El infierno del estanque de Walpurgis
El joven Mariano Rajoy había visto como tiraban la basura a aquel estanque y los restos de cabras muertas flotando entre guirnaldas ajadas. El agua verde entraba en el estanque lleno de moho como una puñalada o como el insulto a la cara de alguien que apenas te conoce.
Cuando llovía entre el musgo de las piedras salía agua terrosa pero el se imaginaba que era sangre. Y no sangre de las cabras sino de mártires y suicidas cuyos restos bajaban desde las montañas por las acequias. Y comparaba su martirio con el de esos desgraciados.
En el pasillo de Derecho mientras los estudiantes estaban sentados en el hueco de los ventanales esperando su turno para entrar en el aula del examen final, Fayna R Guerrero la alumna Erasmus de Genova se acercó a él y se lo dijo.
Mariano miraba a través de un ventanal el estanque de agua estancada, mientras entraba un chorro de agua limpia que no enturbiaba el grosor del fango y el musgo del agua. Lo había visto durante los últimos diez años y le recordaba aquellos pasillos eternos. A Mariano le picaba la espalda sudada y como de nervios por falta de caricias. Tenía 29 años y no había tenido una novia formal.
Tenía la cara llena de cortes y como sudada de crema after shave por no tener para cambiar las cuchillas usadas. Y una profunda indefinición nerviosa que le llevaba a acariciar las cosas que había a su alrededor allí donde se detenía como si hiciera un gran esfuerzo intelectual para tomar decisiones por las que no se decidía nunca.
Aquellos pasillos eternos le recordaban los exámenes orales a los que no se presentaba. Y la juventud que se le iba en abstracciones.
- ¡ Me estás acosando! Le gritó a la cara. Él se quedó de piedra quiso responderle pero sabía que las jovencitas son muy rencorosas. Mejor no. Ya había tenido problemas con algunas ruindades.
Agachó la cabeza, la volvió a mirar y viendo que estaba muy segura y que iba a ser contundente le respondió con voz baja e infantil como el maullido de un gatito:
-Lo siento. Se marchó a otro ventanal de lejos para esperar su turno para el examen mirándola con timidez y odio desde lejos. Llevaba desde 5 meses detrás de ella. Había hablado cara a cara con ella sólo dos veces.
Había usado el tuenti y el Facebook para flirtear con ella y se le había declarado sin haber recibido respuesta y con miedo de encontrarsela en el pasillo y ver su reacción cara a cara.
Recordó el encontronazo con Mercedes Álvarez era una chica abierta entre la mesa de la cafetería compulsivamente pero rencorosa para el que la contestara con un gesto amohino. Una de sus pocas noches de fiesta en un coche donde iban cinco personas dijo que no hacía falta que les dejaran en sus casas de broma. Que les dejaran en un parque y que las 2 chicas fueran caminando que en tres cuartos de hora llegaban a su casa. Eso les llenó de rencor.
Dos días más tarde con una excusa tonta en una conversación trivial, en otro trayecto en coche de la universidad a la ciudad que estaba a 6 kilómetros se pusieron a gritarle:
-eres un cabrón, eres un cabrón . Y se bajaron del coche diciendo ¡mientras este suba en el coche nosotras no subimos, vamos a la ciudad pero no con este cabrón!.
Entonces pensaba lo que quería decirle desde lejos. Lo más importante es que no puedes echar nunca en cara a nadie Fayna sus errores aunque te hayan destrozado la vida. Mariano se apretujaba las manos hasta arañarse y se mordía las muñecas. Hablaba pero cuando alguien le gritaba se quedaba callado y ponía un gesto reconcentrado y serio.
Yo sólo te he escrito unos correos por el Facebook no te he destrozado la vida como me han hecho a mí. A mí me han destrozado la vida con canalladas.
Sí era una lección dura que había que aprender.
No había estudiado para el examen final pero iba para ver si para la próxima tenía más suerte o el valor para estudiar día a día.
Ya tenía la excusa y la culpable de que él no se presentara con aquella escenita. Aquel grito fuera de lugar que había hecho girar las cabezas a todos aquellos niñatos.
Ser el centro de atención por unos segundos.
Aunque Fayna había sido una mujer promiscua no iba a conseguirla. Era duro pero era así. Sólo se atrevía a decir las cosas por el ordenador y cómo no veía las reacciones en la cara de la otra parte solía pasarse de frenada. Quise poner un título EN INGLÉS a un cuento sobre una jovencita que quería abortar por egoísmo, para olvidar un desliz recordado con asco, un ideal de libertad y dignidad en plena época de lucha por la igualdad. Dios y las grandes películas ya no hacen grandes carteles de colores chillones. ¿cómo no iba a hacer un título en inglés que descolocara, que resultara algo trivial pero acaso el hechizo de lo ininteligible no es trivial?. Obviamente pensaba en Fayna.
Sus ardides en su snobismo por el derecho o la literatura no hacían más que autoboicotear cualquier logro que él pudiera conseguir . El intentar corregir sus errores de falta de madurez haciendo referencias literarias a Borges o a Herbert Marcuse no hacía sino empeorar las humillaciones públicas con la que reaccionaban sus destinatarias.
¡Es terrible!. ¡Es memorable!. pensaba. Mariano se daba a ensoñaciones absurdas recordando al canalla de su padre que les había abandonado. ¿ Qué era lo correcto hace 40 años?.Si todo aquello que fuera olvidado tuviera que morir avanzaríamos más rápido pero con menos equipaje.
Hace una semana en una clase de 25 universitarios del turno de Tarde, donde había alumnos más mayores, el profesor de Civil IV preguntó quién era Carrero Blanco. Nadie supo responderle, y el profesor pensaba que aquello era suficiente para aprobar a una estudiante que se examinó la semana pasada y que tampoco supo responderle... era una pregunta difícil.
Aquella alumna era Fayna.
Increíblemente Fayna tenía una cara de chica inocente y dulce, rubia y sonrosada. Un rostro adorable que no despertaba a primera vista sacudidas sexuales en un ambiente promiscuo, lleno de posibilidades.
Mariano cogió la tela metálica entre el hueco de los dos ventanales y la abrió sonando un insoportable chirrido para que entrara un poco de corriente.
-¿ Qué coño haces?! le gritó con un gruñido de asco final alguien de lejos. Mariano pensaba que todo el mundo le odiaba por sus arrebatos y sus comentarios hirientes a favor del orden y del trabajo duro. Pero era imposible, no servía para crear equipos y menos para liderarlos. Sentado solo engulliendo la comida de la cafetería sin que sus compañeras vestidas con sus trasparencias le saludaran se veía que era un rebelde del orden, del trabajo duro y sin ostentaciones.
Mariano era trabajador, obediente, mentiroso,inmaduro, cuadriculado, falso, cobarde e inútil fuera de lo jurídico y mecánico, pero era una buena persona, era justo. Muy seguramente una de las mejores personas que había en Gran Canaria y cuyos defectos nacían de una debilidad congénita y una tendencia depresiva engendrada por haber convivido con una madre esquizofrénica y raquítica toda su vida hasta la edad adulta.
Un niño decidido hubiese podido atemorizar a este coloso. Y cuando para deshacerse de su enemigo no podía usar tretas o traición, se volvía tímido o cobarde e intentaba hacer justicia de cualquier modo... pero no abusaba ni destrozaba a nadie, y si veía a alguien débil a su alrededor no hacía leña y dejaba hacer confiando que cada persona tenía cierta ética.
Por tanto cuando notaba que alguien hacía algo cruel pensaba que se estaba vengando por una causa justa.
Una vez que vió delante de sus ojos como cambiaban dos mujeronas renegridas con una rocaflex el vallado para cambiar las lindes de una tierra, pensó seguro que habrá sido que a ellas también les han robado o habrá sido el fraude de una herencia.
Mariano por su debilidad apenas se podía vengar de las puñaladas en la cara que estos hombres solían darle. El rencor al que le llevaba su impotencia le llevaba a arrebatos que le hacían más odioso ante sus compañeras de Facultad.
Y había suplantado por cada humillación un prejuicio. En un ambiente la Facultad de Derecho muy propicia para los prejuicios.
Porque hasta el 1 +1= 2 puede ser un prejuicio.
Le encantaba todo lo que rodeaba el Derecho menos el Derecho. Le gustaba el que la gente vistiera bien, la cautela hipócrita de los abogados, el hecho de que se pudiera estafar y destruir la vida de inocentes legalmente aunque él no tuviera fuerzas para soportar la embestida de algún inocente.
Él quería vengarse de la vida como la vida le había machacado sin piedad.
De pronto se acercó a la puerta del examen. "¡El siguiente!¡el siguiente!".
Miraba a la chica tan odiosa evitándole la mirada y mirándole con odio de reojo.
Don Mariano no se qué García el examinador profesor era tan fácil para aprobar que lo acompañaba el decano para evitar que se dieran demasiadas facilicidades.
Era una de esas oportunidades fundamentales de su vida.
Miró la puerta y puso la mano en el picaporte.
Dentro don Mariano el profesor se quejaba para sí de lo poco que estudiaban sus alumnos. Si por mi fuera los aprobaba a todos pero no puedo bajar el nivel de estudio de la Universidad, malditos cínicos. Se apretaba los ojos como queriendo aplastárselos. "Putos vagos". Tenía falta de vista y unas profundas ojeras. Tenía una pila de documentos de casos a medio llevar y algún trabajo de investigación. Veía a sus alumnos como gente confusa e inmadura que no sabía lo que quería.
Golpeaba un busto de Beethoven y recordaba a los bohemios de Amsterdam y las horas que él dedicaba al piano. Pude haber sido un buen pianista allí en un apartamento con vistas a un canal. Mardita sea.
¡Dios, adelante que pase alguien! gritó, ¡Qué pase alguien o me voy,eh me voy de aquí!.
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