Buscando la aprobación de quien nos humilla.

El momento en que hablo ya había lejos de partir, cómplice de mi asesino para que no rían de mí. Angustia de la muerte eterna angustia frente al beso ajeno, te ahogas en el agua por intentar volar al cielo. No mastiques espino para corroer los versos, la vida los profundiza como cal para un muerto. No blanquees con artificio la piel del mármol muerta, la corrección de lo suave no alivia lo que despierta. Como un mar a dentelladas que deja en migas tu rostro sé auténtico y llorarán hasta los perros tu lloro. No vuelvas a enterrar el brazo que sale en la arena, que señala el amasijo de herrumbre que lo destierra. Buganvilla recuerda al aire sin aroma de aquel rostro, para que el color resbale en el ahogado al fondo. Te embiste ante la corona y el ciervo berrea en las venas para que alguien me apruebe y circuncide mis venas. Lo acusan de mentiras tontas y ve Quetzalcóatl sin réplica que quien muere en su nombre grita una broma tétrica.