Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

viernes, 13 de junio de 2014

La familia del niño al que le sangraban las manos
(por supuesto basado en hechos reales)

La  difícil misión de Adolfo era llegar al santuario del Rincón a pesar de la condena. Y sentarse entre
sus compañeros sin llamar demasiado la atención para que no le gritasen ni le insultasen.
Con una ráfaga de aire con olor a barniz se despertó Adolfo en la parada del micro. Llevaba su uniforme gris pulcro que destacaba sobre su bello rostro pálido y sus ojeras.  La madre de Adolfo le había anudado las manos con dos trapos de cocina para que nadie se diera cuenta de que le sangraban las manos.  La sangre le salía de toda la mano como el agua que no aguanta más y por instinto sale de la tierra y lo inunda todo: frutales,papas...
Su casa estaba a 5 minutos del colegio salesiano, su colegio. La madre no quería su sangre llamara la atención sobre el pavimento pegajoso de la acera más que  alguien resbalara. No había riesgo con la cantidad de orina que había. Adolfo había notado que su sangre manaba menos cuando la gente la ignoraba y volvía cuando le daba un éxtasis de sufrimiento. Como si tuviera las manos muy raspadas. De todas formas los pañuelos estaban empapados en sangre y apretados como el resto del uniforme.

-No quiero ir en el micro. Me gritan.Se mofan una y otra vez de mí. Se atrevió por fin a decir extenuado.
-Yo no sé nada. ¿Estás sufrimiento de verdad o te lo haces? Le preguntó haciéndose la víctima e ignorante de todo. Su madre María Luisa era una mujer también alta, bella y muy delgada con las sienes y el gaznate metidos hacia dentro. Cuando se ponía melodramática daba miedo mirarla directamente.
- No, no es nada. Bajó la cabeza de vergüenza. No se quejó más.

Expulsar sangre no le importaba aunque era una gran cantidad como para llenar más de medio balde. Como si se hubiese puesto a raspar sus manos en el asfalto de la carretera. Lo que le importaba era llamar la atención. Que sus compañeros le pusieran otro mote. Y que sus profesores le gritaran, y encima en público. Pero él sabía que tenía una buena excusa para no volver al colegio que tanto le había hecho sufrir. Pero no decía nada para que no le replicaran atormentándole.
Que los hechos hablen por mí. Si sangro mucho alguien me salvará de mi madre. Y dejaré de ir al colegio. Pero no fué así el consejo machacado por su madre fue taxativo:
-¡tú no saludes a nadie,¿me has entendido? lo importante es que no saludes ni respondas ni te relaciones con nadie.

Recordaba a su padre Alfonso que lo había abandonado hace  2 años. Se rió ante el consejo, movía la cabeza de un lado a otro y se mordió los labios con los dientes pero no dijo nada. Le indignaba pero se divertía de lo lindo. El niño de unos 11 años pensó eres un canalla, una de mala bestia... imaginaba a uno de esos negros de las películas que veía como una trituradora destrozaba a su hijo delante suya y se ponía a reírse de pura estupidez y a decirle aunque ya no le oyera:
- ¿te gusta bailar? pues va a ser la última vez que bailes mientras trabajas.

 Con su abandono había firmado su sentencia de muerte sin que le importara lo más mínimo. A veces le llamaba en una pensión de Alcobendas, otra ciudad obrera al norte de Madrid. Embestía sin ver las consecuencias de las cosas...no se podía hablar con él. Si veía que lo iban a corregir se ponía a gritar durante varios minutos y por desgaste ya no había posibilidad de réplica.
-Todos nos hemos acostumbrado a vivir cada uno por su cuenta y así está bien. Si tus manos sangran es que la circulación la tienes bien. Véndala un poco, ya verás que es una chorrada y una cuestión de nervios.
 Y la cosa quedaba ahí.

Pero Adolfito era incapaz de reaccionar, estaba superado por los gritos y la locura. Tenía el rostro como dos piedras mal golpeadas de ver 8 horas diarias la televisión como morfina para la felicidad de sus manos. Le daba angustia cuando volvía a su piso y veía desde las escaleras anchas la puerta recién barnizada de su casa.

Miraba al suelo de la parada que era la entrada al edificio Picasso y se sentaba con la mitad del trasero porque tenía las piernas llenas de cardenales de jugar en el suelo de granito del pasillo de casa sentado toda la tarde. Constantemente había vecinos que entraban y salían, algunos saludaban con las bolsas de la compra y un viejo tiraba una colilla cerca de él por el fastidio de tener a niños desconocidos en el zaguán de su edificio.

Adolfito miraba con asombro sus manos inútiles,reblandecidas y patosas frente a los gritos de sus compañeros más pequeños del micro.
-Chocolate podrido, mierda podrida,mierda podrida...lo repetían una y otra y otra vez.

Estos éxtasis le vienen más a los niños devotos que conocen los misterios de la vida.Pero él veía las chamizos derruidos por el salitre de los pescadores con las redes usadas puestas al sol para evitar que entraran las moscas en los chamizos al otro lado de la calle.Y sólo pensaba en la muerte porque se sentía abandonado como un tiburón resecándose en aquella red hasta llegar la putrefacción...
El micro llegó a las menos 5 sin excusas. Sus dos compañeros Raúl y Echedey el renegrido entraron juntos en el micro destartalado sin saludarle ni fijarse en sus manos vendadas como dos palomas rojas mensajeras muertas.
-¿Qué, a cagarla otra vez?siéntate atrás para que te den otro aullido... le preguntó un gordinflón de la primera fila mientras la seño le viraba de un manotazo la espalda. La seño era una cincuentona muy gruesa de campo, que buscaba que no reinara el caos y el griterío de aquellos salvajes.

El problema de la sangre resaltaba su falta de personalidad para enfrentarse con los gritos de los demás niños. Además era un dineral para una distancia tan corta de 5 minutos andando hasta su colegio. La tarifa era la misma fuera la distancia que fuera. Pero su madre tenía pánico a que el niño saliera solo a su calle.

 La sangre amontonada tenía un color granate. De ahí que pareciera un monstruo de una película de los años ochenta. No tenía a nadie que lo defendiera porque eso sería comprometer a los demás cuando se quedara solo.Y aunque lo había intentando sólo había comprometido a su amigo íntimo Guanhaben que fue el que inventó el mote y luego lo extendió. El propio Guanhaben no quería conocer la gravedad que para Adolfito suponía.

Pegaba a los menores del micro al llegar a la parada en un rincón del patio exterior del colegio. Por puro divertimento con el puño con el brazo en forma de egipcio. Pero sin venganza sino por puro divertimento y por hacer el favor a Adolfito a cambio de que le hiciera los deberes de matemáticas e historia. De todas maneras no era suficiente para calmar el furor de los salvajes.

Guanhaben siente con 11 años. Siente que no va a tener vida ni fuerza para transcribir bien toda su vida. Transcribir como un notario abandonado en la plaza que se pone a hablar con las ancianas que vuelven de la peluquería o de la compra.
- ¿Me quedará mucha vida?. Pero esta de acuerdo conque tiene que ponerse en su lugar, juega con su amigo Alejandro que le garantiza un asiento de madera firme en su micro, el número 1 del colegio. Y un rincón concreto desde hace 3 años para jugar sus partidos de minifútbol.
Guanhaben apenas siente la misión de Adolfo y no le pregunta por sus manos anudadas. Se divierte pegando a los niños menores del patio pequeño anterior al gran patio donde está el santuario. Pero él aunque es creyente no entiende el sufrimiento y aunque no acepta réplicas no entiende el sentido profundo de la religión sin nombre.

                                 *                    *                    *

 Javier Adolfo entra a las tiendas donde apenas le cogen su curriculum adornado. Su misión es conseguir trabajo. Las chicas de la tienda de móviles le miraron entre ellas con cara de asco y cuando se iba oyó  a una que le dijo a la otra:
- ¿Dios, cómo se puede ser así?

 Pero en primer lugar conseguir dinero e intentar recuperar las propiedades que le han robado a su madre. Cuando ve la nevera vieja vacía le da asco el sufrimiento de Adolfo y que no se esfuerce más por ocultarlo. Ni que no se defienda cuando le insulten ni que tenga estigmas para poder abrir una barraca en la feria para cobrar el espectáculo. Javier Adolfo tiene el mismo carácter de su hermano esta harto de tantos desprecios en las tiendas pero le disgusta entrar en los bares para quejarse entonces que se da eternamente hablando solo en el parque mientras la gorda Genoveva esta paseando a su perro preocupada porque su perro no come.
Una vez un borracho tras dos días de que saliera de una entrevista en la que preveía que no le habían aceptado le gritó desde la puerta del bar Rialto enfrente de su casa.
- Si me lo hubieses dicho te hubiese entendido.
Y él se respondió ¿y a mí qué me importa que me hubieses entendido?. Desde entonces lo rehuía para no "contagiarse" de la dejadez que irradiaban los parroquianos con su filosofía de barra de bar.

Después de su ronda de trincheras Javier Adolfo va a la parroquia de Santa Teresita para buscar consuelo en el cura nuevo, cuyo nombre ignora. Lo llama don Manuel como el anterior por orden de su madre aunque sabe que el don sobra por su catadura. Es una parroquia de barrio sufragada por un empresario que sólo pidió a cambio que lo enterraran en el altar mayor sin que le peinaran el pelo.

El cura en cuanto lo ve frunce el ceño y aprieta los labios. Le hace esperar por estar parloteando al final de unas charlas con las catequistas media hora en unas sillas plegables. Mientras él se ríe con su risa nerviosa nerviosa de niño grande. Lo recibe en un cuarto amplio amarillo oscuro del sótano con poca ventilación. A través de unos ventanucos se ven los piés de las personas aplastando colillas en la acera. En cuanto se sienta le dice:
- Dile a tu abogado que no me llame más. Que no tiene ni idea. Una declaración escrita vale tanto o más como una verbal. Yo también soy abogado ¿sabes?.
- Yo venía a hablar de la historia de Honorio y san Pablo que se llamaban hermanos y no lo entendió. Y de algunos detalles confusos de la historia de Noé.
- Tú no entiendes nada. Tendrías que estudiar teología. La historia de Noé es un paralelismo con la historia de la Iglesia: un barco a la deriva...es muy complicado.

Detrás está la mujer de Marcos López Barreto que interrumpe de remplón. Es una vieja pequeña y arrugada con el pelo corto lleno de rizos. Con gesto borde y muy circunspecto prorrumpió confianzudamente sin saludar:
-¡Has cambiado!.
- a lo mejor ha cambiado usted y por eso me ve diferente.
-¡No! ¡has cambiado tú!¡ yo no!

Roberto Adolfo se quedó estupefacto y empequeñecido. Era una maldición el que siempre tuviera que necesitar a personajes así. El cura miraba sin querer participar en el asunto. Roberto Adolfo lo miró pero no quiso pedir su ayuda porque no se la daría. Diría la mujer de Marcos López Barreto es una buena mujer y colabora mucho con la iglesia además que va a ser testigo de tu madre sin tener por qué. Por tanto aunque sabía lo que significaba todo aquello no quiso defenderse de la mirada de odio de aquella mujercita que no quería mirarle.

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