Exceso de hormonas después de
un Despido. 30-3-2014
Nadie entendió el crimen
después de su despido.
A Aguinaldo un oficionista del
Departamento de Recursos Humanos y Medios le despidieron el día después de San
Valentín por haber robado 50 euros de la caja al cabo de 3 años de
servicios. Había robado el dinero para
llevar a una chica, Silvia Mengibar el viernes al cine, aunque ella no quería
ir después de plantearle la posibilidad ambigüa de que sí iría, porque no iba a
buscarla a La Goleta ,su pueblo, a 25 kilometros de la capital. Y a pesar de que en 10 días tendría
su sueldo íntegro.
El lunes estaba preocupado
porque cuando notó el clic del cierre de la puerta de su casa se dió cuenta que
se había quedado sin llave para entrar. Era un extraño sortilegio que le pasaba
cuando tenía problemas. Como estar tanteando a una mujer ambigüa.En la parada
en plena avenida marítima disfrutó del sol. La vida le parecía algo hermoso
después de tantos años de sufrimiento y ni las quejas de sus compañeros en sus
mesas sin despacho de su Departamento le molestaban. La guagua se retrasó 20 minutos y no iba
llegar al trabajo con el retraso de casi media hora como a Aguinaldo le
gustaba.
Estaba preocupado por devolver un
libro a la biblioteca aunque no tenía necesidad de hacerlo en aquel día. Sólo
quería ir porque los bibliotecarios mayores, antigüos compañeros, no le
saludaban. Lo trataban como a un vago,con circunspección y desprecio.
Cuando llegó a la entrada del
gigantesco edificio de su trabajo la Segurita le paró. Casi nunca le saludaba y
le miraba de reojo de soslayo.Estaba detrás de una enorme mesa de recibidor
como de madera lacada granate.Y siempre viraba la cara tras saludarla.Por tanto
se sintió confuso con un grito seco y contundente que lo ponía en evidencia
frente a un cliente mayor gordo y calvo que esperaba Le dijo que entrara a un
trastero aparte con un ventanuco con una malla metálica suelta al viento, que
era un almacén de archivadoras de
informes con olor a carcoma. Había tenido algún tropiezo con la Segurita. Una
vez que le preguntó por el horario de
una Conferencia de Accidentes ella le respondió:
-No tengo por qué saberlo.
- Entonces...(dijo dando a entender cuál
era su labor, si apenas controlaba sus entradas)
- Llevo desde las 7 de la mañana y me
iré a las 18.00 de la tarde. Dando el callo mientras usted esta en las terrazas
en la playa.
Fué tal el impacto que puso una queja
por el tono gritón de la respuesta. Le dieron un toque de atención. Y ella le
guardo un rencor estridente por el correctivo. Ahora la Segurita después de
semanas evitándola tenía la posibilidad de vengarse de él. Pero no midió que
tendría que seguir viéndola todos los días después de la queja.
Aguinaldo siempre había estado
preocupado desde que estudió Derecho en la Universidad de Las Palmas en no
destrozar la vida a inocentes. Más que como sus compañeros que sólo les
importaba en no defender culpables. O en hacerlo por dinero y sin vincularse
con ellos ni importarle por su futuro.
Hay personas que necesitan rencor
para sentir fuerza en su cuerpo. Que no admite réplicas a sus canalladas.
Personas repugnantemente vagas que funcionan a reacción. Y cuyas reacciones
siempre son exageradas, sin sentido de la realidad.
Aguinaldo pensó que hablaría con él.
A lo mejor lo humillaría en público en esa cobardia española de gritar u
ofender durante minutos con los altibajos del berrinche a alguien en público
para sentirse más protegido frente a posibles reacciones. Además la Segurita
era especialmente grosera y vocinglera y estaría deseando hacerlo frente a lo
que consideraba como un ataque para que la despidieran. Si bien había tenido
otros roces graves con empleados.
Aguinaldo se puso a buscar el móvil
en la bandolera y en los bolsillos. Desde que se había esfumado su pasión por
la fotografía cada vez tenía menos interés por llevarlo encima. De pronto una
angustia por no entender su situación le hizo desistir del intento de avisar a
nadie. Estaba en estado de shock. Veía el riesgo inminente de un despido.
Aguinaldo se ocupaba de las
comisiones de la venta de pólizas de los delegados. Quedarse con dinero físico
era ingenuo. Con conchabarse con algún delegado y subirle la comisión e ir a
medias y hacerse el loco ante las correciones de la Sede Central hubiese sido
más sencillo. No habría dejado rastros.
Aguinaldo no reaccionó cuando lo
acusó. Llevaba semanas cuchicheando en voz alta en su contra al resto de sus
compañeros seguritas y una chica rusa de la limpieza.Ésta debió entender aquel
"incidente" como el abuso de un oficionista contra una trabajadora
que no podía defenderse para no crear problemas.Y evitar un despido. Pegó e
oído a la puerta y oía a la limpiadora que debía estar silbando con los
auriculares puestos.
Lo de destruir la vida a cualquiera
de los que le rodeaban no era una cuestión de principios sino de fuerza. Le
parecía increíble el que sus delegados pudieran buscar cláusulas en las pólizas
de los accidentados para evitar el gasto de sus servicios médicos. Era ruin. A
él le habían atacado por chorradas que habían adquirido tintes exagerados.
Sentía una admiración silenciosa por estas personas que se quedaban en su
lugar.Y que soltaban frases técnicas rutinarias de ruindad cotidiana a tomar un
café y quejarse de la equivocación de un árbitro en cuestión de minutos.
Trabajar es ser duro,
enfrentarse a las personas cara a cara y decirles Este es mi derecho y a partir
de ahí hacerles la vida imposible en su trabajo hasta que los despidan o no
puedan cobrar su indemnización después
de su accidente.
Sobra decir que a Aguinaldo le
interesaba más meterse en líos ajenos que no le iban ni le venían a conservar
el prestigio en su puesto. No era una cuestión de dispersión. Ni el que
consideraba que en su vida había muchos asuntos que siempre dejaba a medias.
Era una extraña sensación de seguridad que sentía y que compensaba cuando su
superior le llamaba la atención en público. Tenía que desahogarse sintiéndose
superior en otro sitio donde pudiera gritar y salir corriendo sin sentir las
reacciones a sus "reconducciones".
Como él llamaba. Inmediatamente después se
sentía arrepentido y se quedaba agazapado en su madriguera pero a la larga
sentía una sensación satisfacción rayana en el orgullo.Pero en este
"INCIDENTE" como había empezado a repetir sabía que no habría
remedio. Ni compensaciones ni desagravios.
Sabía que no trataría de
defenderse.De hecho era lo mejor.No le dejarían que se recreara en sus frases
alambicadas.Le interrumpirían y algún testigo se sonreiría. Acusarse de una
negligencia imperdonable en vez de un robo y suplicarse la compasión del jefe,
por un fallo tonto. Aunque negó las acusaciones se prestó para devolver el
doble del dinero. Por lo menos quería ir a su cuarta planta para ver a su
superior. A sus compañeros encorbatados. Quería discutir con ellos en el Office
tomando un café hablarles de una Nueva Legislación sobre los Seguros en medio
de la Crisis.En medio de las quejas de autocompasión soltaría su pesar como un
chiste y la gente se reiría de forma amarga y le pondría la mano sobre el
hombro. Además era el Cumpleaños de
Julio Jaén su jefe inmediato y tendrían preparado un queque reseco. Ese sería
el momento. Le explicaría su situación.Había sido un antigüo compinche de
farra.
-¡Mentira!. ¡Ellos me han dado órdenes
concretas de que no quieren verte más!
Oyó como giraba la llave para encajar
el seguro de la puerta Lo dejó
encerrado entre las estanterías metálicas en un taburete con la madre de una de
las secretarías de la primera planta. La luz estaba muy alta a más de 3 metros
y en su círculo era muy intensa. La anciana encima de otro taburete sujetaba
bajo el brazo un periódico. Estaba muy degradada . Era notorio por las arrugas
y porque no parpadeaba ni miraba a ningún punto fijo que tenía un embotamiento
emocional y alguna enfermedad mental grave. La anciana estaba debajo de la luz
por lo que temió que si no le daba una insolación podía tener problemas de
respiración. Aunque por la falta de reacción intuyó que debía estar acostumbrada
a ese aire enrarecido.
Cuando pensó en el caso, vió que todo
era un malentendido producto de su soledad. Él no había robado nada.
Simplemente cogió un dinero adelantado que devolviera al día siguiente. Era
todo demasiado absurdo para ser real. Bueno si se habían saltado el
procedimiento para dejar en las instalaciones al familiar de un empleado no
importaría que alguien cogiera un adelanto por un día de tan poco montante.
Julito Jaén era una persona
provinciana que había pasado de ligar a turistas alemanas mayores a venderles
seguros. No tenía delicadeza para entender las sutilezas del pensamiento de un
hombre solitario. Algunas veces habían salido al China White zona nocturna de
marcha para ligar. El CHINA WHITE era como un garaje en el ático rodeado de las
cristaleras por el que sólo se veían más luces de colores parpadeando y con
humo de otras discotecas.
Cómo aquella vez el año 2007 cuando bailaron con Sam de Londres
al final fué él el que se enrolló con la chica. Aunque fuera Lemzo el bailarín
negro que fichaba allí todas las noches el que después se acostara con ella.
Aquellas salidas sólo habían sido
motivo de humillaciones. Él no era un hombre de ligoteo. Nunca se lo creyó.
Aunque le gustaba sentirse vivo y quedarse a dormir en un Hotel de Apartamentos
del Sur había sido su ilusión de adolescente. Cuando Julio no conseguía
enrollarse una chica de 20 años, aunque ya tenía 37años, la culpa se la echaba
a la cerveza o a no tener un compañero que mantuviera entretenida a la amiga
inevitable de la chica.
El caso de Sam aunque era de cajón le
hirió profundamente. La chica rubia sólo hablaba inglés y reaccionó ante
Aguinaldo a la que tras 2 minutos de conocerla intentó besar. La reacción de
Sam ofendida fué morrearse con Julito con quien había hablado antes. Aguinaldo
le besó el hombro proponiendo tácitamente un trío. Pero la pareja se marchó
sola a las escaleras metálicas de la calle.
Aquella humillación la vió como
necesaria. Pero no lo era. Julio no valoraba su compañía en las marchas con respecto al mérito con su
trabajo. Aguinaldo no había vivido. Salvo su cultura no tenía nada que ofrecer
a Julito salvo su obediencia servil.
Aguinaldo no podía creer que aquel
incidente pudiera arruinar su trayectoria. Había entrado a trabajar a la
Compañía de Seguros de chiripa. No le importaba hacer 3 o 4 horas extras sin
cobrar. Con la Crisis no contrataban y si había alguna baja la sustituían con
un trabajador de otro Departamento no estrictamente necesario. Sólo querían
vendedores. Despedido, no te volvían a contratar ni te daban una Carta de
Recomendación. Si otra empresa preguntaba por ti a la anterior no le ocultarían
el motivo del despido.
Además no hacían contratos indefinidos
sino de 6 meses renovables. Aunque su mesa tenía una vista impresionante al
Puerto Deportivo cuando llegaban por la mañana se quedaban en el Office
alrededor de la cafetería como el fuego del chamán de la Tribú hablando de las
posibilidades a cada uno de que los renovaran. Por lo menos era un hombre sano
y sensato. Cuando hable con Julio le
recordaré el caso de Sam y que me debe una...
En Derecho había demostrado que
ni era fajista ni epiléptico para mirar a otro lado ante los problemas de las
personas. Eso le dió fama de hombre débil e ingenuo.De algún modo esa actitud
le había permitido conocer a amigos ricos de los que había abusado. Se había
hospedado en su casa. Había abusado de que le invitan a comer y hasta les había
robado dinero de la cartera cunado no estaban.A cambio de poco más que su
amistad,de dejar que les echaran sus rapapolvos injustificados y ser el
huevón... a quien siempre le echaban la culpa de no conseguir a la golfa de
turno en las noches de marcha.
La atracción de su madre a la
autohumillación y la miseria le habían dado ese sentido de la mansedumbre.
Ahora que había conseguido un hueco en el acantilado del mundo había cometido
un error fatal. Incluso si no hubiese puesto pegas al cobro de una póliza por
un accidentado negligente se hubiesen enfadado menos. Era cuestión de
prioridades. La mayoría de los clientes que trataba no eran personas tórridas.
Eran administradores de pequeños complejos de turistas o pequeños empresarios.
Era gente campechana y les gustaba hablar con un hombre de cara adolescente que
parecía buena gente. Eso y obviamente el prestigio de la empresa que tenía
carteles en toda la ciudad era lo que más les gustaba. Sobre todo porque muchas
veces su trabajo era de aguante. Recibía unas 15 llamadas al día de sus
comerciales quejándose de que las pólizas no respondían a las necesidades de
los clientes. Y los clientes de que se les había inundado la casa o habían
tenido un accidente de tráfico en condiciones que el seguro no cubría. Aunque
les ofrecían su servicios eran más caros y esto daba lugar a fricciones. Él
tenía que callarse y aguantar con paciencia 10 minutos de histeria bajo presión
de estar siendo gabado por la empresa.
Después de aguantar esa prueba. La
empresa te concedía una hipoteca y un seguro de coche. Con lo que si bien se
cumplía tu deseo de vincularse a la empresa. Y te daban facilidades. También te
volvías un dependiente acomodado.
Se llevaba las manos a la
cabeza. Se las retorcía. Quería ver a su superior. Durante semanas lo evitaba
porque siempre le hacía bromas pesadas sobre como se anudaba la corbata. De
forma muy fina.
-Te tendré que enseñar con 30
y tantos años a atarte la corbata como a un niño se le enseña a atarse los
cordones. Debería ser de enganche tu corbata.
La anciana le sonreía de una manera
infantil y exagerada. Tenía un tinte
rojo llamativo en el melena rala y como estirada hacia arriba.Se notaba de que
estaba exhausta de tanto sufrimiento y que con la poca fuerza que le que daba
quería dar bendiciones. Le levantó la mano muy débil para acarciarle el brazo
en actitud maternal.Su tacto daba malas vibraciones de pesadumbre.
-¿Dios qué he hecho, qué he
hecho,mecagüen la puta,Dios,cojones?. Y le apartó la mano de un manotazo.
Miró a lo alto porque pensaba que la luz
estaba muy alta y que le costaba respirar.
Y empezó a dar vueltas con las manos
juntas detrás en la espalda. ¿He debido estar tonto? Todo es culpa al infierno
que estoy pasando con esta mujer.
Hace un par de semanas se había de
vacaciones. Aunque le tocaba no se atrevía a cogerlas porque estaban
despidiendo gente. Aguinaldo pálido pero cuadrado se sentía blindado en su
puesto. Pero se sentía estresado por este trasiego de personas que querían
vomitar sus miserias. Ni siquiera rondaba por el Office si antes no veía a
algún náufrago sin ganas de hablar. Cuando cogió las vacaciones fué al Palacio
Real, al Escorial, al Valle de los Caídos. En todos los sitios: las cafeterías,
los detectores de seguridad,los guías de los museos, los quioscos,se encontraba
a trabajadores que se quejaban de sus Contratos de Trabajo incluso aunque
estuvieran a un metro de un cuadro de Velazquez. Esto le hacía muchísima
gracia.Sólo al hacerse las fotos con el móvil tenía que dejar de sonreír para
salir con ese empaque de solemnidad que poco le gustaba en su cotidianidad.
De pronto sintió el golpe de los
nudillos golpeando a la puerta para pedir permiso para entrar.
-¿Quién hay ahí? ¿Qué pasa?.
Aguinaldo reconoció aquella voz cascada
como llena de flema de acento eslavo.
- Nadia ¿qué tal? ¿eres tú, guapa?
Nada ha sido un malentendido. Me han dejado aquí encerrado. Necesito que me
saques. Tengo reunión con el Jefe. Llego tarde.
- ¿Cómo?¿Seguro? ¿Le han dejado
cerrado?¿cómo va a ser eso?me extraña. Qué extraño.
No oía ningún sonido para intentar
abrir la puerta. Nadia la limpiadora,
era una mujer mayor y seca. Cuando se la conocía era más dicharachera pero
guardando las distancias. Le gustaba "ser absolutamente sincera" por
lo que de cuando en cuando soltaba impertinencias contundentes de las que
sentía orgullosa.
-Seguro que no se quedó
apalancado con algún papeleo. Aquí meten
a los chungos.
- Sácame Nadia, DIOS santo.
- Ya . Mira mejor llamo a la
segurita. ¿Vale?
Y se fué. Sintió las pisadas
alejándose.
Un momento pensó que aquello no podía durar
demasiado tiempo.Le angustiaba la idea como hacía tiempo no le preocupaba
ninguna adversidad lógica como el Euribor que absurdamente le estaba subiendo.
Lo que afectaba a los plazos de su hipoteca. Incluso se le pasó la idea de
abrir la cremallera, desabrocharse el pantalón y masturbarse allí mismo. Pero
el embotamiento de la anciana no era tan fuerte como para que no reaccionara
ante un estímulo agresivo.
Él era un antirrealista. El haberse
sentido integrado en la Empresa en condiciones adversas (no había conseguido
titulación universitaria pero sí un trabajo que la exigía). Y relacionarse con
personas que sí se buscan la vida duramente vendiendo seguros caros en la calle
en plena Crisis donde todo el mundo quería ahorrar costes, le había dado una
seguridad de advenedizo consolidado. Se
tomaba confiaba al dar consejos a Julio su superior cuando nadie se lo pedía y
a opinar en la relación con el Departamento de Atención al Cliente.
Estaba exhausto de tantas
reprimendas por tomar iniciativas que competían a Olga la directora del Call
Center. A veces su negligencia había rayado lo intolerable al dar explicaciones
previas, como a un anciano que quería suprimir su seguro de caza y tenía que
pagar una clausula de rescisión. Aunque acabó bien, contravino el
Protocolo. Le llamaron la atención suavemente
por el exceso de trabajo del Call Center que tenía que enviar una carta al
susodicho. Y porque le había mostrado su agradecimiento y había trifulcas
internas del Call Center como para
exigir explicaciones.Pero dejó relejes de resquemor como para pedir favores a
sus compañeros. Pero siempre escapaba.
Eso en vez de crear una sensación de
alivio por la condena no materializada, generaba una sensación de reconomiento
por haber salvado de problemas a mis compañeros que no me lo pueden agradecer
por envidia y orgullo. Su ambiente salvo apuntes concretos no lo tomaba ya en
serio y se daba cuenta que al darle una responsabilidad le estarían dando soga
para que se ahorcara él mismo. Él se dió cuenta y mantuvo un celo especial para
no dar un paso en falso
Podían medir su madurez en la reacción
en este trance. A lo mejor le estaban poniendo nervioso. Julio quería ver cómo
respondería ante este trance y lo tendría en cuenta para ascensos futuros. Su
sala de trabajo, con fotocopiadoras, escáners y archivos prioritarios estaba al
lado de la del Director General. Sólo con dejarse caer por la cocina para coger
una botella de agua y podría hablar con él. Intentar caerle simpático
recordarle su curriculum.Lo importante que era recompensar la fidelidad a la
empresa y blablá.
El problema es que sabían que hablaba
bien. Parte de su prestigio era no dejarse encandilar ante los argumentos
brillantes,NO CEDER. Sí era un problema insalvable. No lo escucharía.
Se quedó mirando al suelo de granito.
Le recordó cuando se quedaba encerrado de niño en la azotea de sus tíos. Había
un picaporte oxidado que él tomaba como bastón de mando para dirigir ejércitos.
O como pistola para dar Golpes de Estado y dominar países. Por un momento
descubrió lo inevitable.
Nadie estaría discutiendo su caso en
la Sala del Departamiento. La Reunión sobre la venta de Pólizas del mes sin
duda era hoy. Al principio creyó que estaba mintiendo pero después se dió
cuenta que no. Que era cierta. Gracias a Dios no tenía responsabilidad en el
número de ventas sino de que se hubiesen efectuado los ingresos y de que no
hubiese quejas ni en eso ni en el servicio. Pero aún así debería estar allí y
no estaba.
La anciana de pronto soltó: -
-Prefiero no hacerlo.
-¿El qué?
-Dígale a los pajarillos que no
canten,¡dígaselo, Dios, dígaselo!
- Ya. Sáquenme de aquí. No pueden
tenerme aquí. ¡No pueden!
Gritó mientras aporreaba la puerta
metálica. Notó como arrastraba su paso yéndose por el pasillo. Y cómo
recolocaba las escobas en el equipo de la limpieza y como cuchicheaba
-Que se joda el gilipollas.
2
Silvia Mengíbar le había llevado
por una Procesión de Humillaciones. Nunca había calculado las consecuencias de
sus actos pero esto no tenía remedio. La verdad es que era él el que tomaba la
decisión final pero aunque tenía elección, siempre se preguntaba si tenía
alternativas reales. Era muy débil. Cuando intentaba mantener una relación
estable lo humillaban. Y nunca se controlaba en sus reacciones.
Porque la indirecta de coger el dinero
fué de Silvia aunque él se apropiara del mérito. Ahora que se veía como un vago
y como un cobarde sin iniciativa pensaba por qué no había cogido el curso y
aprender Inglés en Londres para su currículum. Aunque sabía que una quincena no
serviría de muchos. Siempre metiéndose en mierdas
Había conocido a este chica en un grupo
de personas que siempre estaban peleando. El propio conocido que les presentó
Pablo, le recomendó: ten cuidado con ellos. Pero el hecho de que a otros
conocidos le hubiesen dado el mismo consejo sobre él hizo que no se lo tomara
en serio. Y se sonrió.
Les habían invitado al Club Náutico
un club de élite con piscinas olímpicas que sólo admitía a socios. Pablo su
amigo lo llevó porque en el grupo la mayoría eran mujeres. Ana "la
loca" parecía ser la líder de aquel grupo. Con los ojos saltones, muy
blanca y con pechos caídos a pesar de tener apenas 30 años parecía una mujer
devota.Que te corregía cuando cualquier expresión le parecía fuera de lugar.
- Esa es una patujada. Y no tiene
gracia.
Le contestó mirándole fijamente. Justo
cuando llevaban 5 minutos después de sentarse en una terraza la primera vez de
conocerse.Junto a ella Alfredo un mocetón alto que tartamudeaba,lento, al que
le costaba mantener argumentos y que pronunciaba palabras como aire por nadie,
aro por claro,o ejó por mejor.
Aguinaldo se quedó con la copla.
Permaneció callado, fijándose en las reacciones y en la falda de cómo venía e
iba la camarera.
Desde el comienzo Silvia sentada a su
lado en la silla metálica junto a la piscina le dijo que Alfredo estaba
tanteándola. Aunque a veces no sabía si le tiraba los tejos o se reía
cruelmente de ella con indirectas insultantes. Alfredo sin embargo decía que se
habían besado y que por tanto eran novios para rechifla de Pablo. Pablo tenía
problemas con el Servicio de Empleo. Estaba amargado por no cobrar unos
subsidios a los que creía que tenía derecho. Sus padres le pagaban todos los
años un viaje al Norte de Europa para ver a sus parientes maternos pero este
año con 35 años su padre se negó. Tenía que enfrentarse a la propia inutilidad
de su vida.
Confiaba más en quien admite errores
como Pablo, que en la persona segura que
va golpeando aquello que le molesta en la calle y encima echa la culpa de que
te tropezastes con él.
Silvia era treintañera y menuda con
la piel escamosa. Castaña y de poco cuerpo tenía la cara chupada. Sabía entornar los ojos y dar la impresión
algo falsa de una vida interior profunda. Era mona pero lo importante era su
capacidad mímica.
Cuando se reía parecía una hiena
.Pablo era un guasón y comentó
-...y la tercera
mentira que una le dice a la otra es chupa chupa que yo te aviso... hay
amores que uno nunca entiende.
Habló de Ana y se preguntó por
qué una amiga suya que debía ser una machorra no había querido venir para
presentársela a Aguinaldo. Ana se fué al baño. Estuvimos esperándola tres
cuartos de hora. Fueron al baño a
buscarla pero increíblemente no estaba.
Al día siguiente Pablo le llamó. Parece
ser que la tal Ana le llamó a las 12.30 a su casa con la excusa de que no tenía
su movil. Se pusó a insultarle por lanzar indirectas obvias y de mal gusto con
que era una lesbiana y se entendía con su amiga. Que deseaba que su reciente
noviazgo se rompiera y que sus padres le echaran de su casa para que tuviera
alguna idea de lo que es la vida. Que solo tenía 35 años y ya era de que
empezara a trabajar que era pronto para vivir de sus hijos bastardos...
Y salvajadas sin ton ni son por el estilo. Aguinaldo en vez de entender
la lección siguió intentando conocer a Silvia. Su único nexo era quedar con Ana
y utilizarla para conocerla. No sólo le pareció receptiva sino muy viva, con
gracia y quiso ver posibilidades.
Por una vez su trabajo se relegó a un
segundo plano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario