Oriol Junqueras frente al olvido
Una mujer
vestida de prostituta mientras le ardía el cabello se enganchó en la columnas
de la puerta de hierro de su fachada mientras vomitaba. Oriol reconoció desde
su balcón a aquella peruana de rasgos
indígenas y se escondió entre el cortinaje y un árbol que le taponaba. Cuando
él se acostó por primera vez con una mujer fue con ella. Un hombre intentó
levantaba pero ella consiguió escurrírsele de aquel hombre ojeroso que daba
puñetazos contra la pared llena de vómito reseco.
Una
ambulancia recogió a un hombre llorando que parecía un vagabundo ensangrentado
y a una mujer que estaba separada a tres metros. La mujer tenía unos cortes
profundos, increíbles como los tajos de
un carnicero. Era espeluznante ver como había quedado ese cuerpo.
Los dos
policías daban la espalda a ese hombre raquítico,renegrido tapado con una manta
deshilachada y lleno de tatuajes. Tenía
signos de embriaguez: se tambaleaba y prorrumpía compulsivamente en
incoherencias.
“Nadie me
entiende” la vida ha sido muy injusta conmigo”. La mujer vestida con un pijama
lo miraba con pena y a veces le viraba la cara, pero no intentaba taponarse la
sangre ante el enfermero sino abrirla más como para que todo el mundo viera su
tragedia. En la acera de enfrente los borrachos se reían viendo la acera menos
uno que se apretaba los labios y miraba a los lados. Vendía hachisch y aquello
atemorizaba a su clientela.
Oriol
Junqueras era un gran narrador de historias. Cogía cualquier acto cotidiano y
le daba una trascendencia inusitada pero no podía interesarse por las personas.
Quería
sentir su dolor sin sentirse culpable. ¿Podía su literatura nacer y
desarrollarse inocentemente. Oriol Junqueras se mordía las uñas hasta hacerse
sangre y las escupía por el balcón. Se daba cuenta que el mal no se podía
explicar examinando cadáveres ni con acusados sudados exigiendo profesionalidad
a sus abogados en el horario de visitas de la prisión.
Un ladrón
se declarará inocente o considerara su robo como una excepción justa pero no
hará un elogio del robo como un hecho que debería generalizarse. Como un
sistema para que los intrépidos y los fuertes puedan imponerse.
Y si
alguien mata a su madre no lo justificará como el Divino Marqués, sino que lo
justificará con espuma en la boca diciendo que era una serpiente venenosa que
le habrá destruido su vida.
Oriol
Junqueras no sabía cómo llenar su blog con sus historias. Cuando estructuraba
las fotos se le descuadraba el texto. NO tenía a nadie que pudiera ayudarle
técnicamente. Ni a dar con su filosofía
a la intencionalidad de las personas que salían a borbotones del BAR Rialto
donde se reunían los borrachos y sus
pilinguis. Las llamaba así aunque llevaba la vida de un santo laico pequeño
burgués que vivía en una calle de los bajos fondos.
Vió que
la mujer peruana entraba en el bar Rialto. Un perro mordía las cortinas de
macarrones descorridas. Quiso ofrecerle su casa por una noche entre risotada y
risotada. Quiso sentir su degradación porque veía en ella el hechizo de la
literatura que se le negaba a pesar de
la genialidad de sus historias con el sujetador fuera y sudado y las medias
caídas y rotas. Se encontró a la mujer encorvada en la barra sin poder tragar
un bocadillo reseco. Con la boca seca y los enormes pechos caídos. Aún le
llamaban la atención los pechos de aquel pellejo que mordía una lata aplastada
quien sabe por qué. Con una sensualidad exhausta se arañaba las piernas mal
afeitadas. Estaba en estado de shock con algún arrebato que dejaba ver su
flaqueza.
Entonces se acercó y le explicó quien era mientras olía su
olor chamuscado.Su sudor y el hedor a orina de perro.El suelo pegajoso en el que un niño de unos tres
años jugaba con unos legos . Le repitió lo que ella había significado en su
vida. Sus historias. Su defensa lógica,extenuante del robo, del crimen. Ella me
entenderá pues la vida le ha dado patadas y aún es fuerte.
La peruana vió con indolencia al proxeneta que había
intentado quemarla con indolencia. Y sonrió sin consecuencias ante su compañera
a la que llevaban en la misma ambulancia que su verdugo. Le explicó su filosofía y que él la cuidaría
mientras se fortaleciera y que después
cumpliría su plan. La peruana lo había reconocido. Oriol dejaba su móvil a
prostitutas en momentos de extrema soledad
para cumplir su plan. Después, días después increíblemente mientras leían el
periódico en los pasillos de las casas de bandoleros donde tenían sus servicios
les llamaba, y él les daba largas. Y si le replicaban les soltaba un insulto y
les colgaba como un niño. Lo hizo con una compañera y con ella. Ella ya no
tenía a dónde dormir salvo debajo de una barca en el barrio de los Pescaderos.
Cualquier opción era buena mientras fuera seria.
Oriol se había sentido deslumbrado por las ideas del Marqués
de Sade. Hace unas semanas vió como se reventaba una cloaca por aguas fecales.
Entonces decidió pasar a la acción.Pero necesitaba a alguien para que le diera
cariño. La peruana le había interrumpido varias veces para mentirle diciéndole
que tenía a varias personas dispuestas a cuidarla. ¿ No se había quedado libre
de chiripa? Cogió un insecticida que había tirado en la barra y le echó el fli
a la cara. Oriol se limpió la cara sin reaccionar contra ella en ningún
momento. Se notaba que era un hombre empanado. En el bar había gente que
gritaba y pataleaba por ver el partido de fútbol . El humo lo llenaba todo y las
servilletas de papel parecían huevos.
Su rencor mirando las cabezas de toros de la pared le
asemejaban como dos toros que embisten entre ellos. Había dejado escapar a
muchas mujeres y no dejaría escapar a esta mujer que era su gloria aunque fuera
una piltrafa.
¿Qué opinas de mis ideas? Dijo apropiándose de las ideas de
Sade, para deslumbrarla y asquearla a la vez pensando que así enamoraría a un mujer
así.
-Sí, vamos todo al revés. Y tú tan flipao. Se miró ante el
espejo detrás de la estantería de los refrescos y se puso el dedo en los labios
con señal de silencio.
Oriol entendió que se
estaba riendo de él.
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