El viento que sale a mordidas de nada
que agita nuestro corazón sin consuelo,
sale de un recuerdo no del cielo
de un chispazo en la arena disipada.
El verano huye al rincón de los cuerpos
al cuartel de conjura profanada,
los pechos salvajes raíz trepanada
a la semilla ignoran los recuerdos.
Los espinos del que va a ser fusilado
no sirven a la lluvia de los ojos
ni al deseo de los tacones lejanos.
Ni el saber de las olas y rastrojos
lo inútil de la derrota ha enseñado
al que hace carraca en su abandono.
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