-Pues con X que es un bruto tampoco.
-O te casas o te metes de monja.
-Pues me meto.
María H.C. se consagró de monja de clausura y arrastró su rencor toda la vida perpetrando maldades protegida por una moral religiosa. Cuando su padre envejeció,a pesar de su fortuna no tenía quien se encargara de él.Le insinuó a su hija que lo cuidara.Ella accedió,tenía ambigüedad en su corazón: por una parte quería vengarse,por otra era su padre.
Su padre estaba no estaba arrepentido de haber arruinado su felicidad. "Al fin y al cabo es mi padre"se repetía. Ella accedió,pero tenía ambigüedad en su corazón. Y demasiados recuerdos ridículos de aquél.
Tenía que bañarlo y restregarle la esponja desnudo meticulosamente mientras fantaseaba,sujetarle por la espalda en el váter para que no perdiera el equilibrio,tuvo que ponerle una barandilla en las escaleras para que subiera a la primera planta,y a veces cuando le costaba comer le tenía que empujar la comida por la lengua hasta la garganta.
Para colmo era como un niño mimado: impertinente se quejaba por los achaques,racaneaba con el dinero,tenía fallas graves de memoria,ni siquiera conocía los límites: muchas veces le recordaba lo acertado que estuvo cuando "favoreció" que ella se consagrara.
María apretaba sus labios con cierto resquemor pero no replicaba. El viejo terrateniente fantaseaba y echaba en cara a todo el mundo que le debía favores y dinero,y que la isla era un lugar de desagradecidos. ¡Con todo lo que he hecho por éste y por aquél!
No fue al funeral para no verlo a él,ni a sus hermanos que apenas le habían ayudado. Tampoco quiso su parte de la herencia porque eran muchas peleas y no necesitaba dinero.Rompió las fotos familiares y cogió unos recuerdos de su sacrificada madre y de una excursión con sus amigos. Se despidió de su vecina,que la vio feliz y dicharachera. Volvió a su conventito de Salamanca.
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