Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

domingo, 9 de octubre de 2016

Un Rezo a dentelladas.

24- 09-2016 Dedicado a los que desde un altar nos escuchan. ¿Cómo podemos sufrir tanto? La imprevisibilidad de esta muerte programada y lo rocambolesco de esta truculencia cuando sonaban las carcajadas y la carraca de petardos de los jóvenes entre los Fuegos Artificiales de la Fiesta de la Suelta del Perro Maldito me llevaban a repetirme esta fatal pregunta. Eso es lo único que explica esta historia que nadie quiere escuchar entre los más viejos pellejos del pueblo y menos aún atribuirle algún sentido. Perseguido por la esquizofrenia que había estigmatizado a mi madre durante décadas hasta su absurda muerte final, y por el asesinato durante generaciones en mi familia,mi vida había sido una pesadilla durante mi infancia y mi juventud, mi miedo a las mujeres y mi escasa devoción por el trabajo lo había complicado todo más, hasta que conseguí engañar a Natalia una hermosa mujer y con futuro ocultándole todo hasta que se casó conmigo y la tuve bien atada. Por eso no podía visualizarme en medio de aquella tragedia que era tan ajena a mí justo mientras los demás lanzaban las campanas al vuelo para restregarme su alegría. No podía comprender mientras sujetaba su enorme cuerpo como aquella muerte del que me miraba a los ojos entre solemne y sonriendo como si jugara entre mis piernas podía darme un síncope.¿Cómo podía impactarme tanto tanto tanto? Y mientras de lejos oía a unos jóvenes cantando”¿Dónde estás metida?”. Cuando se murió sentí como si por un momento se encendiera y se apagara una taladradora que tenía que mantener en pié. Banalizamos tanto la muerte. Pero cuando volví a casa y estaba solo salvo por los dos perros me di cuenta por fin que se había muerto. No puedo creerlo no puedo, cuando pienso que un amigo G. que cuidaba a aquella mujer madura -a la que tanto amé- y se le atragantó con un trozo de carne que le dio y era demasiado grande y se murió entre sus brazos y te explicaba la historia sin trauma,pensé cómo debería tener las entrañas. Caruso era alegre y juguetón aunque había llevado una mala vida sin darse cuenta. Recién nacido lo abandonaron en un canecón de basura y allí lo encontraron unos vecinos. Contaban que se lo encontraron alegre pero nervioso por poder ver la luz y caras humanas. Ni siquiera me acuerdo bien cómo llegamos a adoptarlo. Nos explicaron la historia y como no tenemos hijos debieron pensar que seríamos ideales para él. Se dejó querer desde el principio sin quejarse,sin replicar,siempre corriendo de un lugar a otro del patio. Era grande y pesado para estar viviendo su infancia. Se te echaba encima queriendo jugar sin medir sus fuerzas y para que le acaricias. Cómo necesitaba de caricias. Le encantaba jugar al escondite meterse entre los árboles y los parterres donde se revolcaba. Muy a menudo se echaba al sofá mirando a través de la ventana el paisaje de árboles. Es como si soñara en otros mundos lejanos más allá de la islita que ya abandonará nunca. Una vez encontró una culebra reseca y lo cogió trayéndola a casa fingiendo que la había cazado él. Caruso venía todo orgulloso levantando el pecho y moviendo un poco los hombros. Esta demasiado reseca para acabar de morir lleva varios días muerta. Le dije pero fingió no enterarse y se fue lejos sin replicarme nada. ¿Cómo poderle dar sentido a algo tan atroz?Todo empezó hace un par de días cuando vuelto a traspasar la verja de los parterres y estaba jugando entre los rosales. Le gustaba saltar entre los rosales e intentar saltar la pared que separaba nuestra propiedad con la de tío Manolo que era de metro y medio de alto. De hecho desde el primer día que llegó a casa se puso a dar vueltas y a armar una bulla increíble y ensordecedora a la hormigonera en funcionamiento del tío Manolo que era nuestro vecino y con el que teníamos un enorme patio en común. Siempre estaba allí cuando quería pelea y el tío Manolo lo miraba asombrado mientras sacaba el cemento y lo ponía en la carretilla como si quisiera en silencio darle un puñetazo. En Valsequillo son los prolegómenos de la Fiesta de San Miguel o sea del Perro Maldito y ponen música discotequera en la casona que me llega a casa. De pronto escuchamos unos aullidos de dolor. Pensamos que sería una pelea. Pero fuimos distinguiendo un dolor más agudo. Cuando nos levantando vimos que algo se movía entre el rosal y fuera Blanca nuestra perra la miraba con odio. Caruso se había clavado una verga suelta con punta afilada y al intentar zafarse se había rajado más a la altura de la rodilla. Inmediatamente tuvimos que vestirnos de calle y agarrarlo con cuidado para subirlo al coche y llevarlo al especialista. Era un fastidio en pleno sol pero había que hacerlo rápido. Un primo de mi mujer Román se ofreció a llevarlo ya que estaba vestido y tenía mucha fuerza pero le dije que tenía que ser yo y porque si no ante mi podía quedar como un inútil. Tuvimos que atar a Caruso en el asiento con unas correas porque se ponía frenético al sentir brotar la sangre y tendía a lamerla, a asustarse porque no cicatrizaba y seguía borbollando. La especialista una mujer débil y blanca debía ser un poco novata porque ante su estado histérico le quería poner la inyección de lejos y con bastante miedo como si le fuera a pegar un mordisco. Nos dijo que no era grave,que con unas pastillas se le aliviaría el dolor y se solucionaría. Natalia le dio las pastillas a la vuelta y se puso a masajearle la brecha supurada durante horas. Mientras por la tarde yo me iba para la Universidad. Cuando me envió las fotos por el Whatsup de noche me sentí aliviado. Al regresar a casa aunque no pude verlo porque dormía a pierna suelta, sentí una cierta alegría cuando cepillándome los dientes que me sangraban por el principio de gengivitis que me habían cogido a tiempo,acordándome de cuando llevaba en mi coche a Caruso entre manchones encarnados. Pero su exagerada alegrada de vivir podría jugar en su contra. Blanca la dálmata grande frente al jolgorio estaba merodeando mirando con suspicacia y odio. Una vez por el dominio del patio se había enfrentado a su madrastra Cuqui -que la crió desde desde que era una párvula y al día siguiente encontramos sus restos con una gran mancha granate en la pared. Era todo absurdo porque Cuqui nunca había intentado huir. Solo a través de la actitud de Blanca descubrimos la verdad. Tenía el rencor y la suspicacia en la mirada. Blanca no podía con la suspicacia de la culpa. Yo la conocí después pero no se fiaba de mí ni cuando le daba de buen rollo golosinas. Solo quería las sobras que se encontraba desperdiciadas en el patio como para asegurarse de que no estaban envenenadas. No se metía con nadie mientras no se pusiera en cuestión su autoridad. Y no se relacionaba con nadie salvo con Caruso al que maltrataba sin piedad. Queríamos librarla de la culpa,incluso dejamos que se escapara por si quería desahogarse de alguna forma. Aunque nunca quería. De alguna forma volvía a sentirse responsable pero esta vez de Caruso. Él único que se encontraba libre de culpa y nos sentíamos preocupados por eso,era el herido inconsciente. A Natalia se le llenaron los ojos de lágrimas y decidimos evitar cualquier insinuación al respecto a su padre que tenía faltas de memoria y una dermatitis. Una segunda muerte en seis meses era demasiado,sin contar que nunca se le dijo que la primera fue un asesinato. Nadie quería remover el pasado cuando vivíamos en paz. Al día siguiente lo dejamos rehabilitándose con comida y golosina y viendo la televisión a gustote en el sofá, para trabajar por la mañana en Las Palmas. Por la noche había soñado con la foto de aquella brecha enorme de color remolacha rodeada de una especie de baba blanduzca de los medicamentos. Va a salvarle,gracias a Dios -repetí como si quisiera enterarme de una fórmula matemática complicadísima o como si quisiera darme cuenta de lo más obvio. Aquella raja supurada me había enseñado mientras comía un pan reseco en la pausa del trabajo(porque tenía el estómago cerrado), lo felices que éramos y lo frágil que es la felicidad cuando se tiene. Desde mi despacho podía ver a las parejas de estudiantes besándose en el césped como si la vida pasara sin más. Recordaba a mi madre gritándome:La sopa se te ha quedado fría tonto. Tampoco quise saludar ni dirigir la palabra a mis compañeros pero les sonreía a distancia de una forma algo bobalicona. Mientras subíamos Natalia y yo en el coche pensando en el susto,y en el cansancio del esfuerzo que se nos venía encima de estar con el pos operatorio durante varias semanas dándole caricias, Román el hijo de Manolo nos envió una foto diciendo que la cosa era grave. -¿Qué pasa? Le repitió Natalia que era enfermera y que estaba fumando en el coche y echando las cenizas en un cenicero de coco rebasado, -¿se le ha abierto la brecha?¿se le ha caído el pelo?. Puse la música y abre la ventana para que entrara una corriente aire fresco. Pasábamos por los túneles de la Laja de camino y no podíamos sintonizar bien las llamadas ni recibir fotos por el whatsup. La angustia crecía por momentos aunque sabíamos que no podía ser nada grave. Sentía que era como si mi madre se estuviera muriendo y que no nos habían avisado y que no iba a llegar a tiempo para despedirme de ella y que me estuvieran gritando por el móvil e insultándome sin enterarme de lo que me decían. Por fin conseguimos salir de los túneles a la altura de las playas para perros donde habíamos ido muchas perros y donde nunca nos obedecían los perros porque no habíamos tenido voluntad de entrenarlos,sobre todo a Blanca tras su “incidente”. Pagamos a un entrenador canino personal pero después de 5 sesiones y del enorme costo cambiamos de parecer y decidimos aprender con tutoriales por Internet pero nos aburríamos. Teniendo en mente siempre el “incidente” la soltábamos y después la perseguíamos para marcharnos a casa. A veces cazarla costaba media hora y suponía un bochorno pedir ayuda a desconocidos para atraparla y ponerle la pechera. Cerca de allí salían los aviones del aeropuerto de Gando que a Blanca la ponían nerviosa porque creían que eran como buitres merodeando. Para mí sin embargo en silencio eran los sueños rotos y caducos de marcharme de la isla. - ¿Qué se ha quedado sin nada de rodilla para bajo?¿qué dices?,repítemelo que no me entero,envíame la foto joder que no me llega. Envíame una foto por el whatsup. En unos segundos llegó la foto que esta vez pudimos descargar. ¿Qué sería?¿se habría infectado la herida?;¿se habría amoratado? Era como si una maldición de sufrimiento constante que ya había vivido con mi madre se repetiera en Caruso y su profecía de dolor desmedido desde el canecón de basura se multiplicara para que nosotros fuéramos testigos sufridores también inútiles. ¡No!,yo rechinaba los dientes y sin querer me mordí la lengua. Román era un ñanga y un exagerado pero no para tomarse la molestia de llamarnos gritando y enviando fotos por nada. Además en la carretera un ciclista tirado en el arcén por un accidente había provocado un atasco e íbamos a tardar más en llegar a casa. ¡Por fin vimos la foto!¡y ahora nos tocaba soportar lo inaguantable!. No tenía nada de rodilla para abajo. Solo le quedaba un muñón que ni siquiera sangraba y era como de carnicero. Él estaba feliz y no le importaba ni le molestaba,sino que se ponía a correr como si tal cosa alegre,lleno de vida y jovial mientras que Manolo a pesar de su carácter benévolo le odiaba porque le molestaba al trabajar en la reforma de su casa y Román lo miraba descompuesto como si un monstruo deforme y lleno de cicatrices le repitiera los chistes con el mismo encanto. No le respondí nada a Natalia. Necesitaba tiempo para rumiar su decisión. Iba a ser mucho trabajo cuidarlo,cuando habíamos tenido tantas peleas a gritos a las que ella no estaba acostumbrada por sus escapadas y su carácter anárquico . Cuando lo tuvimos en la ciudad en pleno centro de Las Palmas y se escapaba, y una vez hasta paró la circulación de las grandes avenidas se lo dije claro: a este salvaje hay que matarlo o me tienes que ayudar de verdad. Pero aquello era solo una boutade de rabia de tener que aguantar los insultos lógicos de los viandantes. No podíamos sentir pena por él. Yo no debía insinuar nada sino dirigirla en cuanto pudiera verbalizar lo que le compungía. Pero no me dejó tantear ninguna estratagema. -¡Hay que matarlo!¡es mi hijo pero hay que matarlo!,no podemos cuidar de cuatro y encima viviendo en la capital. ¡Hay que matarlo!. Con lo maternal que era Natalia vi que cualquier réplica podía hacerla cambiar de opinión. -¡Vale! Y pensé en actuar rápido,empujándola pero dejando que creyera que ella tenía el protagonismo para que no me culpara nunca de que ella se sacrificara por algo que solo yo le había incitado durante semanas. Amaba a Caruso demasiado,pero su amor comportaba muchas humillaciones y recuerdos de mi madre. Por tanto tenía que morir. -Sacaré del patio a la calle a Blanca para que no le coja rabia y en cuanto puedas sacas a Caru- so, le tapas allí donde sangre con toallas y esparadrapos y lo metemos en el Opel. Después lo llevamos al especialista. Según me contó después cuando Natalia entró se encontró a Caruso corriendo sin su pierna con alegría volviendo a saltar la valla de un metro como si tal cosa. Natalia de carácter muy tranquilo y a la que no le gustaba gritar se puso a dar gritos. ¡Basta!,¡basta ya!,¡basta ya!¡basta!¡basta Caruso,basta!. Caruso se quedó paralizado y descompuesto y aunque armaba un gran barullo obedecía. Parecía mirar al cielo como si la cosa no fuera con él. De lejos sonaba la parroquia del pueblo y echaba un humo blanco y con restos de carmesí. Yo tragaba la sangre del corte que me había hecho en la lengua y Manolo se ofreció a atar a Caruso al respaldo trasero y a acompañarnos para sujetarlo. Cuando llegamos a la consulta del especialista nos encontramos con un enorme armario lleno de medicinas de nombres complicadísimos que no pude leer a pesar de saber lenguas modernas y antigüas y de muchas máquinas modernas cerradas en las vitrinas cuya función tampoco podía atisbar. Tocamos al timbre y tardó en salir una mujer en bata blanca,muy seria, frágil y solemne pero con algo maligno en sus ojos de un juez patricio en lo alto de un altar. -¡La esquizofrenia no es nada!¡de hecho la esquizofrenia no existe!. Fue lo que nos respondió cuando le explicamos la historia y la solución difícil que le planteábamos. ¿Era cómo si la médica hubiera cambiado?quién era aquella especialista,de hecho desde hacía meses me sentía como si constantemente me lanzaran indirectas como si no se atrevieran a insultarme o a prorrumpirme de golpe las verdades a la cara y usaran subterfugios extraños. Pero lo que más me dolía es que nos hiciera quedar como monstruos. ¿Es que no nos dolía?. ¿Es que no habríamos tomado otra decisión si nos hubiera sido posible?.¿Pero cómo íbamos a vivir con Caruso en esas condiciones?.¿Es que no se da cuenta? A lo mejor no tenía sensibilidad y le arrastraba la pierna lo que le incomodaba para moverse. Pero no hemos encontrado la pierna en ninguna parte en toda la mañana. Eso significa que se la arrancó y se la comió.¡Se la comió de rodilla para abajo!.¿Cómo podemos vivir con alguien así? Explíquenoslo. En realidad a mí me importaba más la mutilación,el trabajo del cuidado y el sacrificio en peleas para repartirnos las nuevas tareas,lo que Natalia sabía que acabaría rompiendo nuestro matrimonio entre rencor y echándonos las culpas. Natalia podría recitar el proceso de memoria y no se atrevía a cruzar las Hespérides. Di un grito apagado como si no tuviera fuerzas para sostenerme en pié y en aquel momento le pregunté algo insólito,el nombre y su número de colegiada que era como preguntarle por el origen de todo que debía ser como el jeroglífico oculto de una maldición centenaria. Manolo me agarró del brazo como para sacarme del despacho pero tuve fuerzas y me cruce oponiéndome. -Perdónele,esta nervioso no sabe lo que dice. Es que no sabe. Y se encogió de hombros como si imitara la payasada de un niño,pero de forma ceñuda lo que para mí le hacía más odioso. - Nunca me perdonaré haber permitido que viniera con nosotros,nunca me lo perdonaré,y negaba con la cabeza agachada mientras yo levantaba el puño al aire como para querer darle en la cabeza. -Miren esto no es nada,he visto casos peores y la gente tira para adelante. En el artículo 123.6 de la Ley Orgánica del Código Penal indica que no se permite a los profesionales hacer uso de la eutanasia activa a no ser de casos especiales y que sean irreversibles. No es el caso,y no se prescriben casos semejantes para este supuesto. - Pero vamos a ver-repuse. Sabemos que la práctica hospitalaria es diferente,que en casos evidentes de desórdenes mentales se actúa digamos “de oficio”. Pues bien,no podría hacer una excepción y fingir que éste es uno de esos casos clínicos. Se le había encostrado la rodilla con la hemoglobina. Me acordaba del matadero de Marzagán con su olor rumbriento a sangre y el extraño ruido de sus torretas eléctricas cuando solía pasear con Blanca,ahora estaba allí sonriendo mirándonos con amor mientras discutíamos para convencer al especialista en sentenciarlo a muerte. Lo colocamos sobre una mesilla metálica debajo de una lámpara con un brazo largo como si estuviéramos diseccionando a un extraterrestre que era ajeno completamente. Lo miró con una lupa con luz y con una especie de escalpelo diminuto cogía unas muestras de astillas del menisco. Lo observaba detenidamente y suspiraba como alguien que hubiese estado sin respirar varios minutos. Después nos miró con un odio concentrado y soltó de tajo: -Lo haré,ustedes no saben lo que hacen y será solo su culpa,deletreó agónicamente su-cul-pa, pero solo quiero que recuerden para siempre este momento. Y empezó a lavarse las manos con algo que olía a alcohol de color granate. Le ofrecí varios billetes que valían diez veces más de lo que sabía que costaba la inyección y me lo apartó de un manotazo. -No,no quiero dinero. Y cómo decirlo primero le puso una inyección grande que hizo que Caruso diera un brinco y se enrabietara hasta relajarse plenamente. Tras un minuto mirándonos a los ojos con una sonrisa débil le puso otra inyección mucho más pequeña. Sentía a Caruso con una tensión desafiante,después con un cansancio pero ún sentía sus pálpitos y una relajación más y más profunda que me dejó una desolación dispersa. A través de la ventana en el bosque y en las casas del pueblo brillaba el sol. De lejos se oía la canción de ¡Matador! Pero como es una canción viril,alegre y orgullosa me hizo sentirme bien. -No tienen que preocuparse,ya todo está hecho. Llamaré a los encargados de que se lo lleven. Cuando salimos de allí no veía nada,le pregunté a Nati si quería dar un paseo,ir a un buen restaurante con vistas a comer algo pero me dijo que no,que tenían prisa,que había que volver a trabajar y que tenía el estómago cerrado. Lo más curioso es que en el camino de vuelta lo único que me importaba era conducir bien y no quedar en evidencia por una ruta que habíamos hecho semanas atrás. Sabía que era una cuestión tonta pero el pueblo estaba lleno de callejones de esquinas sin espejos y había que tener cuidado. También pensé en las fotografías machaconas de una compañera a la que le importaba un carajo que se había ido de Erasmus a París y que nos enviaba las fotos por triplicado a tres grupos de whatsup en que estaba. Cuando llegamos a la casa del campo mi mujer me dijo delante de Manolo sin más explicaciones: Felipe te dejo,te dejo y no quiero volverte a ver más en mi vida por lo que me has obligado a hacer,no quiero volverte a ver. Cuando vuelva del trabajo no quiero ver nada de ti en mi casa,absolutamente nada y todo lo que vea lo romperé y lo tiraré a la basura. ¿Me has entendido? Se puso su uniforme del trabajo sin permitirme una réplica y se preparó para irse,y Manolo se fue a la cueva sin despedirse mirándome con reprobación con los labios apretados. La música seguía allí, el bosque seguía allí,y las calles estrechas seguían allí. En el patio solo estaba Blanca clavándome la mirada,fija como si quisiera insultarme. En medio del patio había una mesa con las sobras de una fabada y empecé a comer con cierto asco aunque sentía que esa era la única comida que me merecía. No entendía por qué me había abandonado,no lo entendía. No me había abandonado porque descubriera alguna mentira mía terrible.¡No,para nada!. Me había abandonado por mis silencios. ¿No era absurdo?. Me había abandonado porque no le replicara a lo que ella sola había decidido. ¡Era absurdo!. De pronto me fije en la hormigonera,me levanté y fuí hacia ella con lentitud como si fuera un toro gris y tuviera pánico a que me embistiera. ¡La hormigonera de Caruso!. De la que tantos momentos de felicidad y recuerdos teníamos. Intenté llorar pero no pude,intenté replicar,decir algo memorable aunque fuera muy a destiempo pero tampoco pude en aquel patio desolado. La hormigonera con la que tanto nos había vacilado y tanto se había reído de nosotros,¿Dios qué había hecho?,¿qué había hecho?,¿qué había hecho Dios?.Sentí como Blanca sonreía con una dentadura enorme y maléfica por los remordimientos de aquel asesinato por el que nunca habíamos querido pedirle explicaciones para que no se sintiera más absurdamente culpable. Y me abracé a la hormigonera casi en estado de shock al sentir el portazo definitivo de mi mujer que se iba para siempre. Abrace a la hormigonera por el amor de mi mujer,de la vida que se me iba sin haber hecho nada de lo que quería. Sentí a Caruso,a mi mujer a la que sentía que había perdido para siempre, a los aviones que se iban para Madrid y en los que nunca había ido,y a mi madre desde lejos como una giganta que amenaza a un gato mimado con los músculos agarrotados por falta de ejercicio en un cojín de satén enorme. A mis espaldas Blanca se me estaba dándome vueltas para un lado y otro como en círculo acercándose más y más sin que yo me diera cuenta con su gesto de presa rencorosa y amenazante con su infinita dentadura sonriendo endemoniada que si por fin se concediera la libertad de actuar como quisiera. -¡Perro! Le escuché atónito. -¿Cómo? Dije. Sentí un sudor como la que te dan los tratamientos psiquiátricos,un sudor malo como de camisa usada durante semanas y de saliva reseca. - ¡Eres un asesino,tú,tú,tú,tú eres el asesino! ¡Vergüenza! ¡Asesino!.¡Asesino!.¡Eres un asesino!.¡Un marrrdito asesino!. -¿Quéééé? Y sin derecho a una réplica me lanza una dentellada encima y me muerde entre el hombro y yugular mientras me protejo con el brazo una y otra vez una y otra vez,y siento como si quisiera escapar de una llamarada pero no puedo,Dios no puedo. ¿Qué haces?¿pero por qué lo haces?, si yo siempre te he querido si nunca te he juzgado?,si nunca te he condenado por nada,¡ por nada!,¿por qué me haces esto?. Sin embargo a pesar de mis gritos de terror solo intenté defenderme,no oponer una auténtica resistencia a golpes para que me dejara respirar un poco para ponerme en pié de nuevo y reaccionar. Y así siento como un océano de dientes me ahoga en la cara,como tengo algo íntimo en el interior,algo absurdo y sin control que me atraganta el gaznate. -¿Qué haces?,¿qué haceeees?. Y veo trozos de carne con estrías como si debieran ser mis mejillas mal recortadas por este extraño buitre,por este ángel espectral que me corroe en mi propia cara y me contamina su maldad. -Pues sí soy culpable,te quiero te quiero,pero no podía más. ¿No habrá nadie,nadie que se apiade de mí nunca?. Hasta que se suelta el brazo que cae enganchado sobre las vergas sueltas de la verja. Mi rostro con un rictus impactado de horror mira la gran mancha de sangre insignificante parda con un alivio del que el que por fin nunca tendrá que responder más por su deuda impagable.

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