Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

domingo, 19 de octubre de 2014

    Exceso de hormonas después de un Despido. 30-3-2014

                  Nadie entendió el crimen después de su despido.
                 A Aguinaldo un oficionista del Departamento de Recursos Humanos y Medios le despidieron el día después de San Valentín por haber robado 50 euros de la caja al cabo de 3 años de servicios.   Había robado el dinero para llevar a una chica, Silvia Mengibar el viernes al cine, aunque ella no quería ir después de plantearle la posibilidad ambigüa de que sí iría, porque no iba a buscarla a La Goleta ,su pueblo, a 25 kilometros de la capital.            Y a pesar de que en 10 días tendría su sueldo íntegro.
                El lunes estaba preocupado porque cuando notó el clic del cierre de la puerta de su casa se dió cuenta que se había quedado sin llave para entrar. Era un extraño sortilegio que le pasaba cuando tenía problemas. Como estar tanteando a una mujer ambigüa.En la parada en plena avenida marítima disfrutó del sol. La vida le parecía algo hermoso después de tantos años de sufrimiento y ni las quejas de sus compañeros en sus mesas sin despacho de su Departamento le molestaban.  La guagua se retrasó 20 minutos y no iba llegar al trabajo con el retraso de casi media hora como a Aguinaldo le gustaba.
              Estaba preocupado por devolver un libro a la biblioteca aunque no tenía necesidad de hacerlo en aquel día. Sólo quería ir porque los bibliotecarios mayores, antigüos compañeros, no le saludaban. Lo trataban como a un vago,con circunspección y desprecio.
              Cuando llegó a la entrada del gigantesco edificio de su trabajo la Segurita le paró. Casi nunca le saludaba y le miraba de reojo de soslayo.Estaba detrás de una enorme mesa de recibidor como de madera lacada granate.Y siempre viraba la cara tras saludarla.Por tanto se sintió confuso con un grito seco y contundente que lo ponía en evidencia frente a un cliente mayor gordo y calvo que esperaba Le dijo que entrara a un trastero aparte con un ventanuco con una malla metálica suelta al viento, que era  un almacén de archivadoras de informes con olor a carcoma. Había tenido algún tropiezo con la Segurita. Una vez que le preguntó por  el horario de una Conferencia de Accidentes ella le respondió:

        -No tengo por qué saberlo.
       - Entonces...(dijo dando a entender cuál era su labor, si apenas controlaba sus entradas)
        - Llevo desde las 7 de la mañana y me iré a las 18.00 de la tarde. Dando el callo mientras usted esta en las terrazas en la playa.

          Fué tal el impacto que puso una queja por el tono gritón de la respuesta. Le dieron un toque de atención. Y ella le guardo un rencor estridente por el correctivo. Ahora la Segurita después de semanas evitándola tenía la posibilidad de vengarse de él. Pero no midió que tendría que seguir viéndola todos los días después de la queja.
          Aguinaldo siempre había estado preocupado desde que estudió Derecho en la Universidad de Las Palmas en no destrozar la vida a inocentes. Más que como sus compañeros que sólo les importaba en no defender culpables. O en hacerlo por dinero y sin vincularse con ellos ni importarle por su futuro.
             Hay personas que necesitan rencor para sentir fuerza en su cuerpo. Que no admite réplicas a sus canalladas. Personas repugnantemente vagas que funcionan a reacción. Y cuyas reacciones siempre son exageradas, sin sentido de la realidad.
           Aguinaldo pensó que hablaría con él. A lo mejor lo humillaría en público en esa cobardia española de gritar u ofender durante minutos con los altibajos del berrinche a alguien en público para sentirse más protegido frente a posibles reacciones. Además la Segurita era especialmente grosera y vocinglera y estaría deseando hacerlo frente a lo que consideraba como un ataque para que la despidieran. Si bien había tenido otros roces graves con empleados.
          Aguinaldo se puso a buscar el móvil en la bandolera y en los bolsillos. Desde que se había esfumado su pasión por la fotografía cada vez tenía menos interés por llevarlo encima. De pronto una angustia por no entender su situación le hizo desistir del intento de avisar a nadie. Estaba en estado de shock. Veía el riesgo inminente de un despido.
          Aguinaldo se ocupaba de las comisiones de la venta de pólizas de los delegados. Quedarse con dinero físico era ingenuo. Con conchabarse con algún delegado y subirle la comisión e ir a medias y hacerse el loco ante las correciones de la Sede Central hubiese sido más sencillo. No habría dejado  rastros.
          Aguinaldo no reaccionó cuando lo acusó. Llevaba semanas cuchicheando en voz alta en su contra al resto de sus compañeros seguritas y una chica rusa de la limpieza.Ésta debió entender aquel "incidente" como el abuso de un oficionista contra una trabajadora que no podía defenderse para no crear problemas.Y evitar un despido. Pegó e oído a la puerta y oía a la limpiadora que debía estar silbando con los auriculares puestos.

            Lo de destruir la vida a cualquiera de los que le rodeaban no era una cuestión de principios sino de fuerza. Le parecía increíble el que sus delegados pudieran buscar cláusulas en las pólizas de los accidentados para evitar el gasto de sus servicios médicos. Era ruin. A él le habían atacado por chorradas que habían adquirido tintes exagerados. Sentía una admiración silenciosa por estas personas que se quedaban en su lugar.Y que soltaban frases técnicas rutinarias de ruindad cotidiana a tomar un café y quejarse de la equivocación de un árbitro en cuestión de minutos.
               Trabajar es ser duro, enfrentarse a las personas cara a cara y decirles Este es mi derecho y a partir de ahí hacerles la vida imposible en su trabajo hasta que los despidan o no puedan cobrar  su indemnización después de su accidente.
                Sobra decir que a Aguinaldo le interesaba más meterse en líos ajenos que no le iban ni le venían a conservar el prestigio en su puesto. No era una cuestión de dispersión. Ni el que consideraba que en su vida había muchos asuntos que siempre dejaba a medias. Era una extraña sensación de seguridad que sentía y que compensaba cuando su superior le llamaba la atención en público. Tenía que desahogarse sintiéndose superior en otro sitio donde pudiera gritar y salir corriendo sin sentir las reacciones a sus "reconducciones".
 Como él llamaba. Inmediatamente después se sentía arrepentido y se quedaba agazapado en su madriguera pero a la larga sentía una sensación satisfacción rayana en el orgullo.Pero en este "INCIDENTE" como había empezado a repetir sabía que no habría remedio. Ni compensaciones ni desagravios.
          Sabía que no trataría de defenderse.De hecho era lo mejor.No le dejarían que se recreara en sus frases alambicadas.Le interrumpirían y algún testigo se sonreiría. Acusarse de una negligencia imperdonable en vez de un robo y suplicarse la compasión del jefe, por un fallo tonto. Aunque negó las acusaciones se prestó para devolver el doble del dinero. Por lo menos quería ir a su cuarta planta para ver a su superior. A sus compañeros encorbatados. Quería discutir con ellos en el Office tomando un café hablarles de una Nueva Legislación sobre los Seguros en medio de la Crisis.En medio de las quejas de autocompasión soltaría su pesar como un chiste y la gente se reiría de forma amarga y le pondría la mano sobre el hombro.  Además era el Cumpleaños de Julio Jaén su jefe inmediato y tendrían preparado un queque reseco. Ese sería el momento. Le explicaría su situación.Había sido un antigüo compinche de farra.
    
  -¡Mentira!. ¡Ellos me han dado órdenes concretas de que no quieren verte más!

        Oyó como giraba la llave para encajar el seguro de la puerta   Lo dejó encerrado entre las estanterías metálicas en un taburete con la madre de una de las secretarías de la primera planta. La luz estaba muy alta a más de 3 metros y en su círculo era muy intensa. La anciana encima de otro taburete sujetaba bajo el brazo un periódico. Estaba muy degradada . Era notorio por las arrugas y porque no parpadeaba ni miraba a ningún punto fijo que tenía un embotamiento emocional y alguna enfermedad mental grave. La anciana estaba debajo de la luz por lo que temió que si no le daba una insolación podía tener problemas de respiración. Aunque por la falta de reacción intuyó que debía estar acostumbrada a ese aire enrarecido.

          Cuando pensó en el caso, vió que todo era un malentendido producto de su soledad. Él no había robado nada. Simplemente cogió un dinero adelantado que devolviera al día siguiente. Era todo demasiado absurdo para ser real. Bueno si se habían saltado el procedimiento para dejar en las instalaciones al familiar de un empleado no importaría que alguien cogiera un adelanto por un día de tan poco montante.
         Julito Jaén era una persona provinciana que había pasado de ligar a turistas alemanas mayores a venderles seguros. No tenía delicadeza para entender las sutilezas del pensamiento de un hombre solitario. Algunas veces habían salido al China White zona nocturna de marcha para ligar. El CHINA WHITE era como un garaje en el ático rodeado de las cristaleras por el que sólo se veían más luces de colores parpadeando y con humo de otras discotecas.
         Cómo aquella vez el  año 2007 cuando bailaron con Sam de Londres al final fué él el que se enrolló con la chica. Aunque fuera Lemzo el bailarín negro que fichaba allí todas las noches el que después se acostara con ella.
        Aquellas salidas sólo habían sido motivo de humillaciones. Él no era un hombre de ligoteo. Nunca se lo creyó. Aunque le gustaba sentirse vivo y quedarse a dormir en un Hotel de Apartamentos del Sur había sido su ilusión de adolescente. Cuando Julio no conseguía enrollarse una chica de 20 años, aunque ya tenía 37años, la culpa se la echaba a la cerveza o a no tener un compañero que mantuviera entretenida a la amiga inevitable de la chica.
        El caso de Sam aunque era de cajón le hirió profundamente. La chica rubia sólo hablaba inglés y reaccionó ante Aguinaldo a la que tras 2 minutos de conocerla intentó besar. La reacción de Sam ofendida fué morrearse con Julito con quien había hablado antes. Aguinaldo le besó el hombro proponiendo tácitamente un trío. Pero la pareja se marchó sola a las escaleras metálicas de la calle.
       Aquella humillación la vió como necesaria. Pero no lo era. Julio no valoraba su compañía  en las marchas con respecto al mérito con su trabajo. Aguinaldo no había vivido. Salvo su cultura no tenía nada que ofrecer a Julito salvo su obediencia servil.
      Aguinaldo no podía creer que aquel incidente pudiera arruinar su trayectoria. Había entrado a trabajar a la Compañía de Seguros de chiripa. No le importaba hacer 3 o 4 horas extras sin cobrar. Con la Crisis no contrataban y si había alguna baja la sustituían con un trabajador de otro Departamento no estrictamente necesario. Sólo querían vendedores. Despedido, no te volvían a contratar ni te daban una Carta de Recomendación. Si otra empresa preguntaba por ti a la anterior no le ocultarían el motivo del despido.
     Además no hacían contratos indefinidos sino de 6 meses renovables. Aunque su mesa tenía una vista impresionante al Puerto Deportivo cuando llegaban por la mañana se quedaban en el Office alrededor de la cafetería como el fuego del chamán de la Tribú hablando de las posibilidades a cada uno de que los renovaran. Por lo menos era un hombre sano y sensato.   Cuando hable con Julio le recordaré el caso de Sam y que me debe una...

               En Derecho había demostrado que ni era fajista ni epiléptico para mirar a otro lado ante los problemas de las personas. Eso le dió fama de hombre débil e ingenuo.De algún modo esa actitud le había permitido conocer a amigos ricos de los que había abusado. Se había hospedado en su casa. Había abusado de que le invitan a comer y hasta les había robado dinero de la cartera cunado no estaban.A cambio de poco más que su amistad,de dejar que les echaran sus rapapolvos injustificados y ser el huevón... a quien siempre le echaban la culpa de no conseguir a la golfa de turno en las noches de marcha.
            La atracción de su madre a la autohumillación y la miseria le habían dado ese sentido de la mansedumbre. Ahora que había conseguido un hueco en el acantilado del mundo había cometido un error fatal. Incluso si no hubiese puesto pegas al cobro de una póliza por un accidentado negligente se hubiesen enfadado menos. Era cuestión de prioridades. La mayoría de los clientes que trataba no eran personas tórridas. Eran administradores de pequeños complejos de turistas o pequeños empresarios. Era gente campechana y les gustaba hablar con un hombre de cara adolescente que parecía buena gente. Eso y obviamente el prestigio de la empresa que tenía carteles en toda la ciudad era lo que más les gustaba. Sobre todo porque muchas veces su trabajo era de aguante. Recibía unas 15 llamadas al día de sus comerciales quejándose de que las pólizas no respondían a las necesidades de los clientes. Y los clientes de que se les había inundado la casa o habían tenido un accidente de tráfico en condiciones que el seguro no cubría. Aunque les ofrecían su servicios eran más caros y esto daba lugar a fricciones. Él tenía que callarse y aguantar con paciencia 10 minutos de histeria bajo presión de estar siendo gabado por la empresa.
            Después de aguantar esa prueba. La empresa te concedía una hipoteca y un seguro de coche. Con lo que si bien se cumplía tu deseo de vincularse a la empresa. Y te daban facilidades. También te volvías un dependiente acomodado.
               Se llevaba las manos a la cabeza. Se las retorcía. Quería ver a su superior. Durante semanas lo evitaba porque siempre le hacía bromas pesadas sobre como se anudaba la corbata. De forma muy fina.
                  -Te tendré que enseñar con 30 y tantos años a atarte la corbata como a un niño se le enseña a atarse los cordones. Debería ser de enganche tu corbata.

               La anciana le sonreía de una manera infantil y exagerada.  Tenía un tinte rojo llamativo en el melena rala y como estirada hacia arriba.Se notaba de que estaba exhausta de tanto sufrimiento y que con la poca fuerza que le que daba quería dar bendiciones. Le levantó la mano muy débil para acarciarle el brazo en actitud maternal.Su tacto daba malas vibraciones de pesadumbre.
        -¿Dios qué he hecho, qué he hecho,mecagüen la puta,Dios,cojones?. Y le apartó la mano de un manotazo.
    Miró a lo alto porque pensaba que la luz estaba muy alta y que le costaba respirar.
       Y empezó a dar vueltas con las manos juntas detrás en la espalda. ¿He debido estar tonto? Todo es culpa al infierno que estoy pasando con esta mujer.
        Hace un par de semanas se había de vacaciones. Aunque le tocaba no se atrevía a cogerlas porque estaban despidiendo gente. Aguinaldo pálido pero cuadrado se sentía blindado en su puesto. Pero se sentía estresado por este trasiego de personas que querían vomitar sus miserias. Ni siquiera rondaba por el Office si antes no veía a algún náufrago sin ganas de hablar. Cuando cogió las vacaciones fué al Palacio Real, al Escorial, al Valle de los Caídos. En todos los sitios: las cafeterías, los detectores de seguridad,los guías de los museos, los quioscos,se encontraba a trabajadores que se quejaban de sus Contratos de Trabajo incluso aunque estuvieran a un metro de un cuadro de Velazquez. Esto le hacía muchísima gracia.Sólo al hacerse las fotos con el móvil tenía que dejar de sonreír para salir con ese empaque de solemnidad que poco le gustaba en su cotidianidad.
          De pronto sintió el golpe de los nudillos golpeando a la puerta para pedir permiso para entrar.
        
                -¿Quién hay ahí? ¿Qué pasa?.
    Aguinaldo reconoció aquella voz cascada como llena de flema de acento eslavo.
             - Nadia ¿qué tal? ¿eres tú, guapa? Nada ha sido un malentendido. Me han dejado aquí encerrado. Necesito que me saques. Tengo reunión con el Jefe. Llego tarde.
             - ¿Cómo?¿Seguro? ¿Le han dejado cerrado?¿cómo va a ser eso?me extraña. Qué extraño.
    
        No oía ningún sonido para intentar abrir la puerta.  Nadia la limpiadora, era una mujer mayor y seca. Cuando se la conocía era más dicharachera pero guardando las distancias. Le gustaba "ser absolutamente sincera" por lo que de cuando en cuando soltaba impertinencias contundentes de las que sentía orgullosa.

              -Seguro que no se quedó apalancado con algún papeleo.  Aquí meten a los chungos.
              - Sácame Nadia, DIOS santo.
              - Ya . Mira mejor llamo a la segurita. ¿Vale?
           Y se fué. Sintió las pisadas alejándose.
    Un momento pensó que aquello no podía durar demasiado tiempo.Le angustiaba la idea como hacía tiempo no le preocupaba ninguna adversidad lógica como el Euribor que absurdamente le estaba subiendo. Lo que afectaba a los plazos de su hipoteca. Incluso se le pasó la idea de abrir la cremallera, desabrocharse el pantalón y masturbarse allí mismo. Pero el embotamiento de la anciana no era tan fuerte como para que no reaccionara ante un estímulo agresivo.
            Él era un antirrealista. El haberse sentido integrado en la Empresa en condiciones adversas (no había conseguido titulación universitaria pero sí un trabajo que la exigía). Y relacionarse con personas que sí se buscan la vida duramente vendiendo seguros caros en la calle en plena Crisis donde todo el mundo quería ahorrar costes, le había dado una seguridad de advenedizo consolidado.  Se tomaba confiaba al dar consejos a Julio su superior cuando nadie se lo pedía y a opinar en la relación con el Departamento de Atención al Cliente.
            Estaba exhausto de tantas reprimendas por tomar iniciativas que competían a Olga la directora del Call Center. A veces su negligencia había rayado lo intolerable al dar explicaciones previas, como a un anciano que quería suprimir su seguro de caza y tenía que pagar una clausula de rescisión. Aunque acabó bien, contravino el Protocolo.  Le llamaron la atención suavemente por el exceso de trabajo del Call Center que tenía que enviar una carta al susodicho. Y porque le había mostrado su agradecimiento y había trifulcas internas del Call Center como  para exigir explicaciones.Pero dejó relejes de resquemor como para pedir favores a sus compañeros. Pero siempre escapaba.
          Eso en vez de crear una sensación de alivio por la condena no materializada, generaba una sensación de reconomiento por haber salvado de problemas a mis compañeros que no me lo pueden agradecer por envidia y orgullo. Su ambiente salvo apuntes concretos no lo tomaba ya en serio y se daba cuenta que al darle una responsabilidad le estarían dando soga para que se ahorcara él mismo. Él se dió cuenta y mantuvo un celo especial para no dar un paso en falso
         Podían medir su madurez en la reacción en este trance. A lo mejor le estaban poniendo nervioso. Julio quería ver cómo respondería ante este trance y lo tendría en cuenta para ascensos futuros. Su sala de trabajo, con fotocopiadoras, escáners y archivos prioritarios estaba al lado de la del Director General. Sólo con dejarse caer por la cocina para coger una botella de agua y podría hablar con él. Intentar caerle simpático recordarle su curriculum.Lo importante que era recompensar la fidelidad a la empresa y blablá.
         El problema es que sabían que hablaba bien. Parte de su prestigio era no dejarse encandilar ante los argumentos brillantes,NO CEDER. Sí era un problema insalvable. No lo escucharía.

          Se quedó mirando al suelo de granito. Le recordó cuando se quedaba encerrado de niño en la azotea de sus tíos. Había un picaporte oxidado que él tomaba como bastón de mando para dirigir ejércitos. O como pistola para dar Golpes de Estado y dominar países. Por un momento descubrió lo inevitable.
           Nadie estaría discutiendo su caso en la Sala del Departamiento. La Reunión sobre la venta de Pólizas del mes sin duda era hoy. Al principio creyó que estaba mintiendo pero después se dió cuenta que no. Que era cierta. Gracias a Dios no tenía responsabilidad en el número de ventas sino de que se hubiesen efectuado los ingresos y de que no hubiese quejas ni en eso ni en el servicio. Pero aún así debería estar allí y no estaba.

          La anciana de pronto soltó:  -
          -Prefiero no hacerlo.
          -¿El qué?
          -Dígale a los pajarillos que no canten,¡dígaselo, Dios, dígaselo!
          - Ya. Sáquenme de aquí. No pueden tenerme aquí. ¡No pueden!
             Gritó mientras aporreaba la puerta metálica. Notó como arrastraba su paso yéndose por el pasillo. Y cómo recolocaba las escobas en el equipo de la limpieza y como cuchicheaba
           -Que se joda el gilipollas.


                                                                    2

             Silvia Mengíbar le había llevado por una Procesión de Humillaciones. Nunca había calculado las consecuencias de sus actos pero esto no tenía remedio. La verdad es que era él el que tomaba la decisión final pero aunque tenía elección, siempre se preguntaba si tenía alternativas reales. Era muy débil. Cuando intentaba mantener una relación estable lo humillaban. Y nunca se controlaba en sus reacciones.
        Porque la indirecta de coger el dinero fué de Silvia aunque él se apropiara del mérito. Ahora que se veía como un vago y como un cobarde sin iniciativa pensaba por qué no había cogido el curso y aprender Inglés en Londres para su currículum. Aunque sabía que una quincena no serviría de muchos. Siempre metiéndose en mierdas
        Había conocido a este chica en un grupo de personas que siempre estaban peleando. El propio conocido que les presentó Pablo, le recomendó: ten cuidado con ellos. Pero el hecho de que a otros conocidos le hubiesen dado el mismo consejo sobre él hizo que no se lo tomara en serio. Y se sonrió.
           Les habían invitado al Club Náutico un club de élite con piscinas olímpicas que sólo admitía a socios. Pablo su amigo lo llevó porque en el grupo la mayoría eran mujeres. Ana "la loca" parecía ser la líder de aquel grupo. Con los ojos saltones, muy blanca y con pechos caídos a pesar de tener apenas 30 años parecía una mujer devota.Que te corregía cuando cualquier expresión le parecía fuera de lugar.
        - Esa es una patujada. Y no tiene gracia.
         Le contestó mirándole fijamente. Justo cuando llevaban 5 minutos después de sentarse en una terraza la primera vez de conocerse.Junto a ella Alfredo un mocetón alto que tartamudeaba,lento, al que le costaba mantener argumentos y que pronunciaba palabras como aire por nadie, aro por claro,o ejó por mejor.
         Aguinaldo se quedó con la copla. Permaneció callado, fijándose en las reacciones y en la falda de cómo venía e iba la camarera.
          Desde el comienzo Silvia sentada a su lado en la silla metálica junto a la piscina le dijo que Alfredo estaba tanteándola. Aunque a veces no sabía si le tiraba los tejos o se reía cruelmente de ella con indirectas insultantes. Alfredo sin embargo decía que se habían besado y que por tanto eran novios para rechifla de Pablo. Pablo tenía problemas con el Servicio de Empleo. Estaba amargado por no cobrar unos subsidios a los que creía que tenía derecho. Sus padres le pagaban todos los años un viaje al Norte de Europa para ver a sus parientes maternos pero este año con 35 años su padre se negó. Tenía que enfrentarse a la propia inutilidad de su vida.
           Confiaba más en quien admite errores como Pablo, que en la persona segura  que va golpeando aquello que le molesta en la calle y encima echa la culpa de que te tropezastes con él.
          Silvia era treintañera y menuda con la piel escamosa. Castaña y de poco cuerpo tenía la cara chupada.  Sabía entornar los ojos y dar la impresión algo falsa de una vida interior profunda. Era mona pero lo importante era su capacidad mímica.
         Cuando se reía parecía una hiena .Pablo era un guasón y comentó
                        -...y la tercera mentira que una le dice a la otra es chupa chupa que yo te aviso... hay                                           amores que uno nunca entiende.
               Habló de Ana y se preguntó por qué una amiga suya que debía ser una machorra no había querido venir para presentársela a Aguinaldo. Ana se fué al baño. Estuvimos esperándola tres cuartos de hora. Fueron  al baño a buscarla pero increíblemente no estaba.
        Al día siguiente Pablo le llamó. Parece ser que la tal Ana le llamó a las 12.30 a su casa con la excusa de que no tenía su movil. Se pusó a insultarle por lanzar indirectas obvias y de mal gusto con que era una lesbiana y se entendía con su amiga. Que deseaba que su reciente noviazgo se rompiera y que sus padres le echaran de su casa para que tuviera alguna idea de lo que es la vida. Que solo tenía 35 años y ya era de que empezara a trabajar que era pronto para vivir de sus hijos bastardos...
        Y salvajadas sin ton ni son  por el estilo. Aguinaldo en vez de entender la lección siguió intentando conocer a Silvia. Su único nexo era quedar con Ana y utilizarla para conocerla. No sólo le pareció receptiva sino muy viva, con gracia y quiso ver posibilidades.

         Por una vez su trabajo se relegó a un segundo plano.

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