Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

lunes, 9 de julio de 2018

Cuántas campanadas de madrugada de Jinámar hemos vivido.

A Aimeé Dostoiewski.

Reto: Portarretrato, envidia, almendra, inspector.

Había dejado mi bicicleta atada con una cadena a una farola.Cuando quería huir del furor y el cansancio de los medicamentos de la esquizofrenia me fugaba a lugares populares,atestados y abigarrados,donde la gente hablara sin filtro,y las conversaciones triviales,los olores de las cocinas,de los cuerpos, o que las reacciones de quien me encontrara fueran intensos.

Caminaba desde los gritos de los asaderos colombianos y el reguetón del parque de Jinámar hasta el mercadillo con el portarretrato de mi mujer en la cartera de cuando fue hermosa(no tenía claro ya qué tipo de relación teníamos pero nos guardábamos fidelidad),y un paquete de almendras.

En la entrada de Jinámar hay un mural con una patrulla de policía,y un inspector deteniendo a una especie de héroe deforme,y un letrero retador lleno de orgullo y de una envidia masoquista: "no nos representan".

Iba con mi móvil para apuntar las anécdotas que oía en el mercadillo,para escribir algún microrrelato o inspirarme para un soneto, me gustaban las historias increíbles de cómo por ejemplo por un chivatazo habían detenido a un hijo de la señora de un puesto que vendía pan de puño.

Cansado de tanta marabunta me apoyé en un Opel Astra que había detrás de un puesto. Se me acercan dos hombres mientras escribía mi historia y me gritan: "oye,¿qué haces tú apuntando la matrícula de mi coche?,¿está mal aparcado o es que piensas robármelo?, oye ten cuidado o te parto la boca".

"Na,estaba mandando un whatsup". Y me marché antes de que la cosa fuera a más. Veía el mercadillo y de fondo el descampado. Veía las jovencitas tatuadas con cadaveras sórdidas y sus escotes,con piercings,el reguetón entusiasta y la música electrónica. La gente se inventa muchas leyendas sobre Jinámar: recordaba que el fin de semana pasado gritaba indignado un amigo mío con la voz ronca y al que ya le faltaban un par de dientes. Pero es mentira,rumiaba yo para mis adentros, Jinámar es homérica,imprevisible, auténtica.

Sé que el que quiere conocer la esencia de Canarias no tiene que agotarse estudiando las traiciones entre los conquistadores o los estudios de antropología de los aborígenes,sino perderse en los lugares más telúricos,entre los cuales esta Jinámar.

Cuando llegué a la farola con mi bicicleta me encontré a los dos hombretones renegridos,llenos de arrugas y manchas negras en la cara,con los que me había tropezado antes, fumándose unos porros. Tenían la mirada torcida,llena de odio y una extraña sonrisa como la de un tahúr.

"Amigo, yo tu bicicleta te la robo en cinco minutos. Tienes que comprarte una pitón,que la amarras por nada en el Carrefour, esa cadena no aguanta nada". Me sonreí, hay que irse inmediatamente,pero tampoco era "tan mala gente". "Oye, ya que te hemos cuidado la bicicleta podrías darnos lo que te sobre o un eurillo para un bocadillo".

No tenía fuerzas para vocalizar nada, dejé la cadena con un ramo de flores amarillas que había cogido por ahí sujeta a la farola y me fuí.

Mientras me deslomaba subiendo riéndome por Cuesta Ramón recordaba sus insultos desde lejos "payaso,payaso,payaso,hijo de puta payaso,payaso...".

"Soy un tahúr sin suerte y un medio profeta en tierra de salvajes", me decía pedaleando cada vez más lento con el sol ardiendo rebotándome en la cara pálida.










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