En los cañones artificiales de la esquizofrenia.

Hemos llegado por fin a este extraño planeta. Ni huía de un delito ni me habían engañado del todo. Apenas tiene atmósfera, tiene una gravedad más pesada por lo que no podemos apenas levantar los pies del suelo. La odio, soy feliz, la echo de menos,soy un privilegiado, ¡estoy harto de tó! Más allá de la aridez cerca hay unos cañones kilométricos de color rojizo que me dan miedo.¿Quién me necesita aquí?¿alguien recuperará nuestra memoria? Me angustia la epistemología donde solo hay fenómenos sin conciencia como recordaba Hume: no sabemos a qué temperatura se calienta aquí el agua,prueba y error descubriendo el mundo de nuevo, ni por qué las plantas no fabrican el suficiente oxígeno, nuestro cerebro ralentizado solo hace juicios mecánicos sin apenas capacidad de abstracción sin embargo recuerda obsesivamente anécdotas emocionales, ni por qué se genera un ruido de las radiaciones que suena como a un bebé endemoniado. Hablar de gloria tampoco tiene sentido porque no se puede construir nada fuera de la nave en los 10 minutos que nuestros trajes soportan la radiación. Creo que a veces la amé por eso vine en un arrebato... Es infantil preguntarse ¿cómo nos pondremos en contacto con la Tierra? si sobreviviremos más de un par de días. Quisiera sobre todo escribirle algo, grabar mi voz, pero no me apetece. Simplemente esperamos un puto milagro enfrente de estos cañones sin alma. (Días después) Me despertaron en la cama del Hospital. Los enfermeros susurraban que me había pegado un tiro en el brazo y no había podido irme en el viaje. Pensé: ¿no habrá nadie o seré una noticia y habrá un puñado de periodistas fuera? No había nadie, solo ella. Tuvo la generosidad de venir a buscarme, y me llevo a mi nuevo planeta extraño: mi casa. No me atreví a besarla, ni aún después de creerme ridículamente al borde de la muerte. Me despedí de ella y me hice un selfi guapísimo con el brazo escayolado.