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Alicia atraída por la madriguera
viernes, 9 de septiembre de 2022
El dilema y la salvación de un amargado.
Ser un ser humano era algo insoportable. Habían llegado al límite del sufrimiento inútil. Esperaban la orden de un suicidio colectivo. No se oía a nadie trabajando.
El niño amargado estaba detenidamente desde las siete de la mañana abriendo la puerta. Mirando de reojo por el resquicio. ¿Aparecía de nuevo el asesino? ¿seguirían los manchurrones de sangre en la puerta del vecino? Seguían ahí. Tenía el plan bastante meditado de volver a la capital a 500 kilómetros para volver a los brazos de su madre aunque sería mucho más peligroso. Así salió del pueblo alegre a los campos de trigo sin sentir peligro por las patrullas. Su madre le había mandado al campo de vacaciones por seguridad con una advertencia: "ten cuidado de los lobos que son muy asesinos y esta lleno. No salgas mucho de casa".
Al cabo de cuatro horas caminando aquello se hacía insoportable. Le dolían los pies, con tanto calor, el ruido de los cigarras. Vio una manada de lobos por distintas partes que se acercaba. Entonces empezó a correr más y más y más hasta que vio a un campesino reventado de trabajar y desorientado.
"-¡Qué vienen los lobos esta lleno".
El campesino cansado de la vida miraba al horizonte intentando entender pero no podía.
"-¿Loooobos? ¿en esta zona? aquí no hay lobos. Vuélvete al pueblo que te estarán buscando y el ejército estará por la zona. Enciérrate en casa y pase lo que pase no salgas. De camino de vuelta cada 30 pasos hazte la señal de la cruz".
- Soy musulmán. No sé. Hacerse la señal de la cruz es un falta de respeto.
- Aaah, ya. Madura hijo. Vuélvete a casa. El campesino se hizo la señal de la cruz.
¿Volvía a casa a morir?, pero cada 50 pasos le hacía un saludo militar al viejo. Yofri mientras caminaba dudaba si aquello no sería ya una muerte segura pero era incapaz de parar. ¡Era terrible! ¡Ya desde la entrada se venían restos de cadáveres! ¡incluso de adolescentes y Amira Dalila su vecina la del estanco! Ya no le vendería más pan. Estaba desnuda con sus enormes pechos llenos de espinas y su sexo de sangre al que habrían echado algún ácido abrasivo porque estaba en carne viva. La mitad del pueblo había quedado en estado de ruinas. ¿Cómo estarían su padre, sus tíos, sus abuelos y sus primos que estaban en el bando rival? El nuevo ejército sacado de un agujero negro había ocupado las calles. Parecía que habían decretado cuarentena.
Fue por las calles secundarias protegiéndose en las esquinas. Cuando oyó un motor se escondió en un rincón meado. Una patrulla militar se paró. Bajó otro militar sin rostro.
Riéndose fue a la fuente reseca de agua. Oía sus botas. Vio de refilón su fúsil.
De pronto, un militar apuntándole empezó a gritar: תרים את הידיים. Él levantó las manos sin entender, y el militar siguió gritándole pidiéndole explicaciones.
Era el final. Por inercia hizo la señal de la cruz como había aprendido del campesino. El militar entendió y le hizo un gesto con el fúsil para que saliera huyendo. No sabía si le pegaría un tiro por la espalda. El militar le apuntó con el fusil pero cuando se dio cuenta de su forma de correr infantil, hizo una mueca. En ese momento le dio igual. Por un momento sintió la alegría de matar a un hijo ajeno ya que él no tenía, pero no quiso hacerlo. -Ya me arrepentiré esta noche- pensó. Subió el arma. Miró alrededor para asegurarse que ningún superior lo hubiera visto.
Yofri tiró su gorra especial comprada en Estados Unidos para coger mayor velocidad y no miró arrepentido para recogerla como hubiese hecho unos días antes.
Su casa era la única que conservaba la puerta aún estando también en ruinas. Así llamó a la puerta en vez de meterse por la ventana abierta. Le abrió su abuelo medio ciego. -¿Eres tú? no sabes por tu culpa cuando me has preocupado. Pensé que te habrían matado. Le apretó con un fuerte abrazo. Intentó hablar pero no tuvo impulso. Por fin tenía a alguien para esconderse en un hueco.
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