Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

lunes, 22 de agosto de 2022

El honor o la sangre.

El honor o la sangre. "Nunca supe ni quien era yo, ni a quienes mataba como a perros rabiosos ¿me podría condenar por ello?¿de qué sirve tanto dolor inútil? tanto dolor..." A aquel anciano meditabundo y amargado sentado en una mecedora le parecía estar en Cuba, escuchando las maracas de las ametralladoras mientras en los hoteles de lujo de la Habana aislados los actores de Hollywood vivían en fiestas perpetuas solidarizándose con los castristas y con la "Justicia Social" hacia los más miserientos. Como el gobierno no confiaba en mí me había nombrado para la máxima responsabilidad posible, frenar el ataque a la Habana desde Matanzas, en realidad se trataba de acolchar la derrota mientras los líderes huían con el dinero del Tesoro Público. Pero yo lo veía como un asunto de honor, de lealtad a las tropas hombre por hombre que morían en mi nombre y a lo mejor de Cuba, no a toda Cuba a la que odiaba otra vez por dejarse engañar. Pero mis superiores no sabían que yo sí pensaba luchar de verdad y que con tres escuadrones y a base de bombas podría masacrar a esas guerrillas desharrapadas. Era cuestión de voluntad y agallas. Todo por Cuba. Mi madre, con mi esposa y mis dos hijos que tenía telepatía apareció de pronto en el cuartel. Obviamente era comunista y decía que renegaría de mí y que me escupiría a la cara todas las veces que fuera necesario si detenía a los idealistas salvadores, que cambiaría los apellidos a mis hijos y que renegaría de mí como de un torturador asesino. Ya nadie sentía que era una lucha entre una dictadura capitalista y que en diez años más conseguiríamos por fin ser un país desarrollado contra un hatajo de comunistas enloquecidos y demagogos, sino una dictadura corrupta contra unos demócratas idealistas y sociales. Era una debacle entre mi honor y mi sangre, pero hiciera lo que hiciera ya perdería mi nombre. Además sabía que en esas situaciones es el todo por el todo, que deberíamos recurrir a una masacre, que se crearía un Tribunal Internacional de Derechos Humanos y que no tenía a ninguna Ideología que me defendería. Pero cientos de muchachos habían muerto gritando mi nombre y se lo debía, que teníamos razón y que el marxismo de la Universidad arrasaría con todo aunque nos vieran como a unos burros salvajes. Mi madre después se quedó en Cuba estando casada con un neoyorquino rico de la Mafia,nunca supe si alguna vez admitió para sus adentros la atrocidad con los que había amado que había favorecido y que su sistema era una estafa, resultado de sus sueños de jovencita pija con complejos. Pero era una mujer perversamente pedante,incapaz de reconocer la consecuencia de sus actos. Yo solo amaba la Cuba capitalista y blanca que murió conmigo y el mundo del artisteo como Celia Cruz y la música brillante relacionada con ella. Siempre recordaré la Habana brillante con sus Hoteles de Lujo con aire acondicionado central y cascadas, como la gente de la ciudad tenía farmacias y tiendas abiertas las 24 horas, compraba por primera vez electrodomésticos vanguardistas como una especie de molino que daba vueltas frenéticas y hacía un ruido infernal para lavar la ropa y cosas insólitas que nunca se habían visto. Al final me divorcié de mi mujer bendiciéndola más que odiándola, y mis hijos renegaron de mí y de mi apellido tras haberme dado a la fuga. Me convertí en un traidor infame más como Batista pero adorado por un reducido grupo de empresarios de Miami que me daban asco. Me vine a Barcelona desactivado con poco dinero, porque no me había dado tiempo a corromperme ni para llegar a fin de mes, y recordando sus calles recién pavimentadas y brillantes de luz como el mar donde a mis jóvenes viriles, inteligentes y astutos los disparaban como a perros estúpidos y sucios gritando mi nombre. Además yo era el único espía que podía desmentir la acusación del fracaso del intento invasión frustrada de Estados Unidos presionados por la Mafia de Nueva York y Chicago que tenía inversiones en hoteles y casinos. La difusión de estos informes hizo que mi situación difusa fuera comprometida, dado que no podía defenderme sin divulgar los detalles de mi misión de espionaje frente a un jefe que quería desahcerse de mí a la menor oportunidad y que eran secreto de Estado, y por lo tanto, ante esta situación, decidí marcharme no a Estados Unidos sino a Barcelona para pudrirme en mi salsa. Ahora tronando con mi guayabera en la mecedora mirando a un secarral tras la ventana los jovencitos aquí me ven como a un típico cubano sin estudios. ¿De qué sirve tanto dolor y amargura con este sufrimiento sin fin y sin lógica? ¿Conseguí algún tipo de sabiduría en la autodestrucción? Mientras hablo una manifestación de jovencitos con camisas del Ché Guevara hablan de justicia social, de progreso mientras muerdo con mis dientecillos sangrando las nueces para partir las cáscaras. El traidor atormentado para morir como un perro.

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