La pardela perdida.
¿Quién cree tu grito ridículo de dolor?
¿quién sangrará el drago añorando un aborto,
cuando el mar roto ciegue tu cuerpo absorto
sin chantajear juez al Dios un poco de amor?.
Ni el riesgo de perderte cruel me hace amarte
ni el desierto alejarme a tu laberinto,
ni sufrir tu secreto sino tu instinto
que baila tormentas sobre el mar sin guiarte.
¿Vendiste tu alma por un falso endemismo?
¿no harta oír el rechazo débil de ti mismo,
y tras la gloria venderte en un mendrugo?.
No critiques las lágrimas del verdugo
que te hagan ver la noche en el camino
y bendice del desierto el duro jugo.
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