Mañana será otro día.

Lo veía pasear en la Avenida de la Playa con su móvil nuevo. (Era un niño al que le rechinaban los dientes). Mamadouh se ponía a saludar entusiasmado a todo el mundo porque había conseguido llegar en patera. Nadie le devolvía el saludo. Se metía en las salas recreativas de juego y esperaba que la máquina se pondría a jugar sin meter dinero, se acercaba a los viejos a ver si le invitaban, pero no había manera. En la clase para menores, en cuanto le hacían preguntas respondía cualquier cosa en su francés macarrónico, no reflexionaba con paciencia y siempre fallaba todas las respuestas, pero estaba alegre y seguía respondiendo. En la esquina del patio de la Residencia pusieron un espejo y él se miraba erguido soñando imaginando que él tendría un traje y su ordenador como la gente de la tele. Kira que era su profesora una jovencita rubia, lo recomendó para empezar un curso de F.P. Mamadouh daba vueltas en la cama preocupado antes de iniciar su nueva vida. Sabía que empezaba un mundo nuevo lleno de luz, pero habría obstáculos, hombres con metralletas rabiosos encima de jeeps rabiosos, perros sanguinarios y aves con alas rotas y aplastadas por los coches, y habría que saber afrontarlos.