Literatura/ lengua,cine, música y arte.
Alicia atraída por la madriguera
jueves, 13 de mayo de 2021
El ramo de rosas lilas.
By this art you may contemplate the variation of the 23 letters...
The anathomy of Melancholy,
part. 2 sect. II,mem IV
Tu sensualidad reventó como una bombona de gas incontenible. Muchas veces hacemos las cosas sublimes por miedo y hubiésemos querido ser más mundanos. Remuerdo como encontré este maravilloso ramo nuevo de rosas lilas con nostalgia, tirado en la calle entre la salida de un ciber y un taller mecánico, acababa de salir del instituto de tarde noche, lo cogí con éxtasis y salí corriendo. Su agradable aroma lo traspasaba a uno como si fuera alquitrán denso. Entonces me pregunté la quimera ¿a quién regalárselo? El remordimiento resultó efímero, se lo regalaría a alguna compañera que con buen escote y que apretara los labios al verme, y que estuviera por un patinazo interesada en ver a los perros mordiéndose por la ventana, o bueno por lo menos dudando. Tenía tres candidatas, ninguna solvente, alguna en ese limbo dantesco de ser un poco plan B.
Pero no podía volver al instituto porque no quedaría ya nadie, ni ir a mi casa y que mi madre, mis dos hermanos y mi ceremonioso y chichipato abuelo vieran el ramo que se ilusionaran y después decirle que no era para ella, era demasiado cicatero jajajaja hasta para mí. Tampoco tenía ningún sitio de confianza donde esconderlo, porque podría venir otro cabrón paradójico y elefantiaco que se lo encontrara y llevárselo.
Pensé en diferentes sitios: debajo de un coche viejo que llevase años aparcado, de un contenedor de basura, en el parque en medio de un matorral...HUM... seguía paseando hacia mi casa preocupado, remordiéndome que nunca le regalaba nada, que ni siquiera celebrábamos sus cumpleaños... La verdad rechinaba que sería la única que sabría apreciarlo y se lo merecía.
Ya estaba subiendo las escaleras de casa, pero necesitaba pensarlo, seguro que hiciera lo que hiciera me arrepentiría. Y que si regalaba el ramo a una, no iba a comprar otro ramo para otra, y menos uno tan rimbombante. Me quedé quieto antes de vadear la puerta barajando todas las opciones posibles.
Años después, tras mucho tiempo de estar fallecida mi madre, recuerdo el subidón de entusiasmo casi al borde de las lágrimas con el ramo que era bastante más grande que ella entre sus brazos, como si tuviera que sujetar a un dinosaurio lila que se hubiese tirado encima de ella. El miedo hacia aquella mirada.
Como le recité mientras me observaba embelesada que había pasado por una floristería exclusiva y me había acordado ´muchísima´ de ella al ver mi mirada en el escaparate sobre el ramo de rosas lilas que parecían traídas desde Mandalay. Y cómo me replicaba con su belleza latina contundente, mientras escuchaba el berrido lloroso estridente del bebé del vecino, llena de ingenuidad que las rosas eran de calidad porque tenían espinas.
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