Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

viernes, 6 de enero de 2017

Borges dijo una vez hipócritamente...

Un fin de semana que fuimos yo, un amigo y su hermana con una tienda de Campaña en la playa de Montaña Arena (Gran Canaria),tuvimos de vecino a un hombre risueño y sociable.Mientras él contaba que tenía cinco hijos de tres mujeres diferentes,era una persona con cuentakilómetros amplio,lo que me recordaba una frase de Borges. Mientras poníamos nuestras casetas le preguntaron si era rico para tener tantos hijos,él respondió que era taxista, y que la cosa estaba muy mal.Se llamaba Tirso. Después de un rato de conocernos tuve una salida de tono horrible, porque había una caseta que llevaba sola desde hace tres días y "suponían sin dueño" y querían llevársela. Como me disgusta que se lleven lo que no es suyo, me puse a gritar "al ladrón,al ladrón" hasta que la hermana del amigo me miro y me grito: "¿No crees que la has cagado un poquito?". EFECTIVAMENTE pensé que aquel hombre me guardaría el rencor todo el fin de semana.Playa Arena es un playa ilegal pero muy popular donde va mucha gente a fumarse sus porros y lo que pille, hippies,nudistas,y artistas excéntricos(y alguna catedrática de la Universidad)que se respeta y se conoce. Gente atrayente,pero a veces muy marginal. Fuimos a por carne y compramos unos prismáticos porque había una lluvia de Perseidas que decían que era algo muy importante. Borges dijo hipócritamente con la boca pequeña cuando era mundialmente famoso que le decía a sus alumnos que se olvidaran de él,como si no existiera,y que sus alumnos solo pensaban absurdamente en Borges. A mí el 95% del tiempo me gustaría no existir y existir al fin un 5%.Algo si quiero existir que para eso existo,para contar historias a la gente de del humilde barrio de Jinámar. Después nos pusimos a hacer en la orilla un enorme castillo de arena que sin exagerar sería de metro y medio. Tirso era de Jinámar. No hay público agradecido,vitalista y empático como el de Jinámar,quizá te miren al principio con mala cara,y al final se reboten y te quieran partir la cara,pero no hay gente que respete la cultura, la admire ingenuamente y te considere uno de los suyos si demostrar la dignidad del espía de saber contar historias. ¿No es absurdo que mucha gente que vive en cierta degradación venere la ficción mucho más que universitarios que han podido sumergirse en ella?. Después de mi irónica impertinencia pase el día callado para evitar posibles embestidas. Cuando se hizo de noche y sabiendo que yo era cuentacuentero Raquel la hermana de amigo apostó a cambio de la radio a qué no tenía huevos para inventarme y contar una historia allí y que si lo hacía me daba el transistor.(Obviamente era un transistor viejo pero valoré que me retara,le encantaba apostar y lo repetía constantemente,como si le importara algo que inventase o no la historia). Hacía tiempo que quise narrar la historia dramática de amor de cómo se conocieron mis padres. Era una historia hermosa que nadie quería contar,mis padres ya estaban muertos,y mi hermana que odiaba a mi padre,a mí, y a todo lo que viniera de mí ya se habría olvidado.Además tenía un hijo al que cuidar y no estaba para contar historias extraordinarias pero insanas y que eran un mal ejemplo,y que en parte nos habían amargado la parte. La historia era completamente real,después de morir mi madre rompí algunas fotos y las cartas se perdieron,pero la sabía de memoria y quise mezclarla con un tono elevado sutil para impresionar a los parroquianos de Jinámar a Tirso que obviamente era suspicaz conmigo y a otras dos vecinas: dos chicas bellas y contundentes que no hacían más que fumar porros y preguntar donde estaba el Teide( esta en la isla de enfrente y se ve en los días claros pero no tuvimos suerte en ninguno de los dos fenómenos. Tirso en todo el día tampoco me había dirigido la palabra,y cuando se acordó que yo contaría mis historias él se fue casualmente a su caseta a dormir. Al final conté la historia de mis padres,mezclada con la "Casa de Irene" de Felisberto Hernández que acababa de leer y tenía fresca. Al día siguiente Tirso contó que cuando comencé a contar la trama sin querer dio un tumbo y se dio un coscorrón contra el camping gas que dormía con él en el QUECHUA. Desde el comienzo recalqué que la historia era verídica. Metía todos los datos para que un canario se sintiera identificado y un madrileño pudiera entenderme por encima(mi padre era de un pueblucho de allí), cuando daba un brochazo descriptivo Raquel la hermana de mi amigo respondía: "bah,mi abuelo estuvo trabajando 20 años allí,tuvo un accidente y se quedó cojeando hasta que se pudrió. Y encima le dieron una indemnización de mierda. Hijos de puta".Y su bellísimo rostro miraba al cielo con una mezcla de asco y nostalgia,que me ayudaba a poner los pelos de punta. Al final rematé la historia con el vestido de novia mutilado en un armario victoriano resquebrajado. El encaje acabó bien, pero al inventar la historia sobre la marcha le di un toque excesivamente dramático,sin darle una convincente gradación. Quedó arrítmico y excesivo. La maldita cerveza. Me callé porque me di cuenta que no estaba en condiciones de contar bien,y no le reclamé el transistor a Raquel. Mi 5% de vida lo había desperdiciado y como nadie me pidió que siguiera contando cuentos me callé y me fui a dormir. Al día siguiente me levanté tarde. Las dos chicas se habían ido. Tirso me saludó haciendo bromas. Hablamos todos un rato. Tirso me contó que las chicas se habían emocionado y habían visto novias huyendo que se metían en la orilla y morían ahogadas. Y él se quedó un poco tocado,que se estaba durmiendo pero el sobresalto final le despertó de pronto(-el cabrón hijo de puta éste,es un crack-repetía refiriéndose a mí de buen tono) y se quedó pensando toda la noche semidormido en lo que es el amor y como no nos damos de las consecuencias de nuestros actos. Sonreí y me eché arena en los labios para aguantarme la risa, de las conclusiones tan peculiares de cada uno. Pasaron los 2 días,de viernes a domingo y como nadie había llevado un miserable móvil nos quedamos sin fotos, sin recuerdos. Tirso se fue sin despedirse pero tampoco arrambló con la tienda de campaña. Hablamos mucho de darnos los números de móvil pero no hubo lugar. El domingo por la tarde nos volvíamos y fuimos a la marea a limpiar los cubiertos y los tuppers de plástico. No quedaba nada de nuestro castillo. Alguien de noche tuvo que haberlo destrozado o de la rabia o como divertimento y no quedaba de él ni un desnivel. Y yo pensé en el sentido primigenio del cuento: como todo pasa,y cómo ni las historias de amor ni las historias más extraordinarias persisten al tiempo.Al final parece que aproveche perpetúe durante algún tiempo mi 5% de existencia real.

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