Te matará un hombre no nacido de mujer (Macbeth).

Esther se había establecido ya en Zurich (Suiza) con alegría y solo volvió un par de días para enterrar a su padre y dar un discurso cuqui en su funeral. Después estuvo como escondida. Estaba triste pero sin remordimientos. Ahora con el deterioro cognitivo de su madre yo sabía que se repetiría la historia. Eso despertó mi historia escondida llena de recuerdos,cuando mi madre encantadora me manipulaba para salir a pasear y para que la llevara a restaurantes mirando a la playa. Solo años después me di cuenta que esos fueron momentos muy felices en mi vida. Me acordaba de lo feliz que fui cuidando a mi madre de mayor con sus anécdotas infantiles. Nuestras conversaciones llenas de silencios trataban de los programas de televisión y de saber cómo estaban sus propiedades. Esther solo volvía cuando se deprimía con el invierno sueco y se quedaba con su madre en un Hotel turístico de lujo bajo el sol. Creo que no conocía la responsabilidad de cuidar a un ser amado indefenso. Su madre no la hacía sentir culpable para que la cuidara, se sentía orgullosa de que su hija prosperara. A mí aunque me parecía muy sano mentalmente, me parecía inhumano. “¡Es tu madre!, se nota que se está deteriorando, vive sola, deberías estar mucho más tiempo con ella.” Mientras, recordaba feliz como había sonreído la mía infantil bajo el sol,sus bromas y nuestras tacañerías para ahorrar dinero. Un día la madre de Esther murió “de improviso”. Llegó tres días tarde como una estrella de Hollywood triste, pero fue puntual para el funeral. En su discurso se puso a divagar y yo una semana después solo me acordaba de una anécdota que le pasó en un viaje a Argentina. Se quedaron un par de días en un Hotel de dos estrellas y volvieron por el trabajo. Se fue hablando de viejas anécdotas y de futuros viajes alrededor del mundo. Cuando se fue necesité abrazar a mi pareja con todas mis fuerzas. “Tenemos que vivir más y tener más recuerdos” le dije.