Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

lunes, 15 de agosto de 2022

LA INTRUSA.

("¡¿POR QUÉ NADIE ME AYUDA?!") Hay héroes autodestructivos que por avidez se meten en el océano sin saber nadar y cuando se ahogan echan convincentemente la culpa a los demás de que no le avisaron con suficiente fuerza, y mientras a su alrededor la gente adulta se pregunta ¿para qué voy yoa cansarme y a ayudar inútilmente a alguien que volverá a escoger la sabiduría de la autodestrucción? A veces es trágico porque estos héroes sin causa no dejan una obra detrás... Mirella es joven y mira demacrada su rostro y su pecho desde la lejanía del espejo del Bar de los Borrachos con remordimiento y tristeza. Con su perfume Channel nº5 de mujer mayor pregunta "¿por qué nadie me ayuda?". La verdad es que aunque es joven y relativamente bella como prostituta no servía, se le notaba demasiado la depresión y la confusión esquizoide en su rostro. Muchas veces pedía dinero para dulces o donuts para tener un chute de la ambrosía de los dioses, se lo negaban deseándole suerte pero ella respondía con bromas inteligentes profundamente hirientes a su interlocutor. Suele cruzar la calle en rojo sin apenas mirar la acera de dos carriles, incluido un carril bici en ambas direcciones. Los taxistas le pitan y le gritan -¿no ves que está en rojo? y ella sigue mascullando -¿y encima sigues?. No lo hace aposta para que la atropellen y cobrar el seguro sino porque tiene conversaciones con ella misma tan intensas y tiene que buscar comida para alguien a quien tiene en casa, que no se fija. Lo más extraño resultaba su necesidad de cuidar a gente a la que no podía amar. Mirella se lleva la contraria a solas en voz alta y maldice no sé sabe a quién, hace gestos sutiles con la mano y girando la cabeza, pero no se la entiende. Un día dos personas de la parroquia que nos odiábamos nos pusimos de acuerdo en ir para azuzarla de si tenía un Trabajador Social que la ayudara, pero ella respondió que tenía muy mal carácter, aunque lo prioritario era que tenía una cabra sin comer y que necesita atún y pintura al óleo. Mi compañera insinuó después que tuvo miedo de que la golpeara. Un domingo de mañana se puso a gritar echando en cara al vecindario que todos sus males eran culpa nuestra con argumentos increíblemente lógicos y se puso a tirar piedras a los escaparates. Después se puso a cantar canciones con letras propias con un amplificador insultando a viejos amores con nombres familiares para nosotros que la habían estafado. Un vecino salió al balcón amenazándola con reventarle la cabeza. Tenía un don para el sofisma patético, para que le ladraran con rabia los perros más tranquilos y para echar las culpas razonadamente a mucha gente de sus males. Yo me preguntaba si alguna vez había sido libre para elegir porque para ella era deslumbrante y necesario todo lo autodestructivo. Aún en la miseria hablaba de abrir una tienda de informática y de repuestos de impresora con las últimas novedades, a los pocos que la aguantaban. Cuando llegó la ambulancia motorizada pensé que se la llevaban definitivamente pero era para otra anciana solitaria a la que había dado un golpe de calor y a la que se llevaban con respiración asistida¿ quién habría avisado a la ambulancia? ¿Dónde estaría Mirella? de pronto solo nos quedaron los edificios con polvo lunar y el trauma de la infancia de las redes olorosas en los zaguanes de los pescadores para espantar a los mosquitos. Tiempo después me enteré que naufragó tarde otra vez para su cita con la muerte. Los servicios sociales se habían encargado de ella y había conseguido empezar un tratamiento de desintoxicación y un trabajo de limpieza. A veces me preguntó dónde estará. Me imagino que la sueltan en el desierto y que en vez de girar y volver a la ciudad, se mete hambrienta y decidida soñando en hacer negocio con algún dictador estafador.

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