Literatura/ lengua,cine, música y arte.
Alicia atraída por la madriguera
viernes, 2 de septiembre de 2022
La inaudita historia de César Manrique y las jirafas ardiendo.
De niño le profetizaron que moriría dentro del útero de una mujer que no había dado a luz rodeado de petróleo. Alguna mente sucia llena de cuchillas chismoseó que por eso siempre estuvo en contra de las prospecciones petrolíferas en la Isla.
Hacía años había firmado agotado su pacto tras huir de Nueva York por un delito insondable. Se sentía agotado intelectualmente y cada vez más viejo, sin nadie que lo apoyase emocionalmente, sin estímulos ni inversiones. Sabía que estaba desterrado con asco y desprecio para siempre de los grandes centros creativos, que nadie entre los grandes quería verlo ni de reojo. Fue en una cueva justo cuando el gallo berreaba frente a su casa, unos peces de cáscara dura con argolla expulsaban burbujas negruzcas hacia los techos y los perros rabiosos ladraban eclipsando el sol sobre la pradera de picón.
A pesar de todo tenía que cumplir su palabra de chatarrería y morir. La primera cláusula del pacto consistía en que le enseñaría un arte prodigioso nunca visto pero que no podría hacerlo fuera de la Isla, que solo lo podría hacer recluido dentro.
A partir de entonces empezó a diseñar y a construir solo de noche obras prodigiosas, para las que habían encontrado dinero en enormes cantidades. Los trabajadores recordaban que se pasaba las noches en su caseta gritando en lenguas extrañas. Que se oían gritos de dolor. Que invitaba a borrachos y a gente de mal vivir. Que desaparecían niños desorientados con signos de violación por la zona, que otros reaparecían autistas o incluso que se veían muchas huellas grandes de cabras para ser una zona volcánica.
Años después del asesinato del gran traidor tras descubrir el secreto para malear el picón contra no sé qué y del Sxxx del ajedrez movible del viento al que la Facultad de San Fernando dio su minuto de silencio que pocos respetaron, apareció con su gesto de desprecio asqueado preguntándole ¿en qué te ayudo ahora? Entonces supo que moriría como un perro. Los vecinos conspicuos para rematar el enigma dijeron que Timanfaya nunca había dado tanto fuego, aunque las fábulas solo eran un caso de inmadurez de los albañiles, desechando cualquier conflicto lleno de grandeza.
Manrique se quejaba amargamente que nadie reconocía el valor de su obra.¿Qué había APORTADO ÉL? Era todo mole decorativa incrustada en el paisaje volcánico. El ajedrez con caballos ardiendo mientras eran apuñalados, el Rey y la Reina conspirando, los peones ejerciendo de verdugos contra alguna limpiadora envenenadora...
Manrique lavaba sus manos llenas de ronchas en una pila bautismal llena de agua ardiendo. Quemaba documentos con sellos oficiales para que el agua no se transformara en las bilis de los muertos.
De pronto rodeado de calima Satanás apareció allí con traje, corbata y un maletín portafolios para cumplir la segunda cláusula. Le dio a elegir dos papeles en dos manos, uno garantizaba que se indultaba de su palabra y podría vivir hasta acabar su obra, la otra decía que debía morir. Manrique Manrique atormentado por la angustia intuía los trucos de los cangrejos blancos con pinzas desgrradadoras en las vaginas de las doncellas, sabía que ambos papeles señalaban su muerte. No podía desenmascarar al Dxxx para evitar su ira.
Manrique se mantuvo quieto previniendo la reacción a todas las jugadas posibles. De pronto cogió un papel ante lo que el Dxxx sonrió y se lo tragó.
- ¿Qué has hecho?
- Enséñame el otro papel. Si me tragué el que me perdona la vida, el otro debe ser el que asegura mi muerte. El Dxxx se quedó atónito pero no pudo contradecirle. Le tuvo que dejar ir.
Manrique angustiado cogió rápido su Jaguar sin mirar atrás ni a la rotonda con su propia obra, temiendo que reaccionara rabioso con alguna represalia. De pronto al mirar adelante ¡¡¡bramp!!! Un Jeep que venía de frente se le chocó encima. Lo reventó. Solo vio jeeps volando encima suyo como una ola en que estás sumergido y que te rodea hasta que te revienta la cabeza. Cogieron a Manrique encerrado en un amasijo de hierro y gasolina dentro del coche que amaba. La llamaba su esposa. Hubo un trabajador quien susurró que aquel coche no tenía frenos. Días después también tuvo un accidente mortal en un andamio.
Tras el accidente dos jovencitas morenas representando al pueblo que iba detrás colocaron una guirnalda enorme de plátanos respetuosamente sobre la mancha de gasolina, que a algunos les parecía como un feto llorando amargado dentro de una bombilla...
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