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Alicia atraída por la madriguera
domingo, 9 de octubre de 2016
La paradoja Hayek
En “Camino de Servidumbre” un libro de divulgación económica en defensa del pensamiento demócrata-liberal, Hayek comenta que es propio de este pensamiento una opinión favorable incluso del desconocido,de justificarlo,y de que incluso cuando hace algo malo, se crean polémicas donde hay una justificación de sus posibles actos “equivocados” y que eso es una especie de defensa.
Quizá lo que más repugne al sentido democrático de las cosas es la condena unánime,sin debate. Ahora con el “intento de suicidio”con dos cortes en el cuello desde la cárcel de José Bretón el hombre que mató a sus dos hijos,uno de 6 y otro de 2 años, para vengarse del divorcio de su mujer hemos visto un ejemplo de esto.
Otro elemento es que el asesinato fue premeditado con detenimiento,que por poco logra escabullirse de la Justicia ya que los restos de los niños fueron confundidos con unos huesecillos caninos, que nunca ha aceptado que ha asesinado a sus niños ni se ha arrepentido. Él sinceramente cree que es una víctima inocente injustamente condenada.
Nadie juzga su condena sino si se debería emplear la reinserción social. Es un caso aparentemente indefendible.Sin embargo,hay gente que apunta que peor son los genocidas o los asesinos múltiples a los que se defienden por ser unos patriotas,o sea por defender unos valores. Y de que además es perfectamente reinsertable aunque tenga rasgos psicopáticos y poca empatía.
Los contribuyentes somos los que pagamos el proceso de reinserción de José Bretón aunque no queramos.Además le garantizamos todos sus derechos su integridad física dentro de la institución penitencia y dándole un compañero vigilante de celda que no se autolesione.
No es extraño en la literatura,ni en los foros de Internet que se justifique con una lógica pascaliana este tipo de actos gratuitos. Lo escandaloso que se asesine a los propios hijos inocentes,niños aún,es el móvil inhumano del asesinato.
Los defensores del terrorismo de ETA o de las distintas guerras defienden por patriotismo que las víctimas son aleatorias,que hay que matar y destruir porque es imposible la convivencia “y para restablecer un sistema viable de convivencia para todos”,”porque no nos escuchan”o “porque somos una nación y nadie nos hace caso”. Nadie quiere matar mujeres,ancianos o niños pero se hace y por cientos de miles.
Incluso si un terrorista sin querer mataba a un niño conocido suyo,los que defendían el terrorismo aunque se quejaban del “absurdo”,asumían que era como un mártir de la causa,y con lo mal que lo había pasado el terrorista por este “error”merecía mayor consideración. Es la lógica peculiar del corporativismo,donde solo importa la gran causa y la comunidad,no los individuos.
Eso puede llevar a la conclusión que la condena que aplicamos a cada delito se debe a la empatía que sentimos por el criminal,y a los que consideramos modelos,los excusamos en parte.Planteamiento que para muchos sería inaceptable como concepto de injusticia.
Así se justifica también el asesino de la novela “El Extranjero”de Albert Camus, donde el protagonista Meursault ejecuta un asesinato casual y sin sentido contra un musulmán de Argelia. Él siente que no lo condenan por un asesinato más de un “maldito moro”,sino por no sentir remordimientos,ni tener una causa,además de por no haber sentido pena por la reciente muerte de su madre.
Meursault acepta su condena que considera social y parcial incluso le gusta el desprecio que provoca.Pero Meursault no quiere fingir arrepentimiento ante el juez porque cree que es un paripé, y no ve nada heroico en su muerte que también le da igual.En cierta medida es honrado,porque su indiferencia no es solo con respecto a la muerte ajena sino a su propio destino.
Este sentimiento tan extraño de falta de culpa,de alienación se produjo durante el colaboracionismo,y después en la descolonización cuando había que justificar muchos crímenes para defender los privilegios de las minorías blancas frente a la mayoría negra en África.
Es el dilema Meursault o sea,como los colaboracionistas que justifican la crueldad gratuita contra “los grupos indefensos o marginales” por la creación de un nuevo Orden más progresista. Pero también se produce el dilema de justificarlo todo,de perdonarlo todo de alguna manera que es lo que parece que hace el humanista.
Por tanto,se cumple la conjetura de su condena,el hecho que se condena la mentalidad del asesinato tanto o más que su gravedad. ¿Qué se condena?,¿el delito,la justificación del delito o los sentimientos del delincuente ?,¿o acaso que después de una condena salga en libertad y pueda vivir con normalidad?. ¿Y tras todo esto,podrías extrapolar estos sentimientos a otros?,¿cómo la venganza o el amor?.
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