Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

domingo, 19 de octubre de 2014

Oriol Junqueras frente al olvido





Una mujer vestida de prostituta mientras le ardía el cabello se enganchó en la columnas de la puerta de hierro de su fachada mientras vomitaba. Oriol reconoció desde su balcón a aquella  peruana de rasgos indígenas y se escondió entre el cortinaje y un árbol que le taponaba. Cuando él se acostó por primera vez con una mujer fue con ella. Un hombre intentó levantaba pero ella consiguió escurrírsele de aquel hombre ojeroso que daba puñetazos contra la pared llena de vómito reseco.
Una ambulancia recogió a un hombre llorando que parecía un vagabundo ensangrentado y a una mujer que estaba separada a tres metros. La mujer tenía unos cortes profundos, increíbles como los  tajos de un carnicero. Era espeluznante ver como había quedado ese cuerpo.
Los dos policías daban la espalda a ese hombre raquítico,renegrido tapado con una manta deshilachada  y lleno de tatuajes. Tenía signos de embriaguez: se tambaleaba y prorrumpía compulsivamente en incoherencias. 
“Nadie me entiende” la vida ha sido muy injusta conmigo”. La mujer vestida con un pijama lo miraba con pena y a veces le viraba la cara, pero no intentaba taponarse la sangre ante el enfermero sino abrirla más como para que todo el mundo viera su tragedia. En la acera de enfrente los borrachos se reían viendo la acera menos uno que se apretaba los labios y miraba a los lados. Vendía hachisch y aquello atemorizaba a su clientela.
Oriol Junqueras era un gran narrador de historias. Cogía cualquier acto cotidiano y le daba una trascendencia inusitada pero no podía interesarse por las personas.
Quería sentir su dolor sin sentirse culpable.  ¿Podía su literatura nacer y desarrollarse inocentemente. Oriol Junqueras se mordía las uñas hasta hacerse sangre y las escupía por el balcón. Se daba cuenta que el mal no se podía explicar examinando cadáveres ni con acusados sudados exigiendo profesionalidad a sus abogados en el horario de visitas de la prisión.
Un ladrón se declarará inocente o considerara su robo como una excepción justa pero no hará un elogio del robo como un hecho que debería generalizarse. Como un sistema para que los intrépidos y los fuertes puedan imponerse.
Y si alguien mata a su madre no lo justificará como el Divino Marqués, sino que lo justificará con espuma en la boca diciendo que era una serpiente venenosa que le habrá destruido su vida.

Oriol Junqueras no sabía cómo llenar su blog con sus historias. Cuando estructuraba las fotos se le descuadraba el texto. NO tenía a nadie que pudiera ayudarle técnicamente. Ni a dar  con su filosofía a la intencionalidad de las personas que salían a borbotones del BAR Rialto donde se reunían los borrachos  y sus pilinguis. Las llamaba así aunque llevaba la vida de un santo laico pequeño burgués que vivía en una calle de los bajos fondos.

Vió que la mujer peruana entraba en el bar Rialto. Un perro mordía las cortinas de macarrones descorridas. Quiso ofrecerle su casa por una noche entre risotada y risotada. Quiso sentir su degradación porque veía en ella el hechizo de la literatura  que se le negaba a pesar de la genialidad de sus historias con el sujetador fuera y sudado y las medias caídas y rotas. Se encontró a la mujer encorvada en la barra sin poder tragar un bocadillo reseco. Con la boca seca y los enormes pechos caídos. Aún le llamaban la atención los pechos de aquel pellejo que mordía una lata aplastada quien sabe por qué. Con una sensualidad exhausta se arañaba las piernas mal afeitadas. Estaba en estado de shock con algún arrebato que dejaba ver su flaqueza.

Entonces se acercó y le explicó quien era mientras olía su olor chamuscado.Su sudor y el hedor a orina de perro.El  suelo pegajoso en el que un niño de unos tres años jugaba con unos legos . Le repitió lo que ella había significado en su vida. Sus historias. Su defensa lógica,extenuante del robo, del crimen. Ella me entenderá pues la vida le ha dado patadas y aún es fuerte.
La peruana vió con indolencia al proxeneta que había intentado quemarla con indolencia. Y sonrió sin consecuencias ante su compañera a la que llevaban en la misma ambulancia que su verdugo.  Le explicó su filosofía y que él la cuidaría mientras  se fortaleciera y que después cumpliría su plan. La peruana lo había reconocido. Oriol dejaba su móvil a prostitutas  en momentos de extrema soledad para cumplir su plan. Después, días después increíblemente mientras leían el periódico en los pasillos de las casas de bandoleros donde tenían sus servicios les llamaba, y él les daba largas. Y si le replicaban les soltaba un insulto y les colgaba como un niño. Lo hizo con una compañera y con ella. Ella ya no tenía a dónde dormir salvo debajo de una barca en el barrio de los Pescaderos. Cualquier opción era buena mientras fuera seria.
Oriol se había sentido deslumbrado por las ideas del Marqués de Sade. Hace unas semanas vió como se reventaba una cloaca por aguas fecales. Entonces decidió pasar a la acción.Pero necesitaba a alguien para que le diera cariño. La peruana le había interrumpido varias veces para mentirle diciéndole que tenía a varias personas dispuestas a cuidarla. ¿ No se había quedado libre de chiripa? Cogió un insecticida que había tirado en la barra y le echó el fli a la cara. Oriol se limpió la cara sin reaccionar contra ella en ningún momento. Se notaba que era un hombre empanado. En el bar había gente que gritaba y pataleaba por ver el partido de fútbol . El humo lo llenaba todo y las servilletas de papel parecían huevos.
Su rencor mirando las cabezas de toros de la pared le asemejaban como dos toros que embisten entre ellos. Había dejado escapar a muchas mujeres y no dejaría escapar a esta mujer que era su gloria aunque fuera una piltrafa.
¿Qué opinas de mis ideas? Dijo apropiándose de las ideas de Sade, para deslumbrarla y asquearla a la vez pensando que así enamoraría a un mujer así.
-Sí, vamos todo al revés. Y tú tan flipao. Se miró ante el espejo detrás de la estantería de los refrescos y se puso el dedo en los labios con señal de silencio.

 Oriol entendió que se estaba riendo de él.

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