El Alegre Suicidio de Antígona.

- ¿Usted cree qué estoy loca…? No; yo le podría asegurar que no lo estoy, pero no lo hago. Tampoco acepto proposiciones deshonestas, por eso me disgusta el libro de poemas "Poesía y Verdad" porque Óscar Domínguez es un suicida y Paul Eluard un desquiciado. Mi hermano que vino a visitarme hace un año, me hizo dos muñequitos ridículos,los pintó de rosa y los quemó para quemar en broma los malos augurios. ¿Por qué me ha metido aquí? porque no me quieren y soy una carga después de lo que hice por ellos. Pero me es igual. Me pongo mi pamela,me pinto los mofletes con un pintalabios y me doy de comer a unas decenas de gatos vagabundos. Acuérdese de esta sal rosa del Himalaya después le diré por qué. (Aunque era una cincuentona era una mujer bellísima,potente y coqueta, también se dio cuenta de que a escondidas la estaba grabando y que no venía a ayudarla como le había dicho. Para ella era como hacerse famosa, y desde entonces robaba chocolatinas y brandy para tomárnoslas a escondidas). Los internos me odian porque la mitad quiso fugarse, pero son unos vagos y no durarán mucho fuera y cuando vuelvan nos podrán a todos una pena. Por esto dudando en chivarme, eso es un alto deshonor, una vergüenza que caerá en mi familia, en mis antepasados y en esta noble institución. Pero tampoco puedo dejar esta injusticia impune, es una aberración que va contra mi dignidad. Sin embargo, no pienso pedirle su opinión, cuando se entere diga que se la pedí y que usted me dio unas razones muy inteligentes que yo seguí obedientemente. Haga lo que haga, solo lo haré para que usted lo escriba y me ponga como una chiflada,porque eso hace las historias más desgarradoras y profundas. ¿Sabe?, todas las semanas tengo que convencer a un compañero para que no se suicide, y en compensación me dan una botella de whisky. ¿Para qué ser impaciente si vas a morir? Es curioso el debate la lealtad a mi sangre, porque aquí mis compañeros son mi única sangre o a la honradez que es lo único que me queda, aunque nadie me pueda entender. Salí de allí alegre. Era una mujer inteligente con la que por supuesto nunca estaba de acuerdo, y por eso a su modo divertía. Tenía las perturbaciones de la autodestrucción. Su hijo había muerto por un ajuste de cuentas y ya tras eso fue "pa tras y más pa atrás" y hubo que ingresarla. Al día siguiente fui a verla para despedirme sin decírselo de ella para siempre aunque no sabía que iba a visitarla. Se había ahogado tomando una sal "rosa de araña" que parece venenosa. ¿Por qué me acusáis una y otra vez? -gritó desde la piscina a sus enfermeros mientras el psiquiatra pudo salir desde la ventana del despacho de su segunda planta del Hospital con la bata manchada de lamparones-. ¿Por qué me acusáis una y otra vez si yo en el fondo os quiero?