
Subió a la cabina a Mercedes Alvárez casi a rastras como no había en su vida con una botella de champán y lo que parecía ser el estuche de un anillo. Entonces Mercedes lo entendió perfectamente y se dejó llevar como en un extraño sentimiento de estado de shock.
Mercedes Alvárez lo miraba con rencor pero con alivio. Quizá la cosa podía ser pasable aunque se sentía avergonzada y algo de asco de ir tan elegante al lado de bomberos con sus imponenetes trajes o de personas tiradas o quemadas por aquí o allá que parecían pedir ayuda con monosílados o gritos difíciles de entender.
Mercedes Alvárez lo miró cansada esperando que acabara rápido su buena noticia. Que hombre, era así, tenía que aceptarlo. Uno de los momentos más importantes de su vida así. Dios mío. Ernesto estaba entusiasmado como si pusiera su bandera en lo más alto de la isla desierta. Estaba entusiasmado cambiándose de posición hasta en tres ocasiones para que el humo no le quitara la luz de la cara.
Mercedes Alvárez que ni siquiera sabía expresar sus sentimientos estaba asqueaba deseando que aquello acabara pronto, exhausta sin saber que decir. Goyo tenía la cámara firme y no dejaba de grabarlo todo. Ernesto tenía que asumir que iba a salir cafre y tendría que justificarlo conque tenía un toque artístico.
Ernesto hizo su presentación y comentó los cotilleos del seguritas, de unas triviales que había oído a un bombero o de lo que el mismo había escuchado en la radio mientras llegaba y lanzaba su exclusiva para que pudiera emitirse aquella misma noche. De pronto todo el impulso creador se le vino abajo, se giró ante su chica, su amada, y se lo soltó como se da un puñetazo.
- ¿ Te quieres casar conmig...? se le había olvidado sacar el estuche del anillo del bolsillo y Mercedes Alvárez tardaba en responderle. Ella misma se había quedado paralizada
Dos bomberos que se habían percatado de la situación aunque el incendio estaba sofocado y no entrañaba peligro, les gritaron: ¡gilipollas bajen de aquí, coño, malcriados...!. Mónica lo miró con odio ella buscaba algo más convencial, estaba dolida...
entonces miró a Goyo que la grababa atentamente, deseando el feliz desenlance inevitable
y le dijo: ¡es un cabrón, un cabrón, un cabrón...!, y empezó a gritarle pero sin mirarle directamente a los ojos, sino a Goyo que asentía con la cabeza por respeto.
-Podría irme pero no quiero irme sino quedarme y gritarlo una y otra vez...
Ernesto como con un espasmo en la cara y con la mano trémula le dió el estuche que ella tiró como en un saludo esquinado, para dentro de una de las grandes ventanas de la cabina de los pilotos del avión. Y dijo sin moverse: yo me vuelvo sola a mi casa, me vuelvo sola. Pero no se movió ni dijo nada. Ernesto se quedó estupefacto, quiso golpearla, gritarle algo, pero no pudo se había cargado su petición y su imagen icástica, todo en general.
A grito pelado mientras Goyo respondía que no era así, que lo había hecho sin querer, que era su espíritu iconoclasta, de artista frustrado que lo echaba todo a perder, que era un inmaduro, no un cabrón, o que en el fondo era buena persona.
Mercedes no tenía ninguna emoción, incluso era como si hubiese preparado una venganza durante largo tiempo y estuviera aliviada, el pecho latía con fuerza pero ella se mantenía en estado de shock.
Mientras Ernesto huía intenta justificar su respuesta pensando que había actuado de aquella noche que inventó una excusa para no llevarla en coche hasta la puerta de su casa. Corría como un ciervo herido en una manada sin poderse explicar la situación. Le echaba las culpas sin saber el por qué. Había odio,ganas de huir, de reírse histéricamente.
Ernesto se bajó y aunque se rajó la pierna por debajo de la rodilla no se quejó mientras notaba como le bajaba la sangre. Se mareó, como si le hubiesen insultado durante 20 minutos y quiso marcharse dando tumbos intentando meterse por una rendija de la valla metálica de tres metros de altura que había quedado abierta cuando le dejaron colarse.
Goyo al final quiso ver el video para borrarlo mientras bajaba a Mercedes. Grabar el resto del accidente para dejarla a la chica que le parecía algo anónima y volver solo a su casa . Cuando vió la grabación se dió cuenta de que Ernesto no había cargado la batería. No se había grabado nada.
Olvidó su frustración de artista inundado, por iniciativa propia cogió una camilla con una moribunda renegrida por una quemada,y se fue a ayudar a los camilleros desfibriladores a colocar en fila a los heridos frente a las ambulancias que llegaban.
En el fondo, el avión lleno de tuberías y con cables atados con grues cinta aislante, era como un templo hindú que hubiese caído y al que costaba consumirse por el fuego definitivamente.
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